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¿Cómo enfrentar los desafíos del cambio climático y la escasez de recursos desde la bioeconomía?
Desde la agricultura hasta la energía, Colombia busca que la bioeconomía sea estrategia de desarrollo económico, promoviendo la innovación, la equidad social y transformando sectores tradicionales en actividades más rentables y amigables con el medio ambiente.
El panorama global de consumo de recursos energéticos no renovables y la creciente demanda alimentaria han planteado un desafío ineludible para la humanidad: la transición hacia una economía más sostenible. En este contexto, la bioeconomía es una solución prometedora, ofreciendo una alternativa viable y sostenible para enfrentar los desafíos del cambio climático y la escasez de recursos.
Según el Departamento de Información en Energía de los Estados Unidos, cerca de 10 mil millones de personas habitarán el planeta para el año 2050, consumiendo un 50 % más de energía y alimentos. Sin embargo, este aumento en el consumo de recursos no renovables como el petróleo, el gas y el carbón está generando impactos devastadores en el medio ambiente, incluyendo la degradación del agua, el suelo, la biodiversidad y la calidad del aire. El fenómeno del calentamiento global, alimentado por las emisiones de gases de efecto invernadero, representa el ejemplo más crítico de esta crisis.
La preocupación por el impacto ambiental, así como la sobreexplotación de la agricultura y la pesca, ha llevado a un enfoque renovado en la bioeconomía como una solución potencial. Los investigadores están explorando cómo los recursos biológicos pueden reemplazar a las materias primas fósiles, con la visión de transformar las áreas de extracción de carbón en zonas bioeconómicas donde las plantas, hongos, insectos y bacterias se conviertan en la nueva base de la prosperidad económica.
Para revertir la tendencia del cambio climático y garantizar la supervivencia de nuestra sociedad global, cada país debe migrar del uso de combustibles fósiles hacia una bioeconomía sostenible. Pero, ¿qué es exactamente la bioeconomía y cómo puede Colombia desarrollarla?
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Juan Miguel Vásquez, director nacional de Fedemaderas, resalta la importancia estratégica de esta para el país, y dice que según el informe de MinTiC, “Bioeconomía para una Colombia potencia viva y diversa”, esta podría generar hasta 2,5 millones de nuevos empleos para el año 2030 y contribuir con un 10 % al Producto Interno Bruto (PIB) del país. Sin embargo, Vásquez destaca la disparidad entre estas estimaciones y la realidad actual, señalando el rezago medido por indicadores como la Ventaja Comparativa Relativa de la CEPAL, que muestra un bajo nivel de exportaciones en el ámbito de la bioeconomía para Colombia.
“Para Colombia este indicador es de 0,12 en el caso de productos básicos forestales y de madera, y de 0,67 para productos intermedios como los presentes en la industria de pulpa y papel, mostrando con ello que hay un rezago en términos de composición y estímulo a este tipo de comercio internacional”, argumentó Vásquez.
La bioeconomía, como su nombre lo sugiere, se basa en la utilización de recursos biológicos renovables para el desarrollo económico. Y representa una reestructuración radical de la economía tradicional, aprovechando herramientas biotecnológicas y organismos genéticamente modificados para aumentar la biomasa disponible y producir sustancias químicas de manera sostenible. Este enfoque busca crear nuevos productos ecológicos que reduzcan la dependencia de los recursos no renovables y promuevan un desarrollo económico más respetuoso con el medio ambiente.
Estudios del German Bioeconomy Council muestran un creciente reconocimiento global de la bioeconomía, con 45 países implementando políticas y estrategias para su desarrollo en diferentes regiones del mundo. Desde América hasta Asia, se observa un enfoque diversificado con proyectos específicos adaptados a cada contexto.
En Estados Unidos, la biotecnología ha florecido en los campos de la biomedicina y la agricultura, con una estrategia orientada al liderazgo tecnológico y el crecimiento del mercado de las bioindustrias. México y Brasil han alineado su enfoque bioeconómico con la producción de bioenergía, destacándose la producción de etanol como biocombustible, mientras que en Europa se busca reemplazar los combustibles fósiles con alternativas más amigables con el medio ambiente, impulsando sectores emergentes como los biomateriales y la química verde.
En el caso colombiano, este enfoque cobra especial relevancia dada la riqueza natural y biodiversidad del país. Desde los extensos bosques tropicales hasta los diversos ecosistemas marinos, Colombia posee una gran variedad de recursos biológicos que pueden ser aprovechados de manera sostenible.
“La bioeconomía representa un enfoque transformador en la gestión de recursos, al aprovechar de manera eficiente y sostenible los recursos biológicos renovables para la producción de una amplia gama de bienes y servicios. Su implementación permite impactar positivamente la conservación del medio ambiente, la reducción de la pobreza rural, y el aprovechamiento de los recursos, entre otros aspectos clave para el desarrollo sostenible del país”, explica Vásquez.
El gobierno ha reconocido el potencial de la bioeconomía como motor de desarrollo sostenible a través de políticas como el Conpes 3934 del año 2018 y la Misión de Sabios en 2019. Estas iniciativas establecen la bioeconomía como un pilar para el crecimiento económico, la diversificación industrial, la equidad social y la protección del medio ambiente.
La biomasa ¿un potencial transformador?
Según Vásquez, el informe revela también que el país tiene la capacidad de generar más de 43 millones de toneladas al año de biomasa residual vegetal, lo que representa una oportunidad para impulsar el desarrollo de productos y procesos potenciales. Vásquez hace hincapié en la importancia de cambiar la percepción de la biomasa como un desperdicio del proceso productivo y en reconocer su valor para fomentar la innovación y la diversificación económica en sectores como catalizadores biológicos, biofactorías, biorrefinerías, bioenergía y química verde.
“Hay que precisar que, ese potencial de 43 millones de toneladas no corresponde únicamente a biomasa forestal; para poder llegar a esta cifra se tiene en cuenta la biomasa que puede provenir de residuos agrícolas, forestales, agroalimentarios o residenciales”, explicó Jhon Jairo Manrique, especialista forestal de WWF Colombia.
Vásquez agrega que el modelo de bioeconomía colombiano, abarca no solo la biomasa y la biodiversidad, sino también otros componentes como carbohidratos, proteínas, fibras naturales, aceites y grasas, ligninas y bioactivos.
“Esta visión integral, respaldada por la Misión Internacional de Sabios en 2019, destaca la importancia de enfocarse en el desarrollo sostenible mediante la convergencia de la riqueza de la biodiversidad, la capacidad de producción de biomasa y el conocimiento. Esta convergencia ofrece un amplio espectro de oportunidades para el desarrollo de la bioeconomía en el país, que va desde la producción de alimentos y productos farmacéuticos hasta la generación de energía renovable y la creación de nuevos materiales sostenibles”, agregó Vásquez.
Nicolas Pombo, gerente de la División Forestal en Smurfit Kappa Cartón de Colombia, contó que la compañía está implementando una caldera de biomasa en su planta de pulpa y papel para reemplazar el uso de combustibles fósiles como el carbón mineral y parte del gas natural, lo que reducirá su huella de carbono en 250.000 toneladas de CO2 al año. Esta inversión de 100 millones de dólares permitirá cubrir el 70 % de la demanda de energía con recursos renovables, eliminando así una fuga en su modelo de economía circular y promoviendo la sostenibilidad ambiental.
“Actualmente utilizamos energía generada en la planta con base en la lignina de la madera, carbón mineral, gas, fuel oil, lo cual cubre aproximadamente el 70 % de la demanda de energía, y el resto lo compramos a la red interconectada nacional”, agregó Pombo.
Según el gerente, el uso de biomasa en el país contribuirá a descarbonizar la economía, y tener una menor huella de carbono. “Al tener biomasa disponible podremos generar energía neutra en emisiones de carbono, porque el carbono que se emite cuando se quema en las calderas es equivalente al carbono que se absorbió de la atmósfera cuando la biomasa estaba creciendo en el campo en el proceso natural de la fotosíntesis”, agregó.
Todo este avance tecnológico en la agricultura ha permitido un crecimiento sin precedentes en la producción de biomasa, pero este éxito ha venido acompañado de costos ambientales significativos, como la pérdida de especies, el agotamiento del suelo y la escasez de agua.
A medida que los científicos investigan las implicaciones de esta expansión agrícola a nivel global, surge la preocupación sobre si es posible producir suficiente biomasa para sustentar una economía libre de petróleo sin causar un impacto devastador en los ecosistemas naturales. La dependencia de la conversión superficial, que implica la tala de bosques para abrir terreno agrícola, plantea interrogantes sobre la sostenibilidad de este modelo y la necesidad de reducir el consumo de biomasa en lugar de aumentarlo.
La historia revela que el consumo desmedido de productos agrícolas cultivados en áreas deforestadas ha llevado a tasas alarmantes de conversión superficial, generando graves consecuencias para los ecosistemas y la biodiversidad. Ante este escenario, la bioeconomía se enfrenta al desafío de replantear su enfoque, centrándose en la reducción del consumo de biomasa y la implementación de prácticas agrícolas más sostenibles en lugar de buscar una producción excesiva.
Alejandra Laina, gerente de Recursos Naturales de World Resources Institute (WRI), dijo que la Amazonía enfrenta una crisis de deforestación y degradación de ecosistemas que amenaza con consecuencias devastadoras para Sudamérica y el mundo. Los científicos advierten que el punto crítico se alcanzará cuando la deforestación alcance el 20-25 % de la cobertura forestal total, explicó. Con las tasas actuales de deforestación, se estima que para el año 2030, el 27 % de la Amazonía estará deforestada, lo que provocará cambios profundos en la precipitación y la temperatura regional, alejándonos del cumplimiento del Acuerdo de París.
Laina cree que la bioeconomía puede representar la vanguardia de un nuevo paradigma económico emergente. Una bioeconomía local, inspirada en las comunidades indígenas, podría brindar los medios para proteger el bosque y mejorar los medios de vida locales. “Este enfoque podría vincularse con ambiciones nacionales mejoradas, aumentar la financiación y contar con el apoyo internacional para respaldar esfuerzos cohesivos en la región”, según Laina. Además, la bioeconomía ofrece servicios ecosistémicos esenciales para sectores como la agricultura, incluyendo el riego con agua de lluvia, la regulación climática, la polinización y la captura de carbono.
En respuesta a estas necesidades, según Laina, ha surgido la Red Panamazónica de Bioeconomía, un colectivo diverso de actores interesados que busca abordar los desafíos de la Amazonía. Originada a partir de la Conferencia Panamazónica de Bioeconomía, esta red reúne a líderes y expertos de los 9 países amazónicos, incluidas comunidades indígenas, académicos, empresas, organizaciones internacionales y movimientos sociales. Su objetivo es intercambiar conocimientos, mejores prácticas y colaborar con los gobiernos e instituciones regionales para promover una bioeconomía sostenible que proteja el bosque amazónico y beneficie a sus habitantes. Esta estrategia se está desarrollando en Colombia y Brasil.
“En su conjunto en Colombia esta ruta permitirá posicionar en el país la bioeconomía, logrando cumplir las metas estimadas, beneficiando poblaciones locales, protegiendo el conocimiento biocultural, mejorando la conectividad y haciendo un uso sostenible de los recursos naturales, lo que nos permitirá ser más competitivos, incorporando mitigación de riesgos climáticos, y protegiendo la biodiversidad”, agregó Laina.
La coalición global “La Nueva Economía para la Alimentación y Uso del Suelo” propone también diez transiciones críticas para transformar los sistemas de alimentación y uso del suelo a escala mundial. Estas transiciones abarcan desde garantizar oportunidades para todos mediante una revolución digital y fortalecimiento de los medios de vida rurales, hasta promover una mayor oferta y elección de alimentos diversificados, reducir la pérdida y desperdicio de alimentos, y fortalecer las economías alimentarias locales.
Además, se enfocan en soluciones basadas en la naturaleza, como aumentar la productividad agrícola y la regeneración, así como la restauración y conservación de la naturaleza, junto con una alimentación saludable para toda la población. La Coalición trabaja a nivel global, nacional y territorial. Cuenta con plataformas en siete países alrededor del mundo: Australia, China, Colombia, Etiopia, India, Indonesia, Reino Unido y los países nórdicos. Asimismo, empieza a focalizar esfuerzos en territorios, como es el caso del Quindío, Valle del Cauca y Urabá en Colombia.
“En este sentido la bioeconomía cobra relevancia, ligándolo a las transformaciones de los sistemas agroalimentarios, que a su vez se convierten en temas clave de análisis e implementación en estrategias de restauración, seguridad jurídica de la propiedad bajo los principios de equidad, manejo sostenible de recursos, protección de la biodiversidad y las acciones de largo plazo de cambio climático. Logrando así un proceso articulado hacia la sostenibilidad del país”, opinó Laina.
Datos del Foro Económico Mundial, indican que más del 50 % del PIB mundial, valorado en 44 billones de dólares, depende significativamente de la naturaleza y sus servicios, lo que los expone a riesgos derivados de las pérdidas naturales. La iniciativa TEEB estima que el valor anual de los servicios ecosistémicos supera los 150 billones de dólares, casi el doble del PIB mundial, con pérdidas económicas de más de 5 billones de dólares anuales debido a la disminución de la funcionalidad de los ecosistemas, afectando empleos en sectores como la agricultura, pesca, silvicultura y turismo.
Además, según IRENA y un informe de la OIT y WWF, las energías renovables y la gestión forestal sostenible ofrecen oportunidades de empleo significativas, con una creación de puestos de trabajo más eficiente que otras industrias.Esta importancia de la naturaleza en la economía respalda la apuesta por la bioeconomía, según Jonathan David Sánchez Rippe, especialista sectorial y corporativo en cambio climático y biodiversidad de WWF Colombia, como se refleja en la Política de Crecimiento Verde y el Plan Nacional de Desarrollo de Colombia.
Según Sánchez, se vislumbran oportunidades en la democratización de la generación de energía eléctrica, la valorización energética de residuos sólidos, el aprovechamiento de la biomasa, la geotermia, energía proveniente del océano, biogás y soluciones basadas en la naturaleza. “Estas acciones no solo ofrecen beneficios económicos, sino que también contribuyen a la sostenibilidad ambiental y a la creación de empleo en sectores clave”, según Sánchez Rippe.
La biomasa forestal está siendo aprovechada no solo para generar electricidad, sino también para el desarrollo de biorrefinerías que pueden producir una variedad de productos útiles en sectores como alimentos, biomateriales y fármacos. “Es crucial potenciar el desarrollo de proyectos de biorrefinerías para aprovechar la biomasa cultivada y residual, contribuyendo así al impulso de la industria de la química verde y la diversificación de fuentes de energía”, agrega Sánchez Rippe.
Los residuos generados a partir de procesos de transformación de materia viva, tanto naturales como artificiales, también son una importante fuente de biomasa que puede contribuir a la diversificación energética en Colombia. “Es necesario valorar adecuadamente esta fuente de energía y considerarla en los planes de abastecimiento energético futuro para promover la seguridad energética”, agrega el experto. Ejemplos como Huevos Kike, Aceites Manuelita y La Fazenda demuestran el potencial del uso de biomasa para generar energía, ya sea a través de la gallinaza, el biogás o biodigestores, ofreciendo soluciones prácticas incluso en zonas remotas.
Políticas para articular comunidades, empresas y gobierno
Colombia, con su vasta biodiversidad, está en una posición privilegiada para liderar en el ámbito de la bioeconomía, pero enfrenta desafíos complejos que deben abordarse para aprovechar este potencial de manera sostenible. La creación de un marco regulatorio equilibrado que promueva el crecimiento económico sin dañar los ecosistemas es esencial, junto con el fortalecimiento de la investigación y el desarrollo en colaboración con el sector académico, la industria y las comunidades locales.
“Aunque actualmente se reconoce y valora la altísima diversidad de fauna y de flora en Colombia, los resultados de varias de las expediciones que se han realizado en el país en los últimos años han demostrado que aún hay especies por identificar, y que de las que especies que conocemos, especialmente de especies del bosque no maderables, aún faltan muchas de sus propiedades y usos por descubrir”, dice Jeimy Cuadrado, coordinadora de Recursos Naturales y Medios de Vida Sostenibles de WWF Colombia.
La infraestructura, la capacitación y el apoyo financiero son fundamentales para construir una economía en armonía con la naturaleza, protegiendo los derechos de las comunidades y promoviendo prácticas innovadoras y sostenibles que beneficien tanto a la sociedad como al medio ambiente. “Colombia se encuentra ante la oportunidad de forjar un futuro en el que su economía y su ecología no solo coexistan, sino que se enriquezcan mutuamente, marcando un camino hacia la sostenibilidad que podría servir de modelo para el mundo”, dice Sánchez.
“Destaca la necesidad imperiosa de una articulación efectiva de políticas que promuevan la sinergia entre comunidades y empresas, reconociendo que la economía forestal puede ser un negocio mutuamente beneficioso para ambas partes”, agrega Vásquez. Subraya además, la importancia de promover una cultura de consumo responsable entre aquellos que demandan productos maderables, haciendo hincapié en la concientización sobre la gestión forestal sostenible del bosque natural y la conservación del medio ambiente a través de plantaciones forestales comerciales.
Para transformar este panorama, también es necesario cambiar los estilos de vida y la cultura del consumidor colombiano a través de la educación en sostenibilidad. La promoción de estilos de vida más conscientes y sostenibles puede ser el catalizador para la adopción de innovaciones en la bioeconomía y la construcción de un futuro más próspero.
Por ejemplo, según Laina, el desconocimiento del aprovechamiento forestal sostenible es una de las principales limitaciones, desde los beneficios locales hasta su impacto en la economía nacional. Asimismo, destaca la importancia de realizar “análisis técnicos, económicos y de mercado sobre los procesos de bioeconomía para evaluar su contribución a la construcción de resiliencia territorial”. Finalmente, enfatiza la necesidad de “coaliciones y redes de trabajo que promuevan la colaboración entre diversos actores”.
Vásquez, por su parte, dice que Fedemaderas ha identificado y propuesto cuatro “Clústeres Regionales de Bioeconomía”: el Clúster de Construcción Sostenible, el de Energías Renovables, el de Carbono Forestal y los de Asociatividad Forestal, Agroforestal y Silvopastoril, que van más allá de los encadenamientos productivos tradicionales. Estos clústeres buscan opciones suprarregionales para mejorar la competitividad y fomentar el desarrollo sostenible en distintos sectores, en línea con las estrategias gubernamentales delineadas en el Conpes 4129 de reindustrialización.
Otro de los principales desafíos, es la infraestructura, tanto logística como tecnológica. La falta de parques tecnológicos y la limitada accesibilidad a las regiones ricas en biodiversidad representan obstáculos significativos. A pesar de estos obstáculos, se identifican sectores prioritarios con mayores posibilidades de desarrollo, como la agricultura, la energía y el sector farmacéutico. Además, es fundamental también abordar el tema desde una perspectiva de innovación. Se requiere inversión en investigación y desarrollo, así como en creación de capacidades técnicas y financieras.
La política pública trazada para Colombia en bioeconomía reconoce la importancia de fomentar tanto sectores existentes como nuevos sectores alineados con la bioeconomía. El establecimiento de una estrategia de política en bioeconomía implica invertir en la formación de talento humano, establecer un sistema de gobernanza que involucre a diversos actores, desarrollar mecanismos de comunicación y coordinación, y definir un modelo de gestión que asegure la sostenibilidad económica y financiera.
Otro reto es aumentar la eficiencia en la respuesta institucional para otorgar licencias, patentes y en general, facilitar los trámites legales y administrativos que deben cursar los bioproductos desde su aprovechamiento hasta su comercialización, comenta Manrique. “Los retos que tiene el país para el desarrollo de la bioeconomía son grandes, en primer lugar, es necesario avanzar en conocer, entender y saber aprovechar su biodiversidad, sus propiedades y sus usos y hay que avanzar en la incorporación de nuevas tecnologías en los diferentes sectores, sumado a la generación de un valor agregado sobre los bioproductos y servicios desarrollados”, concluye Manrique.
En conclusión, la bioeconomía representa una oportunidad única para Colombia de impulsar un desarrollo integral y sostenible. Con el aprovechamiento responsable de sus recursos biológicos y el fomento de la innovación, el país puede posicionarse como líder regional en esta nueva era económica, contribuyendo así a la preservación del medio ambiente y al bienestar de las generaciones futuras.
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