Ambiente
¡No más tráfico de tortugas! La historia de ‘Chavita’, su guardiana en el río Magdalena
Isabel Romero lidera la defensa de esta especie en peligro de extinción. De la mano de los pescadores, que hoy ya no buscan sus huevos sino apoyan las labores de rescate de los animales heridos, y a través de un profundo trabajo con turistas y pobladores, los frutos de su esfuerzo están dando resultado.
En Estación Cocorná, un corregimiento de Puerto Triunfo, Antioquia, todos la conocen como ‘Chavita’, la guardiana de las tortugas y la mujer que hoy lidera un proyecto ejemplar para la conservación de la fauna en nuestro país.
Isabel Romero recuerda perfectamente cómo durante su infancia jugaba y recorría la región rodeada de una enorme variedad de animales y plantas. Monos araña, manatíes, nutrias, aves, peces y tortugas son algunas de las riquezas naturales que se encuentran en la cuenca del Magdalena en su paso por el centro del país y con las que creció.
También ha sido testigo de cómo los seres humanos han puesto en riesgo el hábitat de muchas especies como el de la tortuga de río. Esta realidad la motivó en 2010 a liderar la preservación de esta especie.
“Soy ribereña y me preocupa ver la pérdida de las tortuguitas, por eso no quedó otra opción que prender motores, mirar qué factores las llevaron a estar en peligro de extinción y trabajar por su conservación”. La labor que lidera para proteger a esta especie incluye un minucioso rastreo de las nidadas, las cuales permiten identificar a las tortugas en peligro para trasladarlas a las incubadoras.
Cada ejemplar rescatado va al tortugario de Estación Cocorná, en donde recibe atención y cuidados hasta que nuevamente puede ser puesto en libertad. Aquí también se encuentran tortugas que han sido maltratadas, mutiladas, que quedaron ciegas o perdieron la movilidad como consecuencia de vivir en piscinas o pequeños estanques como mascotas.
La vocación de Isabel ha logrado salvar la vida de unas 10 mil tortugas aproximadamente, además de vincular a decenas de personas y organizaciones que apoyan este proceso de conservación. “Hemos permitido la reproducción de la especie en su hábitat y se ha visto un aumento poblacional con las casi mil liberaciones anuales que hacemos”.
El proyecto también ha incluido una serie de capacitaciones a los pobladores de la zona, especialmente a los pescadores que tradicionalmente capturaban tortugas o buscaban sus huevos para consumirlos o venderlos. Hoy, son ellos quienes apoyan las labores de rastreo y movilización de las especies rescatadas.
Que vuelvan las tortugas
La tortuga del Magdalena es un animal endémico del Caribe colombiano y es vital para el ecosistema por su impacto en la cadena trófica y su labor como dispersora de semillas. Según Isabel, el impacto ambiental de la deforestación y el tráfico de fauna está desequilibrando la sostenibilidad de la región, especialmente por el daño que hace a la cadena alimenticia. “Mientras el hombre siga cazando caimanes, por ejemplo, se va a aumentar la población de nutrias, lo que genera otra amenaza para las tortugas al convivir con más depredadores”.
Este escenario es el que hoy tiene a la Podocnemis lewyana, como se le conoce científicamente a la tortuga de río Magdalena, en la categoría CR o peligro crítico de extinción. Todos los días Isabel renueva esfuerzos para protegerla y hacer realidad su sueño de ver el Magdalena lleno de tortugas otra vez.
Una de las estrategias que adoptó para conseguirlo fue la de concientizar a los ciudadanos a través de actividades de turismo de naturaleza. Cualquier persona puede vivir la experiencia de liberar una tortuga, al tiempo que disfruta del avistamiento de otros animales de la región.
En Estación Cocorná los turistas también pueden gozarse los atractivos que ofrecen los ríos, las cascadas y degustar los platos típicos como el popular bocachico del río Magdalena. En este proceso Isabel ha contado con el apoyo de entidades sin ánimo de lucro como Animal Bank, una iniciativa que acompaña a los defensores de la fauna colombiana en la estructuración de proyectos que financien los procesos de conservación e impacten la economía local.
“Me llena de mucha alegría ver un huevo de tortuga eclosionar o ser testigo de la alegría de las tortugas cuando las devolvemos al río. Todo eso me motiva a soñar con que no las trafiquen y que veamos algún día, espero no muy lejano, un río lleno de tortugas y personas conscientes”, concluye Isabel.
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