Especial Región Caribe
“El Caribe no ha sido agotado por García Márquez”: Gustavo Tatis sobre la riqueza cultural de la región
El periodista y escritor asegura que toda la gente del Caribe tiene una gran capacidad para contar historias: los letrados, los no letrados, la gente más sencilla, los campesinos y las personas de las aldeas.
Durante varias décadas, el escritor y periodista Gustavo Tatis se ha dedicado a contar el Caribe colombiano. El espíritu de esta región quedó plasmado en los personajes de sus libros, en los artículos que ha escrito, incluso, en varias pinturas. Tatis nació en Sahagún, Córdoba, pero hace años su casa es Cartagena. Desde aquí habló sobre esta región que tanto quiere y de la que todavía tiene mucho por contar.
¿Qué particularidades tiene narrar el Caribe?
GUSTAVO TATIS: El Caribe es un territorio de tradiciones orales. Digamos que todo lo que se ha escrito proviene de una rica tradición oral que está muy ligada al África. Y todo eso está enriquecido con la presencia indígena, árabe y europea, con todo el mestizaje cultural. El Caribe no es una realidad fija, sino que siempre está en permanente mutación, pese a que hay unos rasgos muy constantes. Hay una manera de atrapar el Caribe a través de la música, de la sensualidad, de la manera de hablar, que siempre tiene unos acentos que están muy ligados al agua y al paisaje.
A veces, cuando nos comemos una que otra letra es porque estamos en comunión con la naturaleza y formamos parte de un paisaje muy singular, de colores abrumadores. Y toda la gente del Caribe tiene una gran capacidad para contar historias: los letrados, los no letrados, la gente más sencilla, los campesinos, las personas de las aldeas. Te sientas a hablar con ellos y cada ser humano tiene una historia por contar, que está muy ligada a la tierra, a los trabajos, a los oficios. Entonces, ese Caribe no ha sido agotado por García Márquez.
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¿Cómo le ha aportado la región Caribe a su oficio de escritor y a su labor como periodista?
G.T.: Esencialmente yo he sido un cronista a lo largo de cuatro décadas en el diario El Universal. La crónica ha nutrido al escritor y ha servido para estar muy cerca a esa realidad de la que surgen todas las historias, de ficción o no ficción. Mi trabajo ha estado muy ligado a la crónica diaria, al estar en comunión con esas realidades del Caribe de las que surgen los relatos, los cuentos, las novelas y también las pinturas.
¿Por qué nació ese interés por la pintura?
G.T.: Vivo al pie de los colores del Caribe, que es como un arcoíris perpetuo: el nido de un colibrí, los atardeceres de Cartagena, las mariamulatas –de un negro tornasolado–, los pavos reales, los azules aguamarina del mar de San Andrés… Los colores de la flora y la fauna son extraordinarios, desde los más tenues hasta los más radiantes. A mí el color me seduce desde que era niño, pero no tenía conciencia ni tenía esa vocación.
Desde hace unos años hasta el día de hoy, siempre tengo tarros de pintura muy cerca de la cama y a veces me despierto en cualquier momento de la madrugada con la necesidad de llenar algún espacio de color. Tengo esa doble pulsión por las palabras y por los colores, muchas veces estoy escribiendo y termino pintando o al revés.
¿Cuáles son los grandes retos de la escena cultural del Caribe hoy en día?
G.T.: El Caribe ha tenido un problema y es la falta de sostenibilidad de las políticas culturales. En cada gobierno empezamos de cero a reinventar lo que ya se ha avanzado y he visto nacer muchos proyectos culturales que ya han desaparecido. Yo me asombro por el trabajo silencioso y obstinado de gestores, creadores e investigadores que hacen una labor sin mucho presupuesto y consolidan procesos culturales como El Colegio del Cuerpo, de Álvaro Restrepo, o la creación de bibliotecas que comenzaron en casas alquiladas y hoy existen y forman parte de la red de bibliotecas públicas, pero eso ha sido gracias a la labor de unos seres, diría yo, utópicos.
¿Qué historia tiene pendientes por contar?
G.T.: Tengo una serie de crónicas sobre personajes que he conocido en travesías, desde el Sinú hasta Cartagena, que quiero publicar en un libro. A mí me encanta viajar por los pueblos. A veces me preguntan si deben alojarme en un hotel y yo siempre prefiero quedarme en una hamaca, en una cama de viento, en una estera… La gran crónica surge en los obstáculos, en la incomodidad que se asume con gran alegría, y uno tiene que vivirlo.
¿Existe algún tesoro cultural en el Caribe al que no se le haya dado la importancia que merece?
G.T.: Por ejemplo, lo que han hecho los zenúes es maravilloso, ellos son unos artistas prodigiosos y su trabajo con el oro es extraordinario. En la historia del arte colombiano se habla poco de ese legado. O la teoría del color que está dentro del ser del Caribe, llámese indígena, afrodescendiente o mestizo. Es una teoría vivida, porque nosotros estamos al pie del arcoíris, casi que dormimos en el arcoíris, en una hamaca. Los que hacen hamacas en San Jacinto, en Morroa y en La Guajira tienen un sentido maravilloso del color. Me quedaría con lo más elemental, que tiene que ver con esos trenzados de las hamacas, que se hacen con un conocimiento de las lunas, que es como el de los campesinos que tienen una sabiduría inmensa para sembrar maíz, yuca y plátano, saben cuándo va a haber días de agua o días de sol.
Su vida con Gabo
Durante más de 30 años, Gustavo Tatis Guerra se ha dedicado a investigar la vida y obra del nobel de Literatura Gabriel García Márquez. De hecho, Tatis se interesó por Gabo en sus años de adolescente, cuando vivía en el Sinú, al darse cuenta de que muchas de las historias de la novela Cien años de soledad también sucedieron en su familia y en el barrio. Tiempo después se encontró con Gabriel Eligio García Martínez, el padre del escritor, quien lo llevó a conocer personalmente a Gabo en el municipio de Arjona, Bolívar.
Tras años de amistad y trabajo junto a Gabo, el periodista publicó el libro La flor amarilla del prestidigitador (2019), con 17 textos que revelan hechos, anécdotas y diferentes aspectos emocionales, familiares, periodísticos, cinematográficos, políticos, literarios y diplomáticos de la vida de García Márquez. Durante la presentación del libro, el autor explicó que no era una obra biográfica ni académica, sino una recopilación de entrevistas formales y de encuentros casuales.
En el libro se mencionan varias anécdotas como su ‘prodigiosa intuición’ y superstición; el apego al color amarillo y a las flores; y su capacidad de imaginar, a pesar de sufrir de pérdida de memoria.
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