Especial Cumbre Líderes por la Educación
Con la pandemia los estudiantes de América Latina y el Caribe perdieron 1.5 años de aprendizaje. ¿Cómo salvar esa generación?
Horacio Álvarez Marinelli, economista sénior en educación del Banco Mundial y uno de los panelistas invitados a la Cumbre de Educación, formula propuestas para directivos, docentes y Gobierno.
Dos años después de la pandemia, ¿qué ha pasado con la educación en el mundo?
Horacio Álvarez Marinelli: Aún no se tiene toda la información, pero los resultados dan cuenta de enormes pérdidas de aprendizaje. Estimaciones preliminares publicadas por nuestro estudio Dos años después: salvando a una generación, revelan que los estudiantes de América Latina y el Caribe perdieron, en promedio, 1,5 años de aprendizajes debido a los prolongados cierres escolares. Antes de la pandemia la región ya enfrentaba una severa crisis de aprendizajes, esta solo vino a agudizarla en extremo, particularmente para los estudiantes más vulnerables, de áreas rurales, minorías étnicas, y a los que iniciaban su proceso educativo en el preescolar y los primeros grados de primaria.
¿Cómo están hoy los estudiantes?
H.Á.M.: Desde el punto de vista de los aprendizajes y las habilidades han vuelto con déficits más marcados que cuando dejaron las escuelas. Por el lado de la salud mental y socioemocional, los docentes y directivos expresan su preocupación por el incremento de incidentes de matoneo, de un palpable deterioro del clima escolar, aumento de casos de problemas psicológicos y emocionales por parte de los estudiantes. Este deterioro en el clima escolar, a su vez, puede generar mayores pérdidas de aprendizajes.
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¿De qué manera cree que instituciones y autoridades deben avanzar para recuperar esos aprendizajes perdidos?
H.Á.M.: Primero, enfocarse en las habilidades fundamentales como la lectura, la escritura y las matemáticas. En segundo lugar, medir, en forma constante, el estado en el que están los estudiantes y su progresión. También es necesario implementar estrategias de recuperación educativa a escala y en todos los niveles. La evaluación formativa y continua, así como los programas de recuperación, necesitan el apoyo estructurado de los niveles centrales y las secretarías de Educación. Un cuarto punto es continuar velando por el bienestar socioemocional de estudiantes y docentes.
¿Las preocupaciones para garantizar que las escuelas sean entornos seguros siguen siendo las mismas o las prioridades cambiaron con la pandemia?
H.Á.M.: Hoy, más que nunca, es fundamental que las escuelas se conviertan en esos entornos seguros que siempre hemos anhelado. La pandemia, en todo caso, vino a poner en evidencia el rol fundamental que tiene la escuela en nuestra sociedad, el potencial enorme de cambio de las instituciones educativas y el altísimo valor de la labor que hacen las y los docentes día a día. La tecnología y los nuevos modelos de aprendizaje son algunos de los cambios que llegaron para quedarse.
¿Qué avances se han observado en este sentido?
H.Á.M.: En la educación superior, por ejemplo, la pandemia aceleró el paso a la virtualidad y a modalidades híbridas, que antes resultaban casi impensables. En la educación media, observamos cómo las escuelas y los estudiantes encontraron caminos alternativos a la presencialidad. En materia de evaluación, se observaron iniciativas para hacerla a distancia, apalancando la tecnología. También fuimos testigos de una mayor participación de las madres y padres de familia en el proceso educativo, apoyados por la tecnología. Debemos realmente aprovechar los avances que se lograron en iniciativas de educación multimodal, que utilizaron radio, televisión e internet, para integrarlos a las prácticas educativas convencionales.
¿Puede la tecnología reemplazar la presencialidad?
H.Á.M.: Es difícil reemplazar la educación presencial, particularmente en los grados menores, en materias básicas y para poblaciones vulnerables. De hecho, países como España y Francia se dieron cuenta muy temprano que a pesar de los recursos con que contaban no podían sustituir la educación presencial y mantener la misma calidad educativa. Los cierres de escuelas en dichos países se cuentan en semanas, no en meses y años como en América Latina y el Caribe.
La educación sigue siendo una de las herramientas más poderosas para cerrar brechas, ¿cómo deben los países avanzar en este propósito?
H.Á.M.: La educación sigue siendo la mayor promesa para cerrar brechas y lograr sociedades más equitativas y justas. Nuestros sistemas educativos se han vuelto parte del problema y no de la solución, pues exacerban las brechas y diferencias existentes. Para lograr cerrar brechas a través de la educación que, por cierto, es una de las herramientas fundamentales mas no la única, es indispensable invertir en forma diferenciada los recursos en las instituciones educativas que atienden a las poblaciones más vulnerables. Implica cambiar la lógica actual, en la que los docentes mejor formados son ubicados en las escuelas que atienden población menos vulnerable.
¿Con qué herramientas cuenta Colombia para cambiar esta realidad?
H.Á.M.: Colombia tiene un marco macroeconómico y político estable, elementos fundamentales para emprender reformas que permitan mejorar la educación en el mediano y largo plazo. Cuenta, además, con una nueva administración gubernamental que ha priorizado el tema educativo para los próximos cuatro años y que se ha comprometido con mejorar y aumentar la inversión en el sector, y tiene una sociedad civil y un ecosistema de organizaciones nacionales e internacionales comprometidas.