Especial Valle del Cauca
“El estallido social descubrió una ciudad dividida”: Vanessa de la Torre sobre su natal Cali
La periodista descubre su alma caleña y asegura que en la ciudad, hoy, por fin, se siente el optimismo.
A Vanessa de la Torre nada le ha podido quitar el ‘vos’ cuando se pone brava. Tampoco las ganas de bailar salsa, ni la obsesión por los ríos y las empanadas. Eso le confesó a SEMANA cuando tuvo que pensar en aquellas costumbres que a pesar de vivir desde hace muchos años en Bogotá no ha perdido como caleña.
“Somos un mundo muy amplio porque somos Pacífico, pero también Cauca. La ciudad importante no era Cali, eran Popayán y Buga que son conservadoras. Pero también somos la salsa revolucionaria de los setenta y Héctor Lavoe y Celia Cruz que llegaban cada diciembre. Somos familiares y amigos, pero hay un clasismo muy fuerte que hizo que la ciudad se rompiera. Es el epicentro de la migración del suroccidente colombiano, es una región, no una ciudad. Somos profundos y también banales. De clubes y excluyentes. Todo eso somos los caleños”, aseguró.
SEMANA: Vive en Bogotá desde los 18 años, ¿cómo describiría su conexión con Cali desde la distancia?
VANESSA DE LA TORRE: Soy caleña desde cualquier óptica. Caleña de raíces negras. Pacífico. De mar y de río. Haber nacido y crecido en Cali definió mi relación con la naturaleza, con los lugares, con la comida, con la gente. Conservo muchas tradiciones y las reproduzco en mis hijas: ir a mercados, a ríos, al mar, amar la música, las costumbres afro. Para mí, es muy importante inculcarles el amor por el Pacífico y la admiración y el respeto por la raza negra.
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¿Qué es lo que más extraña de la ciudad?
V.D.L.T.: Mi mamá y mi hermano. En Cali están mis ancestros, el lugar donde nací y mis primeros afectos. Todo eso que soy en el alma. Por eso me gusta que mis hijas crezcan creyéndose caleñas y que recorran los pasos de mi pasado. Lo que más extraño es a mi padre, que lamentablemente murió sin conocer a sus cuatro nietas y sin ver a sus hijos cumplir sus sueños. Creo que estaría muy contento.
¿Hay algún lugar al que siempre regrese para revivir algún recuerdo feliz?
V.D.L.T: Trato de ir a la Galería Alameda porque me fascina la rellena de Carolina e impregnarme de todo ese ambiente de frutas, mariscos, hierbas y artesanías del Pacífico que se consiguen allá. Me gusta ir a bailar salsa, a comer empanadas al Obelisco, chuleta de El Buda y pizza de Salerno. Mis mejores recuerdos están ligados a mi colegio, el Gimnasio La Colina, a mis amigos de infancia que aún conservo, al río Pance y a la casa de mi mamá.
¿Qué significa la salsa para un caleño y qué canción siente que la representa?
V.D.L.T.: La salsa es rebeldía, como el jazz. Es noche, libertad. Pasión y contracultura. Cali es todo eso y yo también. Soy excesiva en lo que hago: en mi pasión por el periodismo, en el amor, en mi obsesión por leer y escribir, en mi relación con el mundo, con los amigos. Soy del Grupo Niche, pero tarareo a Guayacán. Escucho Te Invito, de Herencia de Timbiquí muy seguido y no me puedo enamorar de alguien que no sepa bailar.
¿De qué manera cree que haber crecido en Cali influyó en su personalidad y en su mirada como periodista?
V.D.L.T.: Ser de provincia me inculcó una sensibilidad especial, donde las necesidades de quienes viven en las regiones se convirtieron en mi prioridad.
¿Cómo percibe que cambió la ciudad después del estallido social?
V.D.L.T.: Cali cambió por completo. El estallido social dejó al descubierto una ciudad profundamente dividida, con unas furias muy profundas que hablan de la desigualdad que ha habido, de la incapacidad de sus líderes de dar oportunidades a todos los habitantes por igual. Cali pasó de ser una ciudad próspera, salsera, receptora principal de migrantes del suroccidente colombiano a convertirse en una ciudad opaca, donde la mafia sembró esa herencia maldita del dinero fácil. Los corruptos y los grupos armados y delincuenciales se han robado el futuro de tantos jóvenes; mientras la clase dirigente ha mirado con distancia e incapacidad esas necesidades. Todo eso quedó al descubierto en el estallido social.
Pero Cali está cambiando nuevamente. ¿Qué aspectos positivos resalta de ese proceso de transformación?
V.D.L.T.: Cali tuvo un reversazo muy evidente en los últimos años. Muchas administraciones cuestionables, corruptas. Años en los que la desigualdad se impuso. Ahora, con el liderazgo de Alejandro Éder y de Diana Rojas hay un nuevo florecer y se siente un optimismo especial. Hay líderes interesantes, jóvenes, nuevos, apostándole a la ciudad y eso comienza a notarse. La COP16 será sin duda un punto de ebullición determinante.
Las mujeres también han cumplido un papel determinante en la transformación social de Cali…
V.D.L.T.: Las caleñas son tremendas. En la política, en la música, en el arte, en el liderazgo empresarial. No doy nombres para no dejar injustamente por fuera a ninguna de esas mujeres tan fabulosas que se pusieron en los hombros la transformación de Cali. Pero las encuentras en todos los ámbitos: las madres cabeza de hogar que sacan a sus hijos adelante, las lideresas de Puerto Resistencia o Siloé que han frenado violencias y establecido oportunidades a punta de cariño, educación y ollas comunitarias. Las empresarias que asumieron el poder de las mujeres en una sociedad tan machista. Las mujeres están cambiando a Cali y seguramente la próxima alcaldesa será una mujer.