Cultura
¿Por qué la radio sigue siendo el medio más confiable en las regiones apartadas de Colombia?
Los habitantes de los municipios de Lloró, Convención y Hato Corozal, entre muchos otros, se informan, aprenden y reclaman sus derechos a través de estos espacios de escucha que se han convertido en efectivos medios de cohesión social y progreso.
“Siete y doce minutos de la mañana, bienvenidos y bienvenidas a Buenos Días Lloró”, dice Yuber Moreno al iniciar el magazín de la mañana en Lloró Estéreo, la emisora comunitaria del municipio que lleva el mismo nombre en el departamento de Chocó, a orillas del río Atrato, a una ahora de Quibdó.
El nivel de los ríos, el clima y el velorio de Carmen Tulia Guevara son algunos de los anuncios con los que despierta Lloró, mientras en las grandes emisoras ministros, funcionarios públicos, congresistas y empresarios son entrevistados. “Yo aquí soy el director de la emisora, una especie de ‘detodito’,: cobro el tiro de esquina y me toca ir a cabecearlo”, cuenta Moreno, quien hace de secretario, periodista, locutor, director y más, todo con el fin de mantener al aire la emisora las 24 horas del día.
Lloró estéreo se creó gracias al apoyo de la comunidad, que participó en todo el proceso. Desde la licencia, hasta la construcción de la caseta donde se guardan los transmisores. “Nos demoramos un día entero para subir arena y materiales. Donaron el cemento, las varillas y los maestros de obra contribuyeron con su trabajo”, recuerda Moreno. Gracias a pasteletones y rifas se consiguen los recursos para la compra de equipos y el sostenimiento de la emisora.
Hacer radio en Lloró es todo un desafío, pues este es considerado el lugar con el mayor promedio de altura de precipitaciones anuales del mundo y no porque llueva todos los días, sino porque cuando esto sucede las lluvias son torrenciales y por lo general están acompañadas de tormentas eléctricas. Esta condición obligó a idear un sistema de protección que se encuentra en la última casa que da con el cerro donde está la antena. “Cada vez que empieza a llover llamamos a la señora y le decimos que lo active”, dice Moreno.
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En un municipio donde el 80 por ciento de su población se encuentra en las zonas rurales, la radio es la compañía en las labores diarias. “La emisora es como una institución más. Aquí llegan primero que a la policía o la alcaldía”, comenta Moreno.
A 22 horas en carro y 1.040 kilómetros de distancia está Hato Corozal, en el departamento de Casanare. Aunque desde 2004 inició el proceso de licenciamiento, solo hasta el 2008 iniciaron las transmisiones. “Todo sucedió en medio de un conflicto que tenían paramilitares y guerrilla en el territorio de Arauca a tan solo un kilómetro del municipio, entonces había muchas cosas para tejer y reconstruir”, recuerda Deyler Escalante, director de la emisora comunitaria Capibara estéreo.
Esta emisora ha fortalecido su programación gracias a las actividades diarias con la comunidad y las autoridades. Su director asiste a los comités de gestión del riesgo, los consejos de política social, entre otros espacios, donde se reflejan los aspectos que hay que fortalecer en educación, por ejemplo, para prevenir la violencia intrafamiliar y el consumo de drogas. La cultura llanera, sus tradiciones y eventos también son protagonistas de este espacio radial.
En medio de la pandemia, Capibara estéreo fue una de las primeras emisoras en retomar el modelo de Radio Sutatenza y obtuvo un reconocimiento por parte del Ministerio de Educación. Con apoyo de los docentes del colegio Luis Hernández Vargas preparó contenidos que no solo ayudaron a los estudiantes de esta institución, también a niños y jóvenes de otros colegios y municipios en Tame, Puerto Rondón y Paz de Ariporo, en el departamento de Arauca, a donde también llega la señal.
“La radio comunitaria es una especie de esponja porque se convierte en la instancia a la que siempre ha recurrido la comunidad”, comenta Escalante, quien también utiliza este medio para realizar estrategias de mercadeo cuando se necesita comercializar algún producto o realizar una convocatoria.
En los límites con Venezuela, en el Catatumbo, más exactamente en el municipio de Convención, Norte de Santander, Geovanny Mejía lidera una de las emisoras de paz de la Radio Nacional de Colombia, que entró en funcionamiento el 13 de agosto del 2020.
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“El primer día hicimos apariciones en la programación nacional”, recuerda. “Convención, en medio de las dificultades del conflicto que aún persiste, es un municipio tranquilo y muy cultural”, señala Mejía y hace hincapié en que este tipo de emisoras tienen como principal objetivo hacer pedagogía para la paz por medio de la participación de asociaciones campesinas, indígenas, comunitarias y agremiaciones.
Aunque lleva poco tiempo al aire, la llegada de la Radio Nacional ha supuesto una oportunidad para los músicos empíricos. Con las emisoras de paz se adelantó el Festival de Músicas Campesinas. En Convención se conformaron varios grupos, incluso llegaron de diferentes zonas del Catatumbo para lograr un cupo en la final nacional que tuvo como ganador a la agrupación ‘Karmel Altachí’ de Convención. “Fueron a Bogotá para estar en grabaciones y eso marcó sus vidas porque nunca se lo imaginaron, eran campesinos que terminaban la jornada y se tomaban un ‘bolegancho’ con la guitarrita y cantaban un rato”, comenta Mejía.
A tan solo cuatro cuadras de allí está Fernando Jaramillo en Manantial estéreo, “dulce encanto del Catatumbo”. Esta emisora inició transmisiones gracias a la iniciativa del sacerdote Vicente Rozo Bayona, quien fue asesinado por el ELN en 2005 cuando iba de visita al municipio de Teorama.
“Cuando empezó la emisora tenía el dial 1002.5 y se hacía por medio de un transmisor ‘hechizo’ que venía desde Ocaña con 80 vatios de potencia”, recuerda Jaramillo, quien inició en el 2005 los trámites de legalización ante el Ministerio de las TIC.
Cuando el padre Rozo creó la emisora lo hizo para tratar de unir a las comunidades que se encontraban lejos del territorio de Convención. Era un espacio en el que podían dar a conocer sus necesidades básicas y ser escuchados por la institucionalidad. Y con ese propósito se ha mantenido desde entonces. “Nos dimos cuenta del poder que tiene una emisora para aportar a la paz y construir ciudadanía”, señala Jaramillo.
En Colombia existen más de 600 emisoras comunitarias y 200 de interés público. Estas cifras no incluyen a los medios comunitarios que han surgido del interés de las mismas poblaciones por contar sus historias como la Escuela Audiovisual Infantil de Belén de los Andaquíes, un ejemplo de comunicación para el desarrollo, ganadora de varios premios India Catalina por sus producciones.
Muchos de los periodistas que trabajan en estos medios hacen parte de la Red de Reporteros Comunitarios liderada por la Agencia de Renovación del Territorio, que busca que los jóvenes, líderes y voceros se capaciten para contar historias positivas y una nueva visión colectiva de las comunidades en los territorios priorizados para la implementación de los acuerdos de paz con los Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial.