Especial Valle del Cauca
Gustavo Álvarez Gardeazábal: “El futuro del Valle está en las virtudes de su gente”
El reconocido escritor tulueño, Gustavo Álvarez Gardeazábal, le midió el pulso a Cali y al departamento, analizó los principales desafíos y reconoció que en las virtudes de su gente está la clave para salir adelante.
El reconocido escritor tulueño, Gustavo Álvarez Gardeazábal, le midió el pulso a Cali y al departamento, analizó los principales desafíos y reconoció que en las virtudes de su gente está la clave para salir adelante.
A sus 79 años, el escritor y columnista Gustavo Álvarez Gardeazábal se levanta todos los días muy temprano, en su legendaria hacienda El Porce, en Tuluá, a escribir su crónica diaria, editarla como podcast, subirla a redes sociales y distribuirla entre sus fieles seguidores. A las 7:30 de la mañana revisa “el vigor que ha tenido”, lee las noticias más importantes y luego se ocupa de alimentar a sus pájaros y gansos. Les abre las puertas para que salgan a volar, mientras se sumerge en canales extranjeros para saber lo que ocurre en el mundo.
El Porce ha sido por tradición un lugar de encuentro de los políticos y líderes que van en busca de los consejos del hombre que inmortalizó piezas de la literatura nacional como Cóndores no entierran todos los días, El divino, Comandante Paraíso, El titiritero, El bazar de los idiotas y Los míos, entre otros, que describe como una profecía cómo sería el país gobernado por la izquierda. Lo suyo no han sido las medias tintas, sino los agudos dardos a la realidad nacional y regional, lo que le ha costado vetos, enemistades, pero siempre el reconocimiento por ser una de las voces más escuchadas de Colombia.
SEMANA: ¿Cómo ve hoy al Valle del Cauca?
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GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL: Yo he sido muy optimista sobre el desarrollo del Valle del Cauca, desde cuando fui su gobernador, hace 26 años, y lo soy diariamente, cuando sigo el pulso de su crecimiento. El Valle tiene unas ventajas que le pueden dar opción para tener un futuro inmediato con fuerza y para defenderse, porque son muchos los enemigos que lo circundan, empezando por los grupos armados, pero también por los deseos de desmembrarlo, que a veces en lugar de conseguir desbaratarlo, pueden llevarlo a revivir esa idea, que alguna vez escribí y compartí con Humberto González Narváez de El País Vallecaucano. El Valle posee una estructura económica, de salud y educación y tiene ingresos para ser definitivamente un país.
SEMANA: ¿Cómo es ese ejercicio diario de escribir Las crónicas de Gardeazábal, en las que le mide el pulso a la actualidad?
G.A.G.: Cuando era estudiante de la Universidad del Valle, en la década del sesenta del siglo pasado, escribía una columna diaria, primero en el periódico Occidente, y después, en El País. Por muchos años mantuve una columna en El Colombiano, y finalmente, en ADN. Cuando llegó la pandemia, y el presidente Duque nos mandó a ‘enchuspar’ a los viejitos, escribí Las crónicas del Enchuspado, que hoy se llaman Las crónicas de Gardeazábal y ya estamos cerca de las 1.000. Lo hago todos los días. He tenido disciplina y leo bastante, para tener un criterio lo más objetivo posible y lo menos paranoico, para no terminar como la mayoría de mis colegas que analizan la realidad nacional.
SEMANA: ¿Sigue siendo El Porce, su casa, el lugar al que llegan políticos y líderes en busca de consejos?
G.A.G.: Sí, aunque ya por las circunstancias de la edad y los problemas de salud no puedo recibir personas con el mismo ritmo. Pero tengo una agenda casi organizada para un mes, de gente que viene a oír mis planteamientos. Antes venían muchos políticos, pero ahora lo hacen más los empresarios y también gobernantes regionales. Sigo creyendo que hay que ser atento y amigo de todos, así no esté de acuerdo con la manera como gobiernen.
SEMANA: ¿Qué les diría a la gobernadora del Valle y al alcalde de Cali si fueran a pedirle consejo?
G.A.G.: Pues lo hacen con frecuencia y soy crítico duro de sus actitudes. La gobernadora, Dilian Francisca Toro, es una mujer que trabaja muchísimo. Tanto, que a veces no delega, lo que podría hacer para que le rindiera más. Y el alcalde de Cali, Alejandro Éder, tiene unas ideas globales y delega todo. Ese es el otro reverso. Él está tratando de identificar unos elementos para recuperar la ciudad, pero esa recuperación es muy ardua. Éder tiene ideas que me parece que hay que apoyar, pero que no ha sido capaz de socializar, cómo convertir al Barrio Obrero de Cali en el barrio de la salsa. Se puede hacer algo más aún, que el celo burgués no le ha permitido, que es usar el Bulevar del Oriente, que atraviesa toda Aguablanca y que podría ser el eje de esa Cali que no conoce la otra mitad de Cali. En el caso del Valle, la batalla es por la seguridad. Uno no puede tener problemas de seguridad tan grandes como los que hay en Buenaventura, Jamundí, Tuluá y el norte del Valle.
SEMANA: Hablando de seguridad, ¿qué es lo que más le preocupa?
G.A.G.: El gran problema del Valle del Cauca en este momento es la seguridad. A razón de las circunstancias políticas permisivas o de la búsqueda de una presunta paz total, se fue admitiendo una especie de ‘republiqueta’ independiente, a solo 15 minutos de Cali, en Jamundí, y allí campean las fuerzas de algunos de los grupos federados alrededor del comandante Mordisco. En la montaña central tenemos un grupo que ha reemplazado a antiguos disidentes de las Farc, yo no creo en disidencias, creo que es una guerra de traquetos como la que soportamos hace 40 años, ahora camuflados de guerrilleros. Este grupo, que es de la Nueva Marquetalia ha ido avanzando, también amparado en la misma tregua; tenemos otro foco en la zona del Pacífico, en el Bajo Calima, entre el ELN y los gaitanistas. Y ha habido unos avances en el Cañón de Garrapatas, que comunicaría al Valle con la costa Pacífica, por donde parece ser que sale mucha de la droga que se exporta para el beneficio de la economía clandestina.
SEMANA: El estallido social impactó con fuerza las fibras de una Cali que busca recuperarse, ¿cree que se ha avanzado en la reconciliación?
G.A.G.: Yo creo que el error es pensar en reconciliación. Lo que hay es que aceptar el fenómeno y lo que engendró. El estallido social le hizo perder a Cali muchísimo de lo que había acumulado a lo largo de muchos años. Cali perdió su norte. Se empezaron a saltar las normas elementales de respeto. Les ha tocado muy duro a los gobernantes, tratar de normalizar a Cali. Lo que deberían hacer es desarrollar esa fuerza juvenil que se hizo vigente en esas barricadas y que fue capaz de hacer lo que hizo. Me parece que hay que utilizar la fuerza del estallido social para impulsar los cambios que requiere este acelere en el que anda el mundo.
SEMANA: ¿Qué cualidades de su gente podrían servir para impulsar este cambio?
G.A.G.: La alegría, el humor y la capacidad de mamarnos gallo. Y en términos productivos, el vallecaucano en general trabaja de sol a sol. Esa capacidad de entrega hay que volverla nuevamente productiva, pero, sobre todo, capital de esperanza, entonces así tendremos futuro.
SEMANA: Antes de despedirnos hablemos de libros. ¿Cuántos tiene y cuál es su favorito?
G.A.G.: Yo perdí la cuenta, no llevo cuenta ni de cuántos gansos y patos tengo, ni cuántos libros hay en mi biblioteca que ya está la mayoría empacada, porque la doné a la Universidad de Tuluá. Los afectos se claudican frente a una realidad apabullante, yo soy Cóndores no entierran todos los días, ese es mi epitafio, en la tumba, en el mausoleo que ya tengo en Medellín, en el Museo Cementerio de San Pedro. Soy eso para la mayoría de los colombianos, aunque luego escribí muchas novelas como la que está recirculando por estos días que se llama Los míos, que es una distopía que mostraba qué le iba a pasar a Colombia cuando tuviera un gobierno de izquierda, ahora se está comprobando, 44 años después, que esa novela sí fue muy bien hecha y que tiene una capacidad profética.