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Dejaron las armas para trabajar por el campo: 20 mujeres excombatientes se graduaron como técnicas agropecuarias en San Vicente del Caguán
Emotivos discursos de agradecimiento protagonizaron la ceremonia de graduación de este grupo de mujeres que cree en el camino de la paz y la reconciliación.
En uno de los municipios del Caquetá más golpeados por la violencia, que salta las páginas de los periódicos por ser el escenario de la zona de distensión durante el gobierno Pastrana, un grupo de 20 mujeres excombatientes recibieron el diploma que las certifica como Técnico Laboral Agropecuario. Una victoria personal que consiguieron gracias a su dedicación, empuje y al apoyo de varias entidades que financiaron e implementaron el proyecto Mujer Mestiza, Indígena y Afrodescendiente (MIA).
Mariana Córdoba, directora general de Acción Cultural Popular (ACPO), la entidad encargada de ejecutar esta iniciativa, financiada por la Unión Europea a través del Fondo Europeo para la paz, con apoyo de la Diócesis de San Vicente del Caguán y la Registraduría Nacional del Estado Civil, cuenta que el proyecto nació en 2018 de la mano de las mujeres excombatientes del Caquetá y el Chocó que se encontraban en los espacios territoriales de reincorporación Mirada, Agua Bonita y Las Brisas. “Nace como una puesta de ACPO con el objetivo de hacer una contribución significativa a la construcción de una paz estable y duradera”, asegura.
Con mucho esfuerzo y dedicación estas mujeres estudiaron durante un año de teoría agropecuaria, manejo y transformación de alimentos. Además participaron en ejercicios prácticos que les permitieron reconocer su potencial para las actividades agrícolas.
“Fue una ceremonia muy emotiva, sus rostros reflejaban lo emocionadas que estaban. Fue muy lindo ver a este grupo acceder a ese título, un diploma que no solo fortalece su proyecto individual sino también un proyecto colectivo de desarrollo en estos espacios de reincorporación que están en proceso de transformarse. Una de ellas mencionaba que ese logro significaba abandonar los fusiles y cambiarlos por computadores, por herramientas de construcción de paz”, añade Córdoba.
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Flor Alba Ortiz, una de las graduandas, afirmó que se trata de “un compromiso que recibimos para aportar a la educación tanto de la niñez como de los adolescentes y los adultos. Se que esto nos servirá de herramienta para poder desarrollar nuestra parte económica con el ánimo de poder sacar adelante la parte social, política y cultural, y aportar mucho al proceso de construcción de paz. Ese es nuestro compromiso”.
Este logro representa para esas mujeres un aporte significativo a la construcción de paz y responde a un proceso efectivo de reincorporación. “La mujer excombatiente que está en proceso de reincorporación puede cumplir el rol de constructora de paz, vincularse a la sociedad de la información, fortalecer competencias de liderazgo”, puntualiza Córdoba.
Por su parte, María de los Ángeles Vargas, compañera de Flor Alba, afirma que “para nosotras fue muy satisfactorio haber participado de esa actividad, sinceramente fue el primer diploma que hemos recibido. Tenemos un regalo porque todas somos exguerrilleras y pensamos en nuestro futuro todos los días, por eso cada día lo tenemos que hacer mejor, esa es nuestra meta”.
Más allá de recibir un diploma que las acredita como técnicas laborales agropecuarias, estas mujeres recibieron un reconocimiento simbólico que premió su compromiso con la construcción de paz en Colombia, demostrando que las oportunidades para las mujeres rurales en proceso de resocialización son cada vez más tangibles.
“Estamos ad portas de la celebración de la firma de los acuerdos de paz. Que interesante es ver y poder reflejar cómo se están cosechando los frutos de estas apuestas de construcción de paz desde la cooperación internacional, el sector público, las fundaciones. Esa unión de muchos esfuerzos se plasma en resultados concretos que permiten dar credibilidad al proceso de paz. Esto demuestra que la resocialización es posible”, concluye Córdoba.