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Misión Colombia: una red de 300 voluntarios que trabajan para mejorar las condiciones de vida en comunidades del Chocó y La Guajira
Lo que empezó como una pequeña iniciativa familiar en el 2008, se ha convertido en una poderosa red de voluntarios que dos veces al año viajan a estos departamentos para realizar actividades culturales, instalar equipos tecnológicos y desarrollar iniciativas de seguridad alimentaria.
Cuando el abogado Camilo Devia empezó a trabajar en el barrio San Cristóbal Sur, se dio cuenta de que en pocos kilómetros la realidad de una persona en Bogotá cambiaba drásticamente. Fue así como en el 2008 creó una pequeña red de apoyo con su familia y amigos para ayudar a personas de los barrios más vulnerables. Con el paso del tiempo se extendió a comunidades en el Chocó y La Guajira, gracias al apoyo de más de 300 voluntarios que hoy hacen parte de la Fundación Amigos Misión Colombia.
“En San Cristóbal veía gente rogando por comida y cuando venía en las noches al norte para reunirme con mis amigos notaba exceso de abundancia y privilegios”, cuenta Devia, quien rápidamente identificó gente cercana que contaba con los recursos para ayudar a estas personas. “Este es un país de muchísimas necesidades, pero verlo en el día a día es impactante”, añade.
La primera iniciativa que surgió fue Navidad Feliz, la cual volvieron una tradición de cada diciembre desde el 2008. “La idea no es regalar un muñeco de 10.000 pesos, al contrario, buscamos generar un impacto significativo, por ejemplo, regalarle una tableta a un niño para que pueda estudiar”, comenta Devia, y destaca que desde entonces han logrado entregar más de 9.000 regalos en Bogotá, Boyacá, Chocó y La Guajira.
El impacto que empezaron a tener les generó un crecimiento en el número de personas que requerían de su apoyo, por eso en el 2013 convirtieron la iniciativa en un espacio abierto donde quien quisiera llegar a ayudar lo podía hacer. Al año siguiente ampliaron su rango de acción y, junto a los voluntarios que se fueron sumando, empezaron a hacer misiones en el Chocó y La Guajira.
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“Durante tres días visitamos algunas comunidades y les llevamos soluciones, así como actividades”, explica Devia, quien junto a su equipo planea cuatro misiones al año, dos en el Chocó y dos en La Guajira. Durante su estancia entregan computadores, filtros de agua, construyen galpones, huertas, pozos de agua y hasta parques infantiles. Además de llevar una brigada médica de la Sociedad Colombiana de Pediatría.
“Para lograr estas acciones nos entrenamos física, mental y espiritualmente durante tres meses”, cuenta Angie Grajales, voluntaria desde hace nueve meses en la fundación. Para Grajales, los entrenamientos, además de fortalecer la gestión como voluntarios, también les permiten tener un crecimiento personal, pues nada se deja a la improvisación. “Los tres días de ejecución son muy duros, estamos despiertos desde las cuatro de la mañana hasta la medianoche, pero en terreno no se siente el cansancio”, añade.
Los recursos se logran gracias a actividades como bingos, rifas y la celebración de días especiales que organizan los voluntarios a lo largo del año. “Todos queremos hacer algo bueno, pero la verdad es que muchos no saben dónde y otros están desilusionados, entonces cuando ven iniciativas como estas se van sumando”, afirma Devia.
La misma sensación tiene Ingrid Rodríguez, profesora de básica primaria en Andagoya, un pequeño pueblo en medio de la selva chocoana rodeado por los ríos Iro y San Juan. Hasta allí ha llegado la fundación desde hace siete años. “Las visitas han sido muy significativas. Primero, cuando llegaron a regalar útiles escolares, y después cuando volvieron con regalos para Navidad”, recuerda con alegría.
Desde ese entonces las visitas de la fundación no han parado, incluso han realizado torneos de fútbol y basquetbol, así como festivales de danza juveniles. “Eso fue una locura. Trajeron balones, mallas y a los equipos les dieron uniformes. Nadie había hecho eso en Andagoya”, cuenta Ramírez. “El único parque recreativo de Andagoya lo hizo la fundación”, añade.
Devia reconoce que con la pandemia, el trabajo y la demanda de ayudas se ha incrementado mucho más. Tan solo en 14 meses han logrado entregar cerca de 35.000 ayudas alimentarias gracias al apoyo de las personas que se suman. “Hemos crecido por las redes sociales, donde mostramos la gestión a través de grupos religiosos y universitarios a los cuales pertenecemos”.
Ahora han enfocado sus esfuerzos en Bogotá, realizando actividades con habitantes de calle y talleres de formación en valores para niños en San Cristóbal, Usme y Ciudad Bolívar, a donde llegan todos los domingos. “Nuestro frente principal de trabajo es dar la lucha por la niñez de Colombia en la nutrición, salud, formación, crecimiento personal, espiritual, porque estamos seguros que niños felices van a ser hombres de bien”, dice Devia.
El 13 de agosto la fundación volverá al Chocó con todo un plan de ayudas, que incluyen la entrega de una sala de cómputo, un parque infantil y la construcción de dos galpones en comunidades indígenas. En octubre planean ir a La Guajira y en diciembre regresar nuevamente al Chocó, al tiempo que activarán la Navidad Feliz, en la que esperan entregar este año más de 1.000 regalos.