Cultura
Hermanos Zapata Olivella, íconos de la tradición afro en Colombia
Delia y Manuel nacieron en Lorica y dedicaron su vida a la cultura. Sentaron las bases del famosos Festival Petronio Álvarez y exaltaron las tradiciones cordobesas.
Los hermanó la sangre, pero también el arte. Delia y Manuel. O, cronológicamente, Manuel y Delia. Él nació en Lorica, Córdoba, en 1920. Ella, también, pero seis años más tarde. Ambos fueron hijos de ese adalid del pensamiento libre, el maestro y rector del Colegio La Fraternidad, don Antonio María Zapata Vásquez. Desde temprana edad montaron breves obras de teatro y comedias ligeras en la casa, ayudados por sus otros hermanos. Delia acentuó el proceso y reunió a un grupo de amantes de la danza. Practicó con ellos. Adquirieron jerarquía y lograron presentarse en el antiguo Teatro Heredia de Cartagena.
Ambos estaban destinados a confrontar la tradición. Estudiaron en la Universidad Nacional de la capital colombiana. En la década de los cuarenta algunos se sorprendieron al ver en el campus a una mujer que conversaba sin reparos ni vergüenzas con los estudiantes hombres. Ella cursó danza y baile, tuvo formación en artes plásticas y organizó su grupo de ritmos y danzas folclóricas. Él optó por la medicina, azotado por la obsesión del vagabundeo y la literatura. Lo cual lo condujo a salir a pie por Centroamérica hasta llegar a Estados Unidos; llevaba su primera novela, Tierra mojada, envuelta en un saco.
En 1953, después de discutir con Fernando Arbeláez, el director del Teatro Colón de Bogotá, quien sostenía que ese espacio era para óperas y música sinfónica, y no para danzas populares, Delia hizo ahí su debut. En 1957, con los Gaiteros de San Jacinto y varios de los pasajes comprados a crédito, ambos hermanos encabezaron una gira internacional que los llevó a España, Francia, Alemania, Checoslovaquia, la Unión Soviética, y China. A ese grupo se uniría en París el joven escritor Gabriel García Márquez. Luego se presentaron en Estados Unidos y en varios países de Centroamérica. En todos los escenarios cosecharon aprobación y aplausos. En esa agrupación también estuvieron Leonor González Mina (la ‘Negra Grande de Colombia’) y Totó la Momposina, a quienes Delia y Manuel habían descubierto en sus rastreos investigativos por el Caribe y el Pacífico colombianos.
En ese trabajo de conocimiento y búsqueda, los dos hermanos dejaron sembradas las huellas de la educación, la amistad y el recuerdo. El profesor Darío Henao sostiene que en ese trabajo de los Zapata Olivella por el Pacífico se encuentran los precedentes del ya consagrado Festival Petronio Álvarez que se realiza cada año en Cali.
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En 1963, mientras Manuel escribía Pasión Vagabunda, Chambacú, Corral de negros y La calle 10, Delia, activa como siempre, ejercía de directora de danzas del Instituto de Cultura Popular de Cali. Un año más tarde fue invitada al Festival Artístico de Verano de Panamá. En 1965, becada, dicta un curso en el departamento de música de la OEA en Washington, una oportunidad que le permite conocer y estudiar danzas negras en Nueva York con la famosa maestra Katherine Dunham. En 1967 trabaja como docente en la Universidad Nacional, en Bogotá, y colabora con la formación de muchos estudiantes que después regresaron a sus regiones y multiplicaron sus enseñanzas. También fue profesora en la Universidad Central y creó la carrera de Danza y Teatro en la Universidad Antonio Nariño.
En los años setenta, cuando Manuel estaba sumido en una profunda reflexión literaria a partir de la suerte de su novela En Chimá nace un santo, por insinuación del profesor John Brushwood entró a estudiar en el Instituto Caro y Cuervo. Este aprendizaje se reflejaría luego en la escritura de su magna obra Changó, el gran putas. En esa época su hermana mostraba sus dotes de orientadora y creó la Fundación Instituto Folclórico Delia Zapata Olivella en el barrio bogotano La Candelaria, para ampliar la divulgación del folclor musical colombiano. Esta entidad cultural es hoy dirigida por su hija, Edelmira Massa Zapata.
Apenas comenzaba el siglo XXI cuando Delia marchó a África a investigar las raíces culturales de la danza y la música del continente negro. En Costa de Marfil se infectó de malaria. Enfermó. Como consecuencia de este padecimiento falleció en Bogotá el 24 de mayo de 2001. Por orden suya sus cenizas fueron esparcidas en la Bahía de Cartagena desde el galeón Bucanero.
Entre tanto, Manuel logró finalizar su novela Itzao el inmortal, aún inédita. El escritor falleció el 19 de noviembre de 2004 en Bogotá. Por mandato suyo fue cremado y sus cenizas arrojadas al río Sinú, en Lorica, para que las arrastrara al mar y este las llevara al África. Hasta en esa forma de ofertar sus restos, Delia y Manuel se mantuvieron unidos. Identificados hasta en la muerte.
*Escritor, catedrático, director de ‘El Túnel’ de Montería.