Opinión

Ganadería y palmicultura: así aportan a un futuro más sostenible

La ganadería y la palmicultura, dos renglones claves para el desarrollo nacional, han sido sometidos históricamente a una serie de estigmatizaciones. Pero hoy ambos sectores merecen nuestra atención por sus ejemplos en prácticas sostenibles con beneficios tangibles para la economía y la productividad nacional.

Didier Tavera Amado*
27 de diciembre de 2024
Didier Tavera
Didier Tavera, director de la Federación Nacional de Departamentos | Foto: Semana

El hato ganadero colombiano es hoy el décimo segundo más grande del mundo y el quinto en América Latina, pese a que sus cerca de 29 millones de cabezas representan tan solo un promedio de 0,55 por persona, lo cual demuestra que hay mucho por donde avanzar para que el futuro no sea la expansión de la frontera ganadera sino la eficiencia del área actual destinada a ella.

La ganadería representa el 1,4% del Producto Interno Bruto Nacional (PIB) y se suma al que hace la agricultura, consolidando un importante aporte a un país con vocación agropecuaria.

Las proyecciones hechas por la FAO indican que de aquí al 2050 el consumo de carne y proteína en general crecerá de 20 a 38 kilos por persona. Esto significa, entre otras cosas, que la ganadería no se va a acabar y que el gran desafío es acelerar su conversión hacia una industria sostenible. En Colombia ya se registran importantes avances en esa dirección. Existen hatos, como el emblemático ‘Corocito’, en el departamento del Meta, donde están instaladas cercas vivas (conformadas por árboles y arbustos nativos), el silvopastoreo, que sustituyó a las viejas prácticas de grandes praderas y el uso de forrajes que fijan el nitrógeno al suelo.

Los nuevos modelos de productividad ganadera sostenible o carbono neutro prometen reducir en breve hasta en un 36% el impacto de los gases de efecto invernadero, mientras evitan la desertificación de los suelos y protegen la biodiversidad.

Por otro lado, el 60% de los productores de palma de aceite en el país cuentan ya  con un certificado de sostenibilidad.

La clave de la producción sostenible de la palma puede verse positivamente influenciada por el aumento de nuestra capacidad de producción de biocombustibles, lo cual nos permitiría además diversificar las fuentes de energía limpias y reducir -como ya lo hacen países como Brasil y Malasia con mezclas del 30 hasta el 100%- la contaminación y las emisiones de gases con efecto invernadero (GEI).

Con mayor voluntad, podríamos seguir sembrando palma sin deforestar y honrar a la Orinoquia como lo que es: la última frontera agrícola del país.

El llamado es a cambiar la estigmatización por la cultura y la educación en prácticas sostenibles, respaldar la transición y aprovechar la oportunidad para el desarrollo económico y social nacional de la mano de la palmicultura y la ganadería sostenible.

*Director ejecutivo de la Federación Nacional de Departamentos