El Gobierno quiere hacer borrón y cuenta nueva, un riesgo que no necesitamos”:  director de investigaciones de la Facultad de Medicina de los Andes sobre la reforma a la salud
Luis Jorge Hernández, director de Investigaciones de la Facultad de Medicina de la Universidad de los Andes. | Foto: Cortesía Universidad de los Andes

Especial Desafíos de la Salud

“El Gobierno quiere hacer borrón y cuenta nueva, un riesgo que no necesitamos”: director de investigaciones de la Facultad de Medicina de los Andes sobre la reforma a la salud

Luis Jorge Hernández asegura que el avance del sistema es gigante, gracias a un trabajo articulado entre sector público y privado. Hoy la salud se percibe como un derecho y las personas ya no son atendidas bajo un esquema de caridad como sucedía antes de la ley 100.

25 de febrero de 2023

Luis Jorge Hernández es un médico cirujano con un vasto conocimiento del sistema de salud en Colombia. Es doctor en salud pública de la Universidad Nacional y actualmente ejerce como director de Investigaciones de la Facultad de Medicina de la Universidad de los Andes. También fue consultor de la Organización Panamericana de la Salud y estuvo vinculado con la Secretaría de Salud y el antiguo Seguro Social. A su juicio, Colombia tiene una red hospitalaria excelente y la medicina es, en general, muy buena gracias a la articulación entre el sector público y privado. Un esfuerzo conjunto que asegura no debería debilitarse por cuenta de la reforma que estudia el Congreso. En esta entrevista destaca los principales avances del sistema y critica que se hayan hecho políticas de gobierno pero no de Estado, afectando a las poblaciones más vulnerables.

¿Cuál es su diagnóstico del sistema de salud en Colombia?

Luis Jorge Hernández: No podríamos afirmar que el sistema de salud colombiano es el peor del mundo o que está en una crisis grave porque no es así. Con la pandemia pasó por una prueba de estrés y salió bien librado. Además, actualmente en Colombia la salud es un derecho y se percibe como tal, algo que no sucedía antes de la Ley 100 del 93, cuando las personas eran atendidas bajo un esquema de caridad. Si tenemos en cuenta ese aspecto y el hecho de que existe una articulación público privada, el avance del sistema es gigante.

Pero cuando se analiza la cobertura y la atención, especialmente en los territorios rurales y apartados, se evidencia un grave problema…

L.J.H.: Colombia necesita soluciones diferenciales y bajo un contexto territorial. Por ese motivo no podemos pensar en estandarizar la atención, ya sea urbana o rural. Y esa es, justamente, una de las preocupaciones con la actual reforma, que plantea un sistema único sin tener en cuenta esa diferenciación.

¿Cómo garantizar la atención de quienes viven en esa Colombia profunda?

L.J.H.: En la Ley 1438 del 2011 se habla de un sistema diferencial y de lo que se debe hacer para llegar a esas zonas vulnerables a las que al día de hoy no llega la salud. Entonces uno se pregunta por qué después de tantos años la situación sigue igual en los territorios y la responsabilidad no es únicamente de las EPS. Es evidente que ha hecho falta una rectoría del sistema de salud, regulación para que se ponga en marcha y se ejecute lo que ya es una ley. La responsabilidad más grande la tiene el Ministerio de Salud, que ha trabajado por los gobiernos de turno y no por quienes de verdad necesitan acciones concretas, que en últimas son las personas más vulnerables. Ha habido políticas de Gobierno, pero no políticas de Estado.

¿Cree que esa falta de articulación también ha retrasado la innovación en salud?

L.J.H.: Hasta 1999 el Instituto Nacional de Salud producía vacunas, suero antirrábico y suero antiofídico. Eso se debe retomar porque actualmente tenemos un rezago enorme en ciencia, tecnología e innovación. Además, hace falta fortalecer los centros de investigación en las universidades. Mientras que otros países invierten 1 o 2 por ciento de su PIB en investigación, nosotros sólo destinamos entre el 0,3 y 0,5. Debemos seguir el ejemplo de países como Chile, México, Argentina y Brasil, que ya son parte de la producción de vacunas en cualquiera de sus etapas, mientras que en Colombia se desmanteló la estructura de biotecnología.

Aún así, Colombia se convirtió en un hub para los extranjeros que buscan tratamientos y procedimientos de alta calidad…

L.J.H.: Colombia tiene una red hospitalaria excelente. Muchos centros en Bogotá, Medellín, Cali y la Costa Caribe están en el ranking de la Joint Commission International, que acredita a las mejores instituciones del mundo, y por eso nos volvemos muy atractivos para los pacientes extranjeros. Hoy somos fuertes en procedimientos de salud oral, rehabilitación, cirugía estética y bariátrica.

¿Podría decirse que ese reconocimiento es un logro de la articulación entre el sector público y privado?

L.J.H.: Sí. La medicina en Colombia es muy buena porque funciona con una red público privada. Por eso no podemos estigmatizar lo privado, ya que está cumpliendo con una función que complementa a lo público. Lo que necesitamos es trabajar en conjunto y crear más centros de excelencia, algo que una reforma mal hecha puede debilitar.

¿Cree que la reforma podría debilitar el sistema?

L.J.H.: La reforma presentada al Congreso tiene algunos aspectos positivos y otros que valdría la pena revisar en detalle. El peor escenario es que quedemos con una salud pública regular y mala, en donde para acceder a atención de calidad la gente tenga que afiliarse a servicios privados, que aunque van a dar garantías, lo harán por un costo alto. Hay que fortalecer el pacto social y tomar lo bueno de la reforma y hacerlo, y lo que no funciona ajustarlo.

En el sector de la salud existe incertidumbre por la reforma. ¿Cuál es su mensaje para quienes en este momento se están formando como médicos?

L.J.H.: A los estudiantes les recomiendo que lean críticamente la reforma, que la estudien y que hagan aportes porque tiene cosas positivas, pero también genera grandes incertidumbres. El Gobierno debe abrir espacios de reflexión porque un sistema de salud es un pacto social participativo y vinculante, y no puede darse a pupitrazo.