Cultura
Así se ganó su fama el sombrero vueltiao, la tradicional artesanía colombiana que han lucido presidentes, Papas y deportistas
En la cabeza de personalidades como Bill Clinton, el papa Francisco y Roger Federer ganó reconocimiento mundial y hoy es uno de los grandes símbolos del país. Los indígenas zenúes comenzaron a fabricarlo en la época prehispánica y actualmente se teje en el municipio de Tuchín, Córdoba.
Como la mayoría de los niños de Tuchín, Marcial Montalvo ya había aprendido a trenzar la caña flecha antes de cumplir los diez años. Resguardándose del sol, sus familiares y vecinos entrelazaban las fibras de esa planta esbelta para darle vida a uno de los símbolos cordobeses: el sombrero vueltiao. En ese entonces, la década de los cincuenta, sólo lo usaban los campesinos y los ganaderos de la zona para protegerse de la canícula sabanera. A Montalvo nunca se le ocurrió que la tradicional prenda del pueblo indígena zenú podría ganar fama nacional e internacional.
En 1987 Marcial se dedicó de tiempo completo a la caña flecha. Dos años antes, el sombrero vueltiao había dado un golpe de fama cuando el boxeador Miguel ‘Happy’ Lora se convirtió en el campeón mundial del peso gallo y, en medio de la celebración, se lo puso en pleno cuadrilátero. Montalvo se dedicó a su fabricación y con sus propias manos hizo diversas piezas para personalidades nacionales y extranjeras. En 2013, por su valioso trabajo, recibió la medalla Maestro de Maestros de Artesanías de Colombia. Gracias a su labor y a la de otros artesanos, el municipio de Tuchín ha prosperado y “más del 90 por ciento de la comunidad vive de esta tradición”, explica Claudia Garavito, profesional de gestión de Artesanías de Colombia.
El maestro Montalvo explica el proceso de fabricación: “Una persona recoge la caña flecha. Otra la pela y la vende. Una diferente tintura las fibras de negro (su color natural es blanco) y las trenza. Luego un comprador o ‘acaparador’ paga por los metros de trenza, se los vende a los cosedores y ellos elaboran el sombrero”. Él asegura que esta cadena productiva permite que todos en Tuchín se beneficien. Por otro lado, las pintas –los diseños que caracterizan al sombrero y que representan elementos del entorno de los zenúes– cada vez son más ricas y diversas. Marcial lo sabe bien: “Yo, que vengo de una comunidad pobre, creo que el sombrero vueltiao ha sido como un regalo del cielo para todos”.
Lea también: Esta será la década del río Bogotá
Lo más leído
Le puede interesar: Una colombiana entre las docentes de geociencias más inspiradoras del mundo