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El impacto del conocimiento de las especies en el bienestar de las comunidades de la Amazonia colombiana
El Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas SINCHI, de la mano con las comunidades, estudia grupos de flora y fauna para recuperar saberes tradicionales que contribuyan a la calidad de vida de los habitantes de esta región y un futuro más sostenible para las nuevas generaciones.
Recuperar el conocimiento tradicional a través de la fauna y la flora se ha convertido en una de las tareas clave del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas SINCHI. Aunque desde 1993 esta institución vinculada al Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible realiza y divulga estudios científicos de alto nivel relacionados con la realidad biológica, social y ecológica de un área que es el 42 por ciento del territorio nacional, documentar el número de especies de los distintos grupos biológicos en inventarios y colecciones es más que un registro o una estadística; es conocimiento que se traduce en bienestar.
Es por eso que a lo largo del tiempo ha estrechado su vínculo con las comunidades, lo cual favorece notablemente la continuidad de estos estudios. De hecho, las comunidades participan activamente en la investigación científica, hacen sus registros y generan información conjuntamente con el instituto, de acuerdo a sus intereses y perspectivas.
“Esto nos permite generar una forma distinta de hacer un diálogo y establecer unos ciclos económicos importantes para la sostenibilidad no solamente de las especies sino de las propias comunidades”, explica la directora general de SINCHI, Luz Marina Mantilla Cárdenas.
Un ejemplo de esta práctica es el apoyo brindado por la institución a mujeres en el departamento del Amazonas a través de un proyecto asociado al casaramá, el ají negro. Ese tucupí, como también se le conoce, es elaborado con yuca brava por medio de un procedimiento heredado del conocimiento tradicional. Además de fomentar la investigación científica, SINCHI busca generar formas importantes de sostenibilidad económica. “La idea es que sea una entrada económica para las propias comunidades”, comenta Mantilla.
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En cuanto a las especies de fauna y flora los investigadores de SINCHI trabajan de la mano con las comunidades indígenas y en algunos casos con comunidades campesinas asentadas en zonas rurales o ciudades de núcleos urbanos amazónicos con conexión directa y cotidiana con la biodiversidad. “Documentan, escriben y diseñan cuáles van hacer los estilos de monitoreo para luego abrir un diálogo con esas comunidades con el fin de identificar conjuntamente las especies que tienen mayor relevancia y mayores necesidades de investigación”, detalla.
Mantilla es enfática al aclarar que en estos resguardos las personas usan la biodiversidad para su consumo, las cifras, aclara, se mantienen en unos niveles muy bajos de extracción. “Para quienes están fuera de esta realidad, las sociedades mayoritarias, es muy difícil comprender cómo estas comunidades pueden mantenerse con cifras bajas de afectación”.
Enfoque comunitario
Mariela Osorno coordina el Grupo de Investigación de Fauna Amazónica de SINCHI, el cual hace investigación en biodiversidad de fauna de la Amazonia colombiana y en especies particulares por la importancia que tienen en el uso, porque generan algún tipo de conflicto o porque su estado de conservación no es el adecuado.
De estas investigaciones destaca el enfoque comunitario. “Partimos de la realidad de uso de las especies a nivel local y no necesariamente de las categorías de amenazas a nivel nacional o mundial”, explica Osorno. De hecho, los pobladores de las comunidades participan en el levantamiento de información durante los inventarios y en la divulgación de la misma.
Para los investigadores del instituto, el conocimiento local es de suma importancia y está ligado directamente al relacionamiento que las comunidades tienen con la naturaleza. “A diferencia de como operamos en las sociedades mayoritarias donde el ser humano se siente externo a la naturaleza, o dominador, los pueblos indígenas se conciben como parte de ella”, comenta.
Durante estos estudios, SINCHI evalúa principalmente las especies de fauna que se usan normalmente para alimentación, “ligadas y asociadas a la soberanía alimentaria de las comunidades”, precisa Osorno. Los resultados pueden determinar que las especies están siendo usadas en un nivel adecuado de sostenibilidad o, por el contrario, el uso sobrepasa los niveles adecuados para que las poblaciones se mantengan en el largo plazo. Con esta información a disposición, se inician procesos de monitoreo más extensos en los que participan ampliamente los miembros de las comunidades.
Según explica Osorno, a partir de esos resultados se establecen unos acuerdos y unas medidas de manejo “basadas en lo cultural y en lo tradicional y se genera, con la participación colectiva, nueva información y nuevo conocimiento para que de manera autónoma las comunidades puedan garantizar un mejor uso de la fauna”.
Soberanía alimentaria
Por su parte, las plantas alimenticias no convencionales que crecen en la región amazónica, representan una alternativa para la demanda alimentaria en las comunidades que la habitan. Dairon Cárdenas López, coordinador del Programa de Ecosistemas y Recursos Naturales, explica que “aunque estas soluciones basadas en la naturaleza no tienen ese enfoque de grandes aportes económicos, sí un aporte significativo en términos de recuperar conocimiento tradicional”. Sin embargo, aclara, no hay que desestimar las grandes cifras que estas comunidades ahorran cuando consumen productos de su entorno y no de los mercados. “No me refiero exclusivamente a la chagra, sino a las plantas que espontáneamente crecen en el bosque”, aclara.
Al inicio del levantamiento de los inventarios de uso del Instituto SINCHI, hace unos 15 años, se documentaron unas 367 especies de plantas alimenticias en la región amazónica, entre las que aparecían algunas introducidas como es el caso del banano. A partir de estos procesos surgió la necesidad de profundizar en las Plantas Alimenticias No Convencionales (PANCs), entendidas éstas como no introducidas, no cultivadas, que hacen importantes aportes nutricionales a las comunidades. Hoy se tiene un registro de 580 especies de plantas alimenticias, de las que se han logrado documentar 473 plantas PANCs.
Durante el trayecto corroboraron que muchas de esas especies objeto de estudio contenían “proteínas, vitaminas, antioxidantes y nutrientes en cantidades mucho más elevadas que una buena parte de las que consumimos actualmente de forma masiva como el arroz, la papa, entre otros alimentos que se comercializan”, explica.
Cárdenas, quien también es el curador del Herbario Amazónico Colombiano, destaca el valor que tiene el hecho de que estas plantas alimenticias estuvieran vinculadas a lo que se conoce como soberanía y seguridad alimentaria. “Nos referimos al derecho de los pueblos, de las comunidades, y los países, a definir sus propias políticas agrícolas pecuarias, laborales, de pesca, de forma que sea ecológica, social, económica y culturalmente apropiada a sus circunstancias exclusivas”.
Adicionalmente, el estudio de las PANCs tiene un componente muy significativo de género, detalla Cárdenas. “Las mujeres son las encargadas de la chagra en la región amazónica. Ellas asumen la recolección de frutos y los productos del bosque. Con estas prácticas van transfiriendo el conocimiento a través del tiempo, de generación en generación”. Este proceso surgió de los talleres de capacitación sobre biodiversidad y género que viene realizando SINCHI en las regiones, con la participación activa de mujeres indígenas.
“En estos encuentros se recorre el bosque con las señoras conocedoras y de regreso a las comunidades indígenas se les muestra a los participantes algunas plantas alimenticias no convencionales. Es muy sorpresivo descubrir que muchos de sus jóvenes no reconocen algunas de esas plantas. A eso nos referimos cuando hablamos de una recuperación del conocimiento tradicional”, relata Cárdenas.
Como la sostenibilidad no es algo que se logra en el corto plazo, el Instituto SINCHI participa de forma recurrente en convocatorias que le permitan dar continuidad a sus investigaciones. Sin embargo, destaca la importancia de incorporar sus resultados a los llamados planes de vida de las comunidades, que son “cartas de orientación que tienen en sus comunidades y que no es otra cosa que su planificación a futuro, una promesa de que estos temas seguirán siendo alimentados y que no quedarán en el olvido”, concluye Mantilla.