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Los chimilas, un pueblo indígena que se resiste al olvido
Por primera vez un chimila es alcalde municipal de El Copey, en el Cesar; esto siembra esperanza en el resguardo Itti Takke, asentado en la vereda Miraflores. Así están trabajando por el reconocimiento de su territorio y por evitar la desaparición de su lengua.
Resistencia. Esa es la palabra que la comunidad indígena chimila adoptó como símbolo ante las situaciones que ha afrontado desde la colonización y que han significado una lucha constante para preservar su territorio y cultura, que hoy es prioridad para la administración municipal de El Copey, donde se emprendió un trabajo insistente con las entidades del Estado para que no la olviden.
“Nuestra etnia tuvo que vivir dos situaciones muy duras”, dice Francisco Meza Altamar, primer alcalde chimila de El Copey. Se refiere a los desplazamientos y afectaciones ocasionadas por las Farc y los grupos paramilitares, entre 1990 y 2006, que fueron reconocidas por la Corte Constitucional en 2009, al declarar al pueblo chimila en riesgo de desaparición cultural y física.
A pesar de que más de 50 familias se desplazaron a municipios cercanos como Chimichagua, Sabana de San Ángel, Fundación, entre otros, finalmente regresaron 23 familias al territorio. “En 2015 hicimos un diagnóstico para conocer toda la afectación y el abandono institucional que habíamos sufrido en cada asentamiento y el balance fue que no recibimos apoyo por parte del Gobierno”, cuenta el cabildo gobernador del Cesar, José del Carmen Macías.
Tres años más tarde, el 20 de noviembre de 2018, un juzgado especializado en restitución de tierras de Santa Marta, reconoció, mediante la sentencia número 004, las dificultades que ha padecido este pueblo. Entonces se ordenó a los ministerios del Interior y de Cultura reconocer simbólicamente la delimitación histórica, así como amparar y restituir los derechos fundamentales territoriales de la comunidad.
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Meza Altamar expresa que lograr el cumplimiento de lo dictado en esta sentencia ha sido un gran reto. “En diferentes ocasiones le dirigimos cartas al Ministerio del Interior y nos mandan para la Agencia de Restitución de Tierras, de allá a la dependencia de asuntos indígenas del Ministerio del Interior y nos tienen como un pimpón”, cuenta el mandatario y advierte que con la pandemia todo es aún más complicado.
Un esfuerzo comunal
“La resistencia ha sido uno de los fundamentos para permanecer a lo largo del tiempo”, afirma Meza Altamar, quien desde que llegó a la administración municipal se trazó como objetivo hacer visible a su pueblo. La cacica Teodolinda Gastelbondo ha cumplido un papel fundamental, con más de 74 años sigue ejerciendo su liderazgo y la misión de preservar la lengua ette taara, en riesgo de desaparecer.
De acuerdo con el autodiagnóstico que realizaron los chimilas junto con Ministerio de Cultura, solamente el 23,5 por ciento de la población habla y entiende la lengua, la mayoría son ancianos y líderes de la comunidad. “Estamos rescatándola y enseñándola a las nuevas generaciones, así como la llevamos a otros asentamientos que han perdido su cultura”, revela Macías y añade que es gracias a la lengua que una comunidad se identifica y fomenta el sentimiento de orgullo por ser indígena.
En la cabecera municipal adecuaron un museo donde se exhiben manifestaciones culturales y artísticas de antepasados y una colección de más de 180 piezas arqueológicas que se cree podrían llegar a 650, gracias a recientes descubrimientos que se han hecho en el territorio.
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La comunidad espera que pronto sea reconocido su territorio ancestral para que puedan constituirse como un resguardo indígena. De acuerdo con Macías, para lograr esto se necesita realizar un recorrido con el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh) e identificar los sitios sagrados. “De esta forma se podrá realizar una marcación simbólica y hacer un mapa ancestral de la población”, añade.
Por último, el alcalde Meza Altamar señala que van a tener mesas de trabajo permanentes para garantizar la preservación de la historia y cultura del pueblo chimila, con especial esfuerzo en la conservación de la lengua, que consideran un bastión de sabiduría a través del cual seguirán persistiendo hasta lograr el reconocimiento de su territorio.