Especial Banca Sostenible
Cómo me convertí en mi propio jefe en Colombia con el apoyo del sector financiero
Cuatro emprendedores de Bogotá, Boyacá, Norte de Santander y Atlántico relatan cómo hicieron prosperar sus ideas luego de conseguir su primer microcrédito. Hoy figuran entre los microempresarios que lograron salvar sus negocios e inclusive crecer en medio de la pandemia.
De acuerdo con Confecámaras, la Red de Cámaras de Comercio de Colombia, entre enero y diciembre de 2021 se crearon 307.679 empresas, lo que significa un aumento de 10,6 por ciento en comparación con 2020. Estas cifras positivas provienen del ‘Informe de dinámica de creación de empresas’ realizado por la entidad privada, con la información del Registro Único Empresarial y Social (Rues), que se basa en datos del registro mercantil de las 57 Cámaras de Comercio del país.
La creación de estas compañías viene acompañada del acceso a productos y servicios financieros. Ellos hacen posible no solo la consecución de recursos que permiten materializar una idea, sino también ejecutarla, pues en la actualidad muchos de los nuevos negocios se desarrollan por medio de canales digitales y usan plataformas en línea para la recepción de los pagos.
Según el reporte mencionado, del total de nuevas empresas registradas, 74,4 por ciento corresponde a personas naturales, y 25,6 por ciento, a sociedades. Por tamaño, medido mediante el valor de sus activos, la mayoría de nuevas unidades productivas son microempresas (99,5 por ciento), seguidas por las pequeñas (0,4 por ciento) y, por último, las medianas y grandes (0,03 por ciento).
Las siguientes cuatro historias son un ejemplo de la diversidad de modelos de negocio y nuevas ideas que se convirtieron en realidad con el respaldo de la banca; todas desarrolladas por diferentes perfiles de personas que buscaron emprender con un mismo objetivo: garantizar por cuenta propia el sustento a sus familias.
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Tamales, el sabor del éxito
Diana Zoraida Rincón Daza, oriunda de Boyacá, llegó a Bogotá para terminar sus estudios de bachillerato y en el colegio conoció a su esposo. Primero trabajó en flores y luego se asoció con un familiar de su marido que se dedicaba a la venta de tamales, quien luego le vendió su parte de un local en Engativá.
Un día recibió la visita del agente de un banco que le ofreció un microcrédito para pequeños negocios. Así fue como accedió por primera vez al sistema financiero y poco a poco empezó a pedir más créditos por un monto mayor de dinero. “He tenido hasta tres créditos paralelos”, relata. Vendió el local de Engativá y compró otros dos locales en Suba, donde reside, y está al frente de sus Tamales Sara Sofía, como se llama el negocio familiar. “Decidí acceder a la banca porque no tenía plata para seguir comprando locales. Ahora tengo muy buena vida crediticia. Además de estos establecimientos, he hecho otros negocios e inclusive solicité un crédito hipotecario”, concluye.
El impulso a las ventas digitales
Lo que comenzó en Cúcuta como una entrada adicional, paralela a los trabajos convencionales de la pareja de esposos Eliana Jaimes Dávila y Andrés Mendoza Niño, hoy tiene presencia en Bogotá, Bucaramanga, Medellín y Cali, bajo un modelo similar a las franquicias. Se trata de Rosé Floristería, un emprendimiento que vende a domicilio arreglos florales con un ingrediente adicional: fresas con chocolate.
Según Eliana, vieron que en el mercado era difícil conseguir un producto para regalarle a un hombre, “por eso iniciamos primero con productos dirigidos a público masculino”. A su idea de negocio se sumó su primo Juan Carlos Contreras, quien desde Bogotá la ayudó a expandir sus productos en la capital colombiana durante la crisis sanitaria. “Las ventas digitales han sido un boom desde que llegó la pandemia. Empezamos a desarrollar esa necesidad de comprar a través de las redes, y eso mismo hizo que los emprendimientos se fortalecieran mucho más en este tipo de canales de venta”, asienta la emprendedora.
Rosé Floristería vende por medio de Instagram y WhatsApp. Recibe sus pagos mediante las plataformas de dos de los bancos más grandes del país y las pasarelas de pagos. Actualmente, desarrollan la idea de diseñar una página web para ampliar sus ventas. “Siempre pensamos que, para hacer crecer el negocio, teníamos que acceder al sistema financiero porque las ventas digitales y los canales digitales hoy son lo que nos disparan”, expresa Juan Carlos, quien destaca que este modelo de negocio los ayuda a minimizar los costos de administración, pues no pagan locales o servicios. Lo hacen todo en su casa y envían los productos a domicilio.
Iniciar la vida crediticia, un primer paso
Sin presupuesto ni experiencia crediticia necesaria para empezar el sueño de tener su propia academia de conducción, Miladys Rodríguez dio el primer paso en una oficina de trámites, en un local de 20 metros cuadrados. Persistió en su idea y acudió a un banco que le recomendaron para solicitar un microcrédito, y este le permitió cumplir su objetivo de crear un centro de enseñanza automovilística, al que llamó CityCar, y empezar su vida crediticia.
“En poco tiempo hemos crecido como empresa. Iniciamos en 2012, ya casi cumplimos diez años, en los cuales hemos podido posicionarnos y competir con las academias de conducción más grandes de Bogotá. Nos hemos dado a conocer en el sector financiero, nuestra empresa brindó empleo, y cada día trabajó para ofrecer un mejor servicio y aportar a la seguridad vial”, resalta Miladys. En este momento, su emprendimiento cuenta con 14 vehículos en total y ha certificado a más de 15.000 estudiantes.
Una mano para continuar
Diana Cárdenas, creadora de la empresa de uniformes y dotaciones Indusoltex, ubicada en Barranquilla, describe que desde que estudiaba diseño textil en la universidad quiso emprender. “Mi sueño siempre estuvo allí esperando la oportunidad de florecer. Hasta hace unos siete años lo inicié, pero solo desde 2018 lo pude formalizar”.
Debido a la pandemia, tuvo que acceder a la banca “básicamente por supervivencia”, y cuenta que no fue nada fácil porque en la mayoría de entidades financieras la respuesta era que los cupos asignados por el Gobierno para ayudar a las empresas ya se habían agotado o que pequeños negocios como el suyo, por ejemplo, deberían haber registrado ventas mínimas de 350 millones el año anterior.
Sin embargo, encontró ayuda en una fundación “que realmente sí tenía política de apoyo a los microempresarios y pudimos apuntalarnos con un crédito que nos permitió ir reactivándonos”, afirma Diana. Con el crédito obtenido pudo sostener la poca nómina que lograron mantener, abonarles a los proveedores y abastecerse de insumos para producir. Actualmente, ya están más estables y en camino a consolidarse como empresa, pues pasaron de una planta de ocho personas a contar con 25 empleados.
*Periodista de economía y negocios.