Juan David Palacio Cardona, director del Área Metropolitana del Valle de Aburrá.
Juan David Palacio Cardona, director del Área Metropolitana del Valle de Aburrá. | Foto: Foto: Cortesía Área Metropolitana del Valle de Aburrá.

Opinión

¡Pilas, pongámonos abejas!

El 75 por ciento de los cultivos alimentarios del mundo dependen de la polinización y no hemos tomado conciencia de la gravedad de la disminución de la población de esta especie.

12 de mayo de 2021

Por Juan David Palacio Cardona*

Se calcula que a nivel mundial existen al menos 20.000 especies de abejas. Sin diferenciar su tamaño, su papel en el mundo es tan importante que merecen todo el reconocimiento de la humanidad: son garantía de la seguridad alimentaria, a la vez que proporcionan servicios ecosistémicos claves para la agricultura y la regeneración de los bosques.

Por lo general minimizamos lo que realmente significan, pues casi todos -de una manera ignorante- las describimos como un insecto chico, de color amarillo y negro, que produce miel y que tiene un aguijón que pica. No obstante, no todas tienen aguijón, ni pican, ni producen miel. Pero son más que eso: tienen características que a simple vista no logramos observar y reconocer y por esa razón necesitamos visibilizarlas y cuidarlas, pues son imprescindibles para la subsistencia de los seres humanos.

Pequeñas en tamaño, pero grandes en capacidad, tienen una habilidad que es comúnmente desconocida por las personas: la polinización, un acto mágico que se asocia al transporte del polen para la fecundación de las flores, aquel que permite la formación de frutos y la producción de semillas y alimentos para nosotros y los animales.

Para ser más específicos, el polen es el gameto masculino, que se encuentra en los estambres de las flores y necesita ser transportado a otras flores. Las abejas son su principal aliado para esta labor. Una vez el polen cae en el estigma de la flor, que es su órgano femenino, se da paso al acto asombroso de la fecundación.

Se estima que una sola abeja puede llegar a más de 100 flores al día, por lo que se les consideran las reinas de la polinización. Si estas llegaran a desaparecer, se produciría escasez de alimentos, seguida de la extinción de los animales y nuestra especie. ¡Y podría ocurrir en menos de cuatro años a partir de la desaparición de las mismas! Un dato curioso: estos animales hacen parte del grupo de los antófilos, término que se deriva de anthophila, vocablo del idioma griego que significa amante de las flores.

La Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 20 de mayo el Día Mundial de las Abejas para recordar la importancia y los beneficios que estas han aportado a los seres vivos, las plantas y el planeta. Pero el mundo tiene el reto de buscar su protección, pues cada día son más los espacios que pierden. Greenpeace, por ejemplo, ha señalado que el 75 por ciento de los cultivos alimentarios del mundo dependen en parte de la polinización y no hemos tomado conciencia de la gravedad de la disminución de sus poblaciones.

Ahora bien, a la falta de conocimiento y conciencia ambiental se suma otra amenaza producto de la realidad de nuestro país: los procesos de fumigación por aspersión con glifosato a gran escala, como se han llevado a cabo en el pasado, y que probablemente regresarán, para la destrucción de los cultivos ilícitos –como los de hoja de coca- han sido una tragedia para el medio ambiente. No solo están afectando y degradando nuestros bosques, también la vida de las abejas que mueren intoxicadas. El narcotráfico genera un doble daño; el social, frente al cual el Estado actúa para intentar repararlo, y el ambiental, una realidad sobre la que no estamos trabajando para enmendarlo.

Uno de nuestros retos como sociedad es comprender que con nuestras actividades cotidianas ponemos en riesgo nuestra biodiversidad, pues los procesos están en función de la economía: cultivar de manera más rápida con abonos que pueden ser nocivos para la tierra y usar químicos que afectan las polinizadoras para fumigar los sembrados son ejemplos de ello. No tenemos en cuenta los impactos ambientales que, a la larga, se traducirán en costos económicos para intentar revertir el daño que hemos ocasionado e, incluso, para reemplazar –a través de la tecnología- los servicios ecosistémicos que nos aporta la naturaleza de manera gratuita, como sería el caso de los polinizadores.

Diferentes estudios económicos realizados en Estados Unidos desde 1976 estimaron que entre el 15 y el 30 por ciento de los alimentos cultivados resultaban directa e indirectamente de la polinización de las especies nativas. En el año 2000 se estimó la polinización de las abejas en un valor de 14,6 billones de dólares (Losey y Vaughan, 2006).

Si su población continúa disminuyendo lo que viene es una tragedia para la humanidad, pues la alimentación mundial estará comprometida y esto afectará tanto a los seres humanos, como a otras especies que permiten el equilibrio natural del mundo.

Cuando las veas en espacios que pueden ser incómodos para ti, no las ataques ni las quemes, es posible reubicarlas. Conviértete en la voz de los que no tienen voz y date la oportunidad, incluso, de construir hoteles para estas.

En términos ambientales podríamos sostener que nada es fortuito, de ahí la importancia de entender y reconocer que cualquier ser vivo en nuestro planeta, por pequeño o grande que sea, cumple una función de equilibrio ambiental y de servicios ecosistémicos que traen beneficios para todos. ¡La conciencia ambiental debe ser un principio en nuestra sociedad y prevalecer sobre los intereses económicos!

*Director del Área Metropolitana del Valle de Aburrá.

Twitter: @JDPalacioC