Opinión
Hacer concesiones
En estos días por los que pasa Colombia, deberíamos mirar al modelo de colegios en concesión. Insistir en alianzas entre lo público y lo privado, que ayuden a crear porvenir, igualdad, justicia, hermandad.
Una mañana de 1998 recibimos en el Gimnasio Moderno la visita de un equipo de la Secretaría de Educación del Distrito. Estaba en sesión el Consejo Superior del colegio. La secretaria de educación era Cecilia María Vélez, quien después sería ministra de Educación y rectora de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
Los funcionarios de la secretaría querían pedir el apoyo del Gimnasio en un proyecto nuevo, que buscaba establecer lazos de unión entre los colegios de educación pública y los de educación privada. El apoyo del Moderno, conocida su trayectoria y prestigio, sería muy importante para el buen suceso del proyecto. Si el Moderno se embarcaba, de seguro otros colegios privados lo harían. Y a lo mejor universidades e instituciones de otra índole, que tuvieran en su norte la vocación de formar a los niños.
Era una iniciativa poderosa. Novedosa y arriesgada. Se quería establecer un vínculo fraternal, inquebrantable, entre colegios públicos y privados, en principio una veintena de ellos, de forma que los privados ayudaran, apadrinaran, protegieran, fortalecieran a los públicos.
El Consejo no lo dudó, guiado además por la resolución y el entusiasmo de quien era a la sazón el rector del colegio, Juan Carlos Bayona. Surtimos el proceso legal de adjudicación y muy pronto estábamos en Arborizadora Alta, un sector de Ciudad Bolívar, mirando el predio donde habría de construirse nuestro colegio hermano.
Lo más leído
De eso hace, como digo, más de 20 años. Otros colegios, universidades, comunidades religiosas y cajas de compensación acogieron también la idea. Los colegios en concesión, durante todo este tiempo, han tenido menores tasas de deserción, mejores índices de acceso a la educación superior, mejor desempeño en las pruebas de estado y menores tasas de embarazo adolescente. Esto, para mencionar solo algunos indicadores. En 2019 se echó a andar una segunda etapa con la creación de 12 colegios más bajo este sistema.
¡Entonces sí se puede! Sí es posible unir lo público y lo privado y hacer que funcione. Que traiga beneficio a las comunidades y que sea sostenible financieramente a lo largo de los años. Sí es posible, además, hacerlo de manera eficiente y a salvo de las garras de los ladrones. En estos días por los que pasa Colombia, deberíamos mirar este modelo. Deberíamos insistir en alianzas entre lo público y lo privado, que ayuden a crear porvenir, igualdad, justicia, hermandad.
Recuerdo que cuando en aquel año de 1998 se hablaba de sectores marginados de Bogotá, decía el rector Bayona que a los que había que “desmarginalizar” era a los niños de los colegios del norte, para que entendieran que su ciudad era más grande y para miles de muchachos y muchachas mucho más dura que lo que ellos podían imaginar.
Como sea, nosotros nos dedicamos intensamente a nuestra comunidad de Arborizadora Alta, intensamente. Iban y venían los estudiantes, de un polo de la ciudad al otro, en toda clase de eventos, encuentros e intercambios.
El día que una muchacha de Ciudad Bolívar y un muchacho del Moderno se enamoraron y se hicieron novios, fue cuando empecé a sospechar que el rector Bayona podía tener razón en lo que decía.
*Escritor
Lea también: Los cantos de paz de Corintown