Cultura
Madres de Jenesano tejen para mantener vivo el legado artesanal del municipio boyacense
Esta es la historia de un grupo de valientes mujeres que aprendieron de niñas el arte de tejer. Todos los días madrugan, caminan para recoger la materia prima de sus canastos y alpargatas y les enseñan a sus hijos el amor por este oficio del que han vivido sus familias por generaciones.
Carlota, María y Florinda viven en zona rural de Jenesano, un pequeño municipio del departamento de Boyacá, en donde han trabajado toda su vida como artesanas con las plantas del fique, la gaita, la paja blanca, el chusque y la guinea. Estas tres mujeres hacen parte de la Asociación de Artesanos y Emprendedores de Jenesano (ARTEJEN), que trabaja para mejorar los procesos de tejeduría, cestería, marroquinería y artes plásticas.
Carlota García es una de las más experimentadas de la asociación. Lleva 68 años fabricando alpargatas, un oficio que aprendió desde los seis años junto a sus padres Marco Antonio García y María de Jesús Guerrero. “Mis abuelos les enseñaron, ellos a mí y ahora yo a mi hijo”, cuenta.
Sacar el fique, realizar la capellada, la trenza, entre otros procesos pequeños pero demandantes de la confección son labores diarias para García. “Si hay varias personas, realizar un par no se demora mucho, pero uno solo se puede tardar cerca de dos días. En el día se blanquea el fique y se seca al sol. En la tarde se empieza a torcer para hacer la trenza. Al otro día se hace el ensamblaje”, precisa.
Una historia similar comparte María del Tránsito Jiménez en la vereda Baganique Alto. Allí trabaja junto a su hermana Flor María y su cuñada Blanca Cecilia realizando toda clase de canastos en gaita, una planta que deben buscar en el páramo de San Antonio a tres horas caminando desde Jenesano.
“Cuando éramos pequeños ir al páramo era una diversión porque se hacía con un grupo de amigos para ir a cortar la gaita”, recuerda Jiménez, quien se levantaba a las tres de la mañana para traer la mejor gaita entre una pequeña maleta.
Jiménez aprendió desde los cinco años con sus padres y ha pasado el legado a sus siete hijos. “He vivido siempre de las artesanías y aunque hay temporadas buenas y malas, con eso hemos salido adelante”, comenta con entusiasmo y aprovecha para invitar a su puesto en la plaza principal todos los domingos.
En la misma vereda, Florinda Moreno realiza fruteros, canastas, manijeros, cuarterones, muñecas y aretes. “Yo trabajo todo el material que se deje”, cuenta Moreno, para quien lo único que hace falta son ideas, creatividad y ganas de seguir innovando con los materiales.
Aprendió desde los cinco años junto a su mamá Florinda Millán, quien recientemente cumplió 75. “Mirándola mientras trabajaba aprendimos, porque ella nunca nos enseñó de manera directa”. Un método que no quiso repetir con sus hijos de 11 y 5 años. “Ellos están perfeccionando el proceso con mi apoyo, porque al inicio es un poco complicado manipular la materia prima”.
Florinda es consciente del impacto de la extracción de material que se realiza en las montañas y sabanas. “En este momento necesitamos realizar procesos de conservación de la mata de gaita, la cual no se da en cualquier lugar y con la mala práctica del corte está desapareciendo” y advierte que como artesanos necesitan recursos para la materia prima y mucha exposición de los productos.
Martha Moreno, líder de los artesanos en el municipio, comenta que el propósito de la asociación es rescatar las tradiciones ancestrales de sus abuelos para que la comunidad las conozca. “Queremos proyectar una escuela taller donde vamos a enseñarles a todos los niños y jóvenes del municipio la cultura del territorio”, concluye.
Le puede interesar: Juan Manuel Rengifo, el señor de las culebras