Opinión
Diciembre y todos los meses sin barbarie
La Navidad es una época en la que sacamos nuestro lado más empático y solidario con la gente. ¿Por qué no hacerlo también con los animales?
Una vaca se demora nueve meses para parir un ternero; la incubación del huevo de un ave, entre 21 y 28, dependiendo de la especie, y un cerdo nace después de haber estado siete meses en el vientre de su madre. Generalmente estos son criados para convertirlos en comida para los humanos, pero no olvidemos que primero son seres sintientes.
No busco promover el veganismo o vegetarianismo, pues considero que ser flexitariano es una buena alternativa porque consiste en dejar de comer proteína animal al menos una vez a la semana. Y es razonable buscar un intermedio, los procesos evolutivos de la humanidad se han dado gracias a la combinación de muchos factores –como la ingesta de carne y pescado. Sin embargo, es necesario racionalizar las cosas que obviamos y que consideramos “naturales”.
Por ejemplo: nos deberíamos preguntar sobre el número de animales que mueren para que nos alimentemos. Según un reportaje publicado en una cadena española, para el 2019, 76 mil millones eran sacrificados anualmente para el consumo humano. Se podría decir que es una situación “normal” porque tenemos una cadena donde unas especies se alimentan de otras, pero ¿es necesario comer tantos cárnicos?
Para el 2020, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) estimó que cada año un colombiano ingiere 10,7 kg de carne bovina, los argentinos, 39,7 kg. De otro lado, Colombia ocupa el puesto número 14 en la ingesta de pollo (31,1 kg anuales por persona) y en Israel, que está en el primer lugar, cada habitante come 65,1 kg. En la Unión Europea prefieren la carne porcina, con un promedio de 34,6 kg por persona.
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La producción de alimentos es responsable de la emisión del 37 por ciento de Gases de Efecto Invernadero, según Naciones Unidas, y un poco más de la mitad de este porcentaje se debe a la comida de origen animal. Como humanidad, una de las tareas que tenemos para preservar el medio ambiente es disminuir la demanda de cárnicos, sin embargo, la situación cada vez empeora pues mientras la población aumenta a un ritmo acelerado, el consumo a consciencia cada vez parece estar más lejos de la realidad.
Por ejemplo, estamos a unas semanas de las celebraciones navideñas y en esta época es cuando más se aumenta la ingesta de proteína animal. En el caso de Colombia, en diciembre el consumo de cerdo sube hasta un 50 por ciento, comparado con el resto del año. Para el 2015, según cifras de Fenavi, 66 millones de pollos estaban destinados para el mercado ese mes.
Y peor que el incremento de la demanda son las prácticas barbáricas que muchas veces se llevan a cabo en las celebraciones decembrinas para sacrificar a estos animales. Seguramente hemos escuchado historias de marranos que matan en las fincas para la Nochebuena o el fin de año con una puñalada en el corazón o a cuchilladas por todo el cuerpo hasta que mueren. También de gallinas, a las que les tuercen el cuello hasta quebrarlo, y de vacas que les cortan la garganta y mueren desangradas.
Lo he mencionado antes, lo ideal es reducir el consumo de carne en la vida diaria. No obstante, ya que una gran parte de la población prefiere alimentarse de los animales para sobrevivir, lo más justo es que puedan morir sin dolor y de la manera más digna posible. La Navidad es una época en la que sacamos nuestro lado más empático y solidario con la gente, ¿por qué no hacerlo también con los animales? Ellos también sienten, sufren y padecen. Las costumbres crueles con ellos deben terminar.
*Director del Área Metropolitana del Valle de Aburrá
@JDPalacioC