Ambiente
Así se protege al tití gris, una especie endémica de Colombia amenazada por el tráfico ilegal
En el municipio de Victoria, Caldas, se encuentra el único centro del mundo especializado en su rehabilitación. Un equipo de médicos veterinarios y biólogos monitorean la salud de cada individuo, le enseñan a buscar alimento, protegerse de los depredadores y volver a desconfiar de los seres humanos.
Durante años el mono tití gris fue el primate más traficado en Colombia. Su tamaño (no supera los 50 centímetros) y apariencia llamativa y carismática contribuyeron a que muchas personas lo convirtieran en mascota. Aunque hoy esta práctica ya no es tan habitual, sigue siendo una especie amenazada debido a la destrucción de su hábitat y al tráfico ilegal. En el municipio de Victoria, Caldas, se encuentra el único centro del mundo especializado en su rehabilitación.
Corpocaldas es la entidad responsable del Centro de Rehabilitación de Fauna Silvestre del Oriente de Caldas, donde actualmente se encuentran nueve primates de esta especie en proceso de recuperación. Óscar Ospina, coordinador de fauna silvestre, explica que este es un primate endémico de Colombia, es decir, que solamente habita en nuestro territorio. “Su distribución se limita al sur de Bolívar, el centro y oriente de Antioquia, el oriente de Caldas y el norte del Tolima”.
Los efectos del tráfico ilegal son devastadores para la especie, pues cuando se capturan poblaciones de estos animales de una zona determinada, aparecen otras especies para ocupar su lugar, modificando el ambiente y generando que este deje de ser propicio para el tití. Esta especie habita en lugares que se encuentran al nivel del mar o máximo a los 1.500 metros de altura, así que cuando los traen de manera ilegal a ciudades o municipios de Boyacá y Cundinamarca, por ejemplo, se afecta gravemente su salud.
Para comercializarlos generalmente los traficantes los mantienen drogados o les inyectan alcohol en las venas, de esta forma se exhiben como animales dóciles. Sin embargo, aclara Ospina, son todo lo contrario: supremamente activos cuando están en etapa juvenil. Otra práctica a la que recurren los traficantes para facilitar su venta es quebrarles los colmillos y así evitar que puedan morder duro.
Lo más leído
Cuando las personas no logran adaptarse a convivir con el tití terminan entregándolo a alguna autoridad ambiental o liberándolo en cualquier lugar, lo cual genera impactos irreversibles tanto para el animal como para el ecosistema.
Un largo proceso de rehabilitación
Natalia Zuluaga, médica veterinaria del equipo de rehabilitación que trabaja con el tití gris, cuenta que el primer paso cuando ingresan al centro es realizarles un examen clínico del sistema digestivo, pues normalmente es en donde presentan más problemas. También se examina la cavidad oral y el sistema músculo esquelético, debido a que durante el tiempo que estuvieron en cautiverio usualmente reciben una mala alimentación que les puede generar desmineralización ósea e incluso deformaciones de los huesos y fracturas.
El mono tití gris es omnívoro y se alimenta de frutos, follaje del bosque, algunas resinas que emanan de los árboles, insectos y pequeños vertebrados. A veces también consumen flores y huevos de aves.
Para completar el diagnóstico se realizan radiografías, ecografías, coprológicos y exámenes de sangre. Adicionalmente cada animal entra a una cuarentena de 90 días, durante la cual se evalúa su comportamiento y se monitorea el estado de salud para detectar signos de enfermedad. “Todo el tiempo el veterinario debe estar pendiente de que se desplace bien, coma, no tenga un comportamiento muy amansado y trepe, entre otras cosas”, detalla Zuluaga.
Jamer Ramírez también hace parte del equipo de rehabilitación y como biólogo se encarga de garantizar que cada mono tití rehabilitado cumpla con todas las condiciones óptimas para poder sobrevivir en un medio natural antes de ser liberado.
El proceso de rehabilitación se realiza en encierros de cinco metros de alto, por cinco de ancho, con una doble malla externa que los protege de grupos de monos titis que habitan en el centro del municipio. “Esto significa que tanto el bosque como los mismos titis ayudan a rehabilitar a los que están en el encierro, que aprenden a identificar frutos, observar comportamientos asociados al bosque, acicalamientos, competencias, identifican insectos y eso se aprovecha”, cuenta Ramírez.
Durante su estancia también se realiza un trabajo denominado impronta negativa, que básicamente consiste en lograr que eviten el contacto con los seres humanos. El tití gris en rehabilitación tiene además que aprender a identificar los depredadores naturales. Para conseguirlo la estrategia es que comparta el encierro con animales que van a ser liberados como búhos o gavilanes. “De esta forma es posible observar si adoptan comportamientos de alerta o huyen a esconderse”, comenta Ramírez.
Una vez finalizado el proceso se liberan grupos de tres a máximo ocho individuos, siempre y cuando la procedencia geográfica sea la misma a nivel genético, ya que se han diferenciado cuatro grupos genéticos de acuerdo con la localidad.
“Esto se sabe por un estudio que se realizó hace más de seis años con la Universidad de Antioquia”, aclara Ramírez. La investigación consistió en un trabajo de campo en cada uno de los sitios donde se sabía que había población de mono tití y en la recolección de muestras de ADN que arrojaron ciertas diferencias genéticas de acuerdo con la ubicación geográfica.
Este primate vive en grupos integrados por tres a 15 individuos, liderados por una hembra, que habitan en un área aproximada de 20 hectáreas. En ambientes silvestres la expectativa de vida puede llegar a los 12 o 15 años.
Cuando por motivos físicos o de su comportamiento un individuo no puede ser liberado se busca un nuevo hogar que puede ser un zoológico, parque temático o algún espacio en otra corporación. Zuluaga hace hincapié en que la oferta de hábitat para su liberación es cada vez menor. “Los sitios donde hay distribución natural del tití tampoco se pueden saturar con grupos nuevos porque ellos tienen un área de dominio que se debe respetar”.
Ospina recalca la importancia del tití para el ecosistema, debido a las distintas funciones que cumple. Por ejemplo, contribuye a la polinización y a que crezcan nuevas plantas. “Al hacer grandes recorridos, las semillas que no logra digerir son defecadas y allí nacen árboles de esa especie de la cual se alimenta el tití, con el valor agregado de que toda la materia orgánica de la materia fecal es rica en nutrientes”.
Las autoridades ambientales han redoblado esfuerzos para fortalecer los procesos de concientización y rehabilitación de la fauna silvestre víctima del tráfico ilegal. “Quisiera hacerle un llamado a la comunidad para que cambie la actitud y disfrute de estas especies en libertad. Esto puede representar un entorno en mejores condiciones”, concluye Ospina.
Lea también: Colombia, paraíso para el turismo científico