Opinión
Educación y consciencia ambiental para cambiar el rumbo
Colombia ha bajado su calificación financiera, pero esto no puede ser una razón para ser irresponsables con el planeta.
En el país estamos inmersos en la mayor confrontación política de este siglo, pero la institucionalidad debe permanecer. Muchos decimos que solo falta educación para cambiar el rumbo de las cosas, sin embargo, la solución es la suma de esta a la necesidad de generar consciencia sobre varias cuestiones.
Las sociedades son cambiantes y van más rápido de lo que queremos, pero todos tenemos la capacidad de discernir e, incluso así, seguimos actuando de manera inconsciente: creemos que lo que se daña se puede reponer con algunas acciones, como ocurre con el impacto ambiental que ocasionan nuestras actividades y que terminan afectando la vida humana, la riqueza natural y los ecosistemas. En general, al mundo entero.
Las dinámicas consumistas de hoy en día nos han llevado a producir más de lo debido, emitir Gases de Efecto Invernadero (GEI) y precipitar el cambio climático, poniendo en riesgo la sostenibilidad del planeta. No obstante, conociendo esta realidad, seguimos empeñados en responder a un modelo económico voraz.
Hoy Colombia ha bajado su calificación financiera y esto no nos debe conducir a ser irresponsables con el mundo que habitamos. Sé que las decisiones ambientales son costosas, pero al centrarnos en una recuperación económica no se pueden desconocer, por ningún motivo, las obligaciones con nuestro entorno y, en ese sentido, el camino es una producción responsable en todos los aspectos.
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7.700 millones de humanos que existimos en el planeta podríamos ser insuficientes para reponer el daño al medio ambiente, si todos vamos a estar en función de rescatar la economía -que ha sido tan golpeada por la pandemia- a cualquier costo. La recuperación tendrá que ser coordinada y depender, en gran parte, de los poderes legales.
En esencia, hemos sido dirigidos y reglados por la institucionalidad, por los gobiernos y por los líderes de cada territorio -en el espacio de la democracia-, donde los tomadores de decisiones han debido estar enmarcados por los fieles intereses generales de la sociedad donde, además, deberían estar en primer nivel las cuestiones ambientales y no las particulares. Así las cosas, parte del quehacer del servidor público y de los gobernantes es atender los cuestionamientos de las personas.
Sin embargo, en el caso de las autoridades ambientales –por ejemplo, cuando se les solicita información por hechos como la tala de árboles, la contaminación de las aguas, la degradación de las tierras y la puesta en peligro de la fauna, si bien están en la obligación de responder al llamado, la primera pregunta es si es un tema de respuesta normativa y sancionatoria o si es de responsabilidad del empresario y/o el ciudadano, al realizar actividades que impactan el entorno natural.
Las sanciones y los mecanismos coercitivos de los que dispone el Estado y sus órganos no siempre logran su propósito de evitar acciones que tienen un efecto negativo. De esta manera, las normas que reglan o sancionan deben mantenerse y actualizarse, de acuerdo con las realidades, pero no se puede olvidar que el compromiso por la sostenibilidad de nuestro planeta también es de los empresarios y la ciudadanía.
Hoy los grandes comercios, como Amazon, mueven la economía con algoritmos en los procesos de venta que les permite manipular los comportamientos de consumo de los usuarios de manera virtual. Y no juzgo estas dinámicas, cada quien decide la forma como compra o como vende. Entonces, no se trata de un juicio de valor, sino de ser conscientes sobre cómo las compañías pueden generar incluso mayores ingresos que naciones enteras y tienen la capacidad de cambiar el rumbo de los continentes, de países y personas con el uso de la tecnología, con el único fin de generar utilidad y riqueza en la actividad comercial.
Estos avances tecnológicos también podrían usarse para educarnos y enseñarnos a ser sostenibles. Solo es cuestión de voluntad de los grandes de la tecnología para aportar a esta dinámica, creando algoritmos con otros fines, teniendo en cuenta que cerca de 4.660 millones de humanos utilizamos internet.
Así, ese lugar en el ciberespacio al que una porción de la población mundial tiene acceso, ya no sería un medio únicamente monetario, sino un instrumento para lograr la responsabilidad social empresarial y ambiental.
No se trata de manipular, sino de construir para el bien de todos.
*Director del Área Metropolitana del Valle de Aburrá.
Twitter: @JDPalacioC