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Así se rehabilitan las especies de fauna silvestre rescatadas en el Valle de Aburrá
Durante 2020 más de 7.000 animales llegaron al Centro de Atención y Valoración de la Fauna Silvestre (CAV) ubicado en el municipio de Barbosa, Antioquia. La mayoría fueron víctimas del maltrato, el tráfico y la tenencia ilegal. Los cuidados de un grupo de especialistas les permiten a la mayoría recuperar su libertad.
Hace unos días llegó un mono aullador infantil al Centro de Atención y Valoración de Fauna Silvestre del Área Metropolitana del Valle de Aburrá (CAV). Ahora se encuentra refugiado en un guacal pequeño, pero confortable para su tamaño. Fue rescatado de la tenencia ilegal por parte de personas que quizá pensaron que domesticarlo, lejos de su hábitat natural, era una buena idea. En su cuerpo aún hay signos de maltrato y no hay que ser veterinario o zootecnista para intuir que sufrió episodios dolorosos recientes.
Expertos monitorean permanentemente su condición de salud y le brindan la protección necesaria. Del guacal pronto será trasladado a uno de los módulos del área de cuarentena, donde pasará por un proceso de recuperación, readaptación y posterior liberación en un hábitat seguro y acorde con su especie.
Este mono aullador rescatado llegó para integrarse al grupo de cerca de 1.200 especies que se encuentran en el CAV, ubicado en el municipio de Barbosa, al norte del Valle de Aburrá, a una media hora de distancia en carro desde Medellín.
Cohabitar y coexistir
En espacios distintos a los que resguardan al primate, la actividad es intensa. Cerca de 35 funcionarios, entre veterinarios, zootecnistas, microbiólogos, entre otros especialistas, trabajan para brindarles a las especies protegidas una atención digna y confortable.
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El centro fue creado en 2006 y desde allí opera la red de atención de fauna silvestre. Andrés Alberto Gómez, profesional del grupo de fauna y quien completa diez años de labores en el lugar, conoce en detalle cada proceso. “Tenemos tres tipos de recuperación de la fauna silvestre: las entregas voluntarias, para lo cual realizamos campañas de educación y cultura para concientizar a las personas de que no pueden domesticar este tipo de animales; las incautaciones por tenencia ilegal y los rescates por maltrato o politraumatismos, que representan el 90 por ciento de los ingresos”, comenta.
Gómez advierte que la tenencia, el consumo o el transporte ilegal de estas especies puede ser sancionado con dos a ocho años de cárcel y multas hasta por cinco salarios mínimos legales vigentes, que para 2021 es una cifra superior a los cuatro millones y medio de pesos. “Tenemos que aprender a cohabitar y coexistir. Somos los seres humanos los que hemos invadido el espacio de la fauna silvestre”, insiste.
La red también cuenta con una unidad de atención de emergencias que de 6 de la mañana a 10 de la noche está atenta al llamado de la comunidad para el reporte, el rescate o la entrega de animales silvestres. Durante 2020 por esta vía ingresaron cerca de 7.400 animales, “una señal de que la ciudadanía cada vez es más consciente de este tema”, precisa Gómez.
La cocina permanece en silencio hasta la llegada de zootecnistas encargados de la preparación de las dietas de cerca de 1.000 especies. Los animales que pernoctan en este espacio pueden demandar al mes hasta 23 millones de pesos por concepto de alimentación.
Desde la puerta de entrada se alcanzan a ver cantidades incalculables de huevos, frutas, verduras. En las neveras hay carnes, pescados. Y en el vivario ratones para alimentar a los rapaces y los ofidios.
La recuperación
El centro se encuentra actualmente en obra. El Área Metropolitana invierte unos 13 mil millones de pesos en la remodelación de la zona de cuarentena y la zona de hospitalización, neonatal y rayos X. La meta es convertirlo “en uno de los mejores de su tipo”, afirma la nueva subdirectora ambiental del Área Metropolitana, Diana María Montoya Villa, quien estima que estará listo en 2022.
Durante un recorrido guiado a SEMANA, Gómez ingresa al área de triage y laboratorio clínico, donde son valoradas las especies que llegan. Veterinarios, bacteriólogos, microbiólogos y otros profesionales trabajan para lograr su óptima recuperación. En el lugar atienden un ibis con una de sus alas seriamente afectada, por lo que tendrá que pasar un tiempo más en esta fase. Sin embargo, unas tortugas y un tucán ya esperan su traslado a los módulos de cuarentena; hay 36 espacios de este tipo disponibles, adaptados de acuerdo a las especies. Allí se observan primates, que son la mayoría, aves como loros y guacamayas, osos perezosos y hormigueros, felinos, zarigüeyas. Algunos de estos animales serán liberados próximamente, a otros los llevarán a hogares de paso para que continúen con su proceso de recuperación.
Previo a las liberaciones, en algunos casos son trasladados a espacios como el Parque de Conservación Santa Fe –antes era un zoológico–, con los que el Área Metropolitana del Valle de Aburrá tiene convenios para intercambiar conocimientos y procesos en beneficio de las especies intervenidas. También trabajan de forma articulada con Corantioquia, la autoridad ambiental en 80 municipios de Antioquia y ka ruralidad de Valle de Aburrá, para la conservación y preservación de las especies.
“Tenemos una relación de cooperación mutua. El CAV es fundamental porque permite tener mayor profundidad en la capacidad de atención a la fauna silvestre que tiene afectaciones naturales o por acciones del hombre. También ayuda a reforzar la prevención y a incrementar los casos de liberación de estas especies”, puntualiza Ana Ligia Mora, directora de Corantioquia.
El 65 por ciento de las especies, después de un proceso de readaptación, son liberadas; en la lista figuran zarigüeyas, cernícalos, gavilanes, tortugas, guacharacas y turpiales montañeros. Sin embargo, Montoya explica que este no es un proceso fácil para los animales. “Algunos llegan con una impronta muy marcada; es decir, un comportamiento asumido por la domesticación a la que fueron sometidos, que modifica en parte sus rasgos naturales y biológicos”. Esto ocurre sobre todo en aves y primates, que tienen la facilidad de adaptarse a su tenedor. No ocurre lo mismo con tortugas o serpientes.
El Valle de Aburrá ha sido privilegiado por la naturaleza. Los 1.152 kilómetros cuadrados que la conforman albergan el 26 por ciento de las especies con la que cuenta Colombia, por eso preservar su biodiversidad es uno de los grandes desafíos de el Área Metropolitana del Valle de Aburrá.
Por este motivo, en su rol de máxima autoridad ambiental del territorio se empeña en proteger a la fauna silvestre, con un trabajo de monitoreo especial a las especies en riesgo de tráfico ilegal, domesticación o maltrato.