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La increíble historia de Víctor Simarra, que pasó del analfabetismo a publicar el mejor libro de cocina del mundo
Ganador del Premio Vida y Obra como gestor cultural del Ministerio de Cultura, este hombre ha promovido la gastronomía, la lengua palenquera y las tradiciones del municipio.
Eran las once de la mañana en Cartagena: el sol se acercaba al punto más alto del cielo y el mar permanecía apacible. En la Ciudad Amurallada, Víctor Simarra, palenquero y gestor cultural desde 1970, respondió a la llamada debajo de un árbol de caucho. Dijo que era frondoso, como decenas alrededor, y que la imagen completa —el mar, las murallas, la gente— era la cúspide de la belleza. No es difícil creerle: el Caribe siempre ha sido su esencia. Su pasión.
El 18 de octubre, el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes anunció a Víctor Simarra Reyes como ganador del Premio Nacional Vida y Obra al gestor cultural, el máximo reconocimiento entregado a aquellos colombianos cuyo trabajo ha enriquecido el campo cultural del país. A lo largo de su vida, Simarra ha preservado y promovido incansablemente la riqueza gastronómica de Palenque, la lengua palenquera y las tradiciones del pueblo.
“La ola se regó y fue así como me enteré. Yo soy un convencido de que uno debe ser perseverante para alcanzar las cosas, pero sobre todo humilde, tal y como lo han sido todos los líderes de nuestra comunidad. Yo llevo 54 años en esto, desde que tenía 14. Siempre preocupado por el colectivo. Es una satisfacción que se siente familiar”, comentó Simarra.
Nació en San Basilio de Palenque (Bolívar) en 1956. Su padre, Norberto Simarra, era campesino, y su madre, María Reyes, ama de casa. En una familia de diez hijos —ocho varones, dos mujeres—, Simarra fue el último en nacer. Tanto sus hermanos como su padre resolvieron que Simarra no debía frecuentar el campo sino la cocina: preparar los alimentos, transportar el almuerzo. No hubo otra opción y aceptó. Nunca sospechó que esa tarea le cambiaría la vida.
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“En la casa los hombres teníamos que turnarnos las tareas y mis hermanos decidieron hacer un reglamento. Ellos no querían que yo fuera al campo, sino que les cocinara. Fue así como aprendí. Además, cuando hablamos de cocina en Palenque, hablamos de la cocina de “embuste, embuste”. Una cocina desarrollada por un grupo de personas contemporáneas que no tuvo acceso a las instituciones educativas. No había ni tres”, mencionó Simarra.
La ausencia de la educación tradicional (matemáticas, ciencia, humanidades) provocó que la cocina fuera una de las primeras instrucciones de los niños en Palenque. “Era una enseñanza de familia que dictaba que los primeros pasos se aprendían en la casa. Quien tuvo “la culpa” de mi amor por la cocina fue mi núcleo familiar y la historia”, agregó Simarra.
En 2009, Simarra no sabía leer ni escribir, pero su sazón era impecable. Su receta más emblemática, el arroz con bleo, la había aprendido de sus padres a través de la oralidad.
Fue entonces cuando comenzó a cursar la primaria a los 55 años, junto con otros quinientos palenqueros que, dos años después, se graduaron del primer ciclo de estudio de la Fundación Transformemos.
Al finalizar, la materialización de sus aprendizajes fue un libro. Que no fue cualquier libro, sino el mejor libro de cocina del mundo en 2014: el Kumina ri Palenge pa tó paraje, que en español traduce Cocina palenquera para el mundo.
“En 2012 ya estábamos representando a Bolívar en Francia. Luego, fuimos a China en 2014 y ganamos el primer puesto en los Gourmand Awards de Beijing. Diez minutos después de que obtuvimos el galardón, el presidente Juan Manuel Santos nos llamó para felicitarnos. Todos los cuadros de palenque, las personas, nos juntamos”, recordó el gestor.
El arroz con bleo fue una de las preparaciones estrella: un arroz hecho con maíz, hojas de bleo, cebolla, ajo y codillos. La sarapa de pescado, el arroz de auyama, el bollo limpio, la mazamorra de plátano, el arroz de coco con fríjol, la cocada de ajonjolí, el enyucado y las bolas de maní fueron otras de las recetas incluidas en el libro. Todos estos platos insignia de la gastronomía palenquera.
“El bleo es una planta que no es difícil de conseguir. Está en más de 55 países. Lo que sí es complejo es la industrialización, porque comercialmente no es práctico. Cuando uno no tiene cómo pagar la publicidad, casi nadie te para bolas. Los bleos están en el campo o, incluso, en la calle”, apuntó Simarra.
Antes de convertirse en gestor cultural, Simarra soñaba con ser locutor de radio o conductor de televisión. El tiempo pasó e inspirado por el legendario Pambelé fue boxeador en cuatro peleas. Fracasó. Entonces decidió ser lustrador de botas en la capital del Bolívar y liderar algunas experiencias de ecoturismo. La gastronomía, sin embargo, siempre estuvo latente. Como una promesa que debía cumplir.
Su abuela, Gregoria Ortega de Simarra, fue la responsable. Ella vivía en el centro de Palenque, cerca de muchos familiares: yernos, nietos, tataranietos. En las tardes, Ortega pasaba una especie de “revista militar”, en la que los miembros de la familia debían visitar inexorablemente su cocina para probar un bocadito de arroz. Aquel que no iba, era castigado.
“A mí me tocaban como tres o cuatro bocaditos. Fue mi gran inspiración. Me enseñó a hacer arepas de yuca asadas en brasa de leña, con hoja de bijao, tártara, azúcar o remojado de leche. Su enseñanza más grande fue la disciplina. Yo fui estudiante de una institución educativa hasta después de los 50 años, pero la disciplina la aprendí de ella”, completó el gestor.
Simarra ya no vive en Palenque, pero dice que volverá pronto. Sueña con fundar un centro de formación en el municipio que articule más agentes culturales que estimulen cambios positivos.