Salud
Medicamentos biosimilares, una alternativa de ahorro para pacientes en las regiones colombianas
La introducción de biosimilares en el mercado nacional ha contribuido a optimizar los recursos del sistema de salud ya cerrar las brechas de acceso a medicinas.
En los últimos años se han empezado a vencer las patentes de los medicamentos biológicos, motivo por el cual las farmacéuticas han creado moléculas parecidas a éstas bajo el nombre de biosimilares. En Colombia, desde el 2019 el Invima empezó a estudiar y autorizar la viabilidad de estos medicamentos. El trastuzumab, comercialmente conocido como Ogiviri, fue el primer biosimilar en ser aprobado en el país para el tratamiento del cáncer de mama.
Diego Rosselli, neurólogo del departamento de Epidemiología Clínica y Bioestadística de la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana, explica que la introducción de biosimilares en el mercado nacional ha supuesto grandes beneficios a nivel microeconómico, al representar un ahorro significativo para el paciente y a nivel macroeconómico, al contribuir con la optimización de los recursos del sistema de salud.
Aunque son considerados los genéricos de los biotecnológicos, la producción de biosimilares es equivalente en propiedades, calidad, eficacia y seguridad a un medicamento biológico. “En condiciones de competencia, los precios de estos podrían disminuir en promedio entre un 30 y un 60 por ciento con respecto al biológico de referencia”, afirma Rosselli.
Andrés Zuluaga, médico cirujano de la Universidad de Antioquia y magíster en Ciencias Básicas Biomédicas, advierte que los medicamentos biosimilares surgen de un proceso científico sistemático y riguroso en su desarrollo y aprobación. “Estos se fabrican con células mediante un proceso diferente al de los fármacos biológicos, por esta razón, son sólo similares y no iguales”.
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El Ministerio de Salud y Protección Social estableció en el 2014 un sistema regulatorio específico para “el registro sanitario de medicamentos biológicos nuevos (pioneros) y conocidos (biocompetidores, biosimilares o biogenéricos)”, por medio del Decreto 1782. La norma estableció tres tipos de rutas para demostrar las condiciones de calidad, seguridad y eficacia. “Se requiere información analítica, funcional, preclínica y clínica que incluye entre 40 y 105 estudios que soportan las características de comparabilidad, eficacia y seguridad”, señala Zuluaga.
Estos medicamentos son de una complejidad mucho mayor que los de molécula pequeña y requieren de procesos de manufactura mucho más elaborados, por eso Colombia apenas inicia la ruta de producción, sin embargo, su presencia en el mercado significa competitividad. Para Rosselli ésta no solamente se ve reflejada en el precio. “Se crean otros beneficios, por ejemplo, que los laboratorios puedan desarrollar mecanismos para mejorar el acceso de los medicamentos en ciudades pequeñas e intermedias en Colombia”.
Entre el 15 y el 20 por ciento del gasto total de medicamentos en el país se produce en medicamentos biológicos. “Si se logra reducir en un 10 por ciento se puede tener un ahorro impresionante”, destaca. Así mismo, es claro en afirmar que esta reducción no solo aplica para las EPS. “Con estos se rompen las barreras de acceso y por ende aumenta el número de pacientes que reciben medicamentos”.
Aunque Colombia ha manejado una postura intermedia en los procesos de aprobación, es líder en América Latina al ser un mercado exitoso para los biosimilares en los últimos años, mucho más que Estados Unidos, en donde la presión de las farmacéuticas es más grande.
Por el momento en el país se han visto beneficiados pacientes con cáncer, artritis reumatoide, psoriasis, enfermedad de Crohn y esclerosis múltiple, entre otras patologías. Sin embargo, con la pandemia generada por el covid-19 se espera que en algún momento se produzca una reducción forzosa en el gasto de salud. “Para nadie es un secreto y ahí pueden entrar los biosimilares a mitigar el impacto”, concluye Rosselli.