Agricultura
Cultivar café, una oportunidad para que las mujeres del Cauca sanen las cicatrices de la guerra y prosperen
Un grupo de mujeres de la vereda El Edén, en Cajibío, Cauca, encontró en este grano una nueva oportunidad para dejar atrás la violencia y compartir con Colombia y el mundo historias de esperanza y reconciliación.
El 7 octubre del año 2000 un grupo de guerrilleros de las Farc se tomó el corregimiento de Ortega, en el municipio de Cajibío, destruyó casas y asesinó a 13 personas. Las víctimas lideraban un movimiento de resistencia campesina contra el reclutamiento de menores por parte de esa guerrilla. Aunque el ataque sumó un capítulo más a la historia de violencia que azotó a la región desde los años 60, para los cajibianos la fecha conmemora una emblemática tragedia.
Diva Sánchez sobrevivió a la jornada de terror y aún vive en Ortega, en la vereda El Edén. “El sexto frente de las Farc asesinó a muchas personas, entre ellos a mi abuelo. Pedimos ayuda, pero nadie llegó, así que decidimos formar un grupo de autodefensas campesinas”, recuerda Sánchez, quien el día de los sucesos prestó primeros auxilios a los heridos.
No era la primera vez en la historia de Cajibío que la comunidad asumía su seguridad y resguardo. A finales de los años 70, los labriegos se organizaban para patrullar el sector y repeler con sus escopetas las incursiones guerrilleras. Eran tiempos difíciles, de incertidumbre y miedo. Adicionalmente, apareció la amenaza paramilitar con la llegada del Bloque Calima que sumó muchos jóvenes a sus filas.
Nueva cosecha
En diciembre de 2003 los campesinos desistieron de la violencia y cerca de 169 combatientes entregaron sus armas. Algunos estudiaron y emprendieron proyectos productivos, pese a las dificultades judiciales que acompañaron el proceso de reinserción. Entre ellos se encontraba Sánchez, a quien la guerra no distanció de su oficio de caficultora.
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En el nuevo contexto, el café se convirtió en una oportunidad para dejar atrás la guerra y prosperar. Hace tres años, Sánchez decidió transformar el negocio de su familia y crear una marca de café de alta calidad. Don Anselmo, como bautizó la empresa, es un homenaje a su abuelo y una excusa para dar a conocer la historia de la región a Colombia y el mundo.
Con un cultivo que no supera las dos hectáreas, pero con una serie de prácticas que la caficultora asegura le dan un alto valor agregado, Café Don Anselmo ha llegado a lugares tan lejanos como España, donde se sirven tazas preparadas con la variedad Castillo, un grano con exquisitas notas de caramelo y chocolate. Honorio García, propietario de Trike Koffee Roasters, en la provincia de Álava del País Vasco, es uno de los diez microempresarios españoles que apoyan esta iniciativa. “Colaboramos pagando precios justos y nos sentimos satisfechos ayudando a los caficultores y dando sentido a la cadena de valor”, comenta.
Detrás de la historia de prosperidad de la marca Don Anselmo también está Noris Pechené, la madre de Diva Sánchéz, y otro grupo de mujeres a cargo de la producción. Ambas tienen proyectado vincular a más mujeres que como ellas sean madres cabeza de familia, de escasos recursos y con la urgente necesidad de mejorar sus condiciones de vida.
Luego de superar la violencia, la falta de infraestructura y más recientemente la pandemia, el próximo desafío es lograr concretar alianzas estratégicas con instituciones públicas y privadas interesadas en construir paz y reconciliación a través de un buen café.
El tinto de la paz
Luego del proceso de desmovilización, muchos campesinos de Ortega se han capacitado con el apoyo de entidades como el Sena. Estudiar y emprender ha sido una forma de aportar a la reconciliación del país y la construcción de paz. Diva Sánchez cuenta que al inicio de su proceso de formación compartió las aulas con 29 guerrilleros de las Farc. “Esa fue la prueba más difícil de mi vida, porque como ser humano es muy complicado convivir con alguien que le ha hecho a uno tanto daño. Pero los conocí y nos hicimos amigos y escuché sus historias, primero de abandono, y luego cuando fueron reclutados por la guerrilla siendo tan pequeños”.
Actualmente Sánchez asesora a dos jóvenes desmovilizados de las Farc que buscan emprender con el café, quienes con su apoyo estructuraron y legalizaron la asociación Paz Café. “Con esto sané una herida muy grande de dolor y me sirvió para superarme como persona y ponerme en el lugar del otro”, concluye.