Especial Valle del Cauca
El poder transformador de la educación: Guillermo Murillo, de vender hielo a rector de la Universidad del Valle
La determinación de sus padres de sacarlo de la pobreza a punta de educación le permitió a Guillermo Murillo, rector de la Universidad del Valle, estudiar en Cali y convertirse en profesional. La educación fue el trampolín para salir de la pobreza.
La Universidad del Valle ha atravesado casi toda la vida de Guillermo Murillo, incluso cuando todavía no era uno de sus estudiantes. Esta institución, la más grande de educación superior en el suroccidente del país, fue una de las razones por las que, siendo un niño, se mudó junto con sus padres y hermanos desde Bajo Anchicayá hasta el Barrio Popular de Cali.
El sueño de su mamá, entonces ama de casa, y el de su papá, un obrero de la Central Hidroeléctrica de Bajo Anchicayá, a unos 95 kilómetros de la capital del Valle, era acercar a la familia a los principales centros de educación pública del departamento. “Buscando mejores colegios públicos porque en Anchicayá ya no había, nos fuimos para Cali”, recordó Murillo, nacido en Anchicayá en mayo del 66, pero registrado en Buenaventura. “Mi padre nos hizo saber que la única posibilidad de seguir estudiando era acá. Pensaba que, a futuro, podíamos entrar a una universidad pública. El referente era la Universidad del Valle”.
Guillermo adoptó como propio el sueño de sus padres. “La educación siempre es un factor de movilidad social”, puntualizó ahora. Después de graduarse del bachillerato ingresó a estudiar sociología y un año después se inscribió también en administración. “Se me abrió un mundo de posibilidades”, aseguró. Pero su mayor mérito no fue llegar sino mantenerse. Amenazaban los horarios tan exigentes por estudiar dos carreras —salía de la casa a las 5:30 de la mañana y volvía después de las once de la noche—, y los costos de la manutención que excedían el presupuesto familiar. Debió perseverar, y apelar a la creatividad para cubrir gastos de transporte, alimentación y útiles.
Ya había quedado claro su potencial para generar recursos adicionales en su infancia cuando empezó a vender hielo junto con sus hermanas en el Barrio popular. Aprovechando que tenían la única nevera de la cuadra, cobraban unos 10 centavos por gaveta. ‘Se vende hielo’, decía el letrero hecho a mano a las afueras de la casa. Incluso compraba gente que llegaba de otras cuadras por la vía sin pavimentar. “Mi papá nos compraba cada vez más gavetas porque los pedidos no daban abasto. Ese era el emprendimiento con mis hermanas. Estábamos pequeños”, contó Murillo, hoy con 58 años.
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Ese ingenio, que también explotó junto con sus hermanas fabricando bolsas de papel para tiendas, lo dejó en evidencia en la Universidad del Valle en esos días en que tenía para los gastos de ida hasta el campus, pero no para los de regreso. “Tenía que agarrar dos buses para llegar a la universidad, y dos buses para llegar a la casa. Cada trayecto era de hora y media. Para una familia humilde eran costos muy grandes”.
Cuando no tenía para volver, pedía prestado a amigos, o rogaba a conductores que lo dejaran pasar por encima de la registradora. Que ‘mire que soy estudiante’, que ‘por favor’, que ‘muchas gracias’. Nunca se quedó varado. Tampoco a la hora de sacar fotocopias. “A veces nos ponían tres o cuatro paquetes. No había cosa que diera más impotencia que no tener para el libro o fotocopia que había que estudiar. Menos mal tenía varios compañeros que las compraban todas. Lectura que iban desocupando me la iban prestando”, detalló Murillo.
Para garantizar la alimentación consiguió una beca que cubría el almuerzo en la cafetería central, y luego se volvió monitor de profesores a cambio de algunos recursos. Cuando se acercaban las cinco de la tarde, iba por un balde de plástico lleno de agua y una bayetilla roja, y se encargaba de limpiar los proyectores y los tableros verdes en cuatro salones de posgrado. Al terminar de retirar los rastros de tiza, después de tres pasadas con el trapo húmedo, volvía a su rutina de estudiante.
Cada esfuerzo tuvo sus recompensas, la mayoría de ellas dentro de Univalle, donde también se volvió asistente de investigación, profesor de cátedra y magíster en ciencias de la administración, gracias a una beca. Además, pasó por la vicerrectoría administrativa y luego por la de bienestar, antes de ser nombrado en noviembre pasado como rector para el periodo 2023-2027.