Ambiente
La aventura de cuatro colombianos por proteger las aves rapaces
El Proyecto Grandes Rapaces Colombia se ha convertido en una iniciativa pionera para la protección e investigación de siete especies de aves en cuatro municipios del país. Aunque han logrado la identificación y el monitoreo de nidos, la falta de financiamiento no les ha permitido seguir su vuelo como quisieran.
El encuentro del biólogo Mateo Giraldo con las aves rapaces se dio por casualidad. Fue en el 2016, cuando un profesor lo llevó a Bahía Solano para monitorear un nido de águila arpía. “Me llevaron porque tenía un dron, nada más”, cuenta entre risas y recuerda aquel viaje como el punto de partida para crear el Proyecto Grandes Rapaces Colombia, una iniciativa para la conservación e investigación de siete de las aves más grandes que se encuentran en el país, de las cuales se cuenta con muy poca información.
Las aves rapaces se caracterizan por su tamaño, sus picos prominentes, garras cazadoras y su belleza imponente. Entre estas se encuentran búhos, águilas, gavilanes, buitres, cóndores. El águila arpía es una de las más extrañas de observar. “Esa ave es como el Ferrari de las aves, porque todo el mundo la quiere ver, pero como es tan escasa y vive en lugares tan apartados, es muy difícil que ocurra”, comenta Giraldo.
En su viaje a Bahía Solano logró identificar con el dron un nido de arpía en la copa de un árbol. “Habían matado a la hembra, le quitaron una pata como trofeo y dejaron a un pollito de una o dos semanas sin alimento”, recuerda con tristeza Giraldo. Aunque intentaron rescatar el pichón, debido a la altura del árbol un escalador tardó dos días para llegar hasta el nido, cuando lo logró la cría ya había muerto. “Dejamos una cámara trampa en el árbol y nos dimos cuenta que al día siguiente llegó un macho con comida para darle al pichón, muy tarde”, relata.
La experiencia lo conectó de inmediato con la especie y lo impulsó a realizar prácticas con la Fundación Naturaleza y Ciencia 507 en Panamá, una organización que enfoca su trabajo en el águila arpía, considerada un ave nacional. Luego de capacitarse y aprender más sobre este animal, regresó a Colombia con la idea de iniciar un proyecto similar.
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“A estas águilas las matan bastante, lo más triste es que lo hacen por curiosidad porque es un animal muy llamativo, entonces tenerla cerca es una novedad”, comenta Giraldo. Esto también se da por el miedo de la gente a que se coma sus gatos, perros, aves de corral y hasta cerdos.
Con la idea de proteger a estos animales de las amenazas latentes, Giraldo creó el Proyecto Grandes Rapaces Colombia (PGRC), una iniciativa independiente que consolidó junto a los conservacionistas Luisa Fernanda Puerta, Ana María Morales y Luis Felipe Barrera para “generar acciones que promuevan la conservación e investigación de seis especies de águilas y un buitre”, con el águila arpía como especie bandera.
Las especies con las que trabajan están amenazadas y son muy desconocidas en el país. De hecho, algunos de los nidos bajo monitoreo del PGRC son los únicos que están reportados en Colombia. Estos se encuentran en Caracolí y San Luis en Antioquia, Puerto Boyacá en Boyacá y Bahía Solano en Chocó.
En estos lugares han instalado cámaras trampa que monitorean cada tres meses, hasta que se llena la memoria y agotan las baterías. “Además es tiempo prudente para que los procesos con las comunidades tengan una evolución, así como para la consecución de fondos”, comenta Giraldo y agrega que este es uno de sus mayores obstáculos. “La mitad de la plata se va viajando, sin contar equipo, es que las águilas viven muy lejos”, añade.
Las especies rapaces ubican sus nidos en los árboles más altos, una característica que representa un reto para la identificación de nidos y la ubicación de cámaras trampa. “En el caso de las águilas arpía escogen los árboles más grandes de la zona, porque el nido de estas es gigante, puede llegar a medir 1.50 m x 1.50 m, entonces es una canasta donde un ser humano se puede acostar tranquilamente”, explica Giraldo.
Al estar ubicados en árboles altos son susceptibles a la tala selectiva, por eso cuando encuentran un lugar para hacer un nido, se quedan allí el resto de sus días. “Tenemos algunas referencias de áreas de anidación que han sido utilizadas durante más de 30 años”, añade. Para llegar a esta altura cuentan con el apoyo de una organización aliada del proyecto, la cual promueve la investigación del dosel arbóreo, como se le llama al área más alta de los árboles. Así acceden a equipos de trepa, valorados en cerca de diez mil dólares.
A lo largo de este tiempo han tenido como prioridad generar una correcta evaluación de las categorías de amenaza en la cual se encuentran estas especies. “Para mí era absurdo que con la cantidad de águilas que matan en Colombia, la especie solo sea considerada como casi amenazada”, comenta Giraldo, quien trabajó, junto a su equipo, en la recopilación de casos que no habían sido reportados públicamente.
“Hace unos días nos dimos cuenta de que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza consideró el artículo que publicamos como un argumento sólido para sugerir la recategorización de la especie a vulnerable”, cuenta Giraldo, quien explica que esto beneficia todos los proyectos en torno a la especie y favorecerá el acceso a más fondos de financiación.
Antes de esta publicación, históricamente en el país se habían registrado tres casos de conflicto. Giraldo detalla que luego de que reportaron 13 nuevos casos, se sumaron 6 más, “lo que quiere decir que cada mes están matando un águila arpía”. El experto advierte sobre la gravedad de estas estadísticas, pues esta especie se reproduce cada tres años. “Como hay tan pocas águilas, cada individuo es porcentualmente muy importante para la especie”, añade.
En la actualidad trabajan en el diseño de un afiche para el concepto ‘¿Dónde está la arpía?, que será distribuido en varias zonas rurales del país con el fin de despertar la curiosidad de la gente en los territorios. Con esta iniciativa buscan evitar conflictos asociados a la especie y obtener nuevos reportes. “La gran problemática es que conocíamos de un águila cuando las mataban, no por otra forma”, precisa Giraldo, quien confía en el poder de la educación para revertirlo.
Para este grupo de conservacionistas el apoyo logístico y presupuestal es clave; por eso invitan a las comunidades a contribuir con información, a levantar la mano en las redes sociales, una acción que les ha permitido lograr cosas inesperadas. “Hace cinco años, la gente que quería ver un águila arpía tenía que irse para Panamá, pero con el trabajo que hemos realizado hoy en día tenemos dos nidos donde se puede observar e investigar”, afirma con orgullo Giraldo.