Especial Salud
¿Por qué hay que vacunarse? Una médica intensivista cuenta cómo las vacunas del covid-19 cambiaron la forma de enfrentar la pandemia
La autora de estas líneas se ha contagiado dos veces de covid. Desde la uci donde trabaja comparte cómo se han vivido los picos del virus, el respiro que llegó con la vacunación y hace un llamado para seguir con las medidas de bioseguridad.
La pandemia nos agarró desprevenidos. Dos meses después de la llegada de la covid-19 a Colombia, comenzamos a recibir en las unidades de cuidados intensivos (ucis) pacientes mayores de 60 años y rápidamente alcanzamos el ciento por ciento de la ocupación de camas, por lo que fue necesario ampliar la capacidad en áreas inusuales, como quirófanos y urgencias. La población más castigada superaba los 80 y eran principalmente diabéticos, hipertensos y con enfermedades pulmonares. En esta primera ola, la obesidad fue uno de los problemas más graves.
De una tasa de mortalidad y permanencia en uci muy alta, pasamos en septiembre de 2020 a la llamada ‘nueva normalidad’, aunque con unos indicadores que nos hizo temer, en medio de una tensa calma, que el escenario inicial se repitiera. Llegó diciembre y se reportó un ligero aumento en los casos. Comenzaron a estructurarse las ucis covid, una práctica que se hizo habitual en los picos para atender en su mayoría adultos mayores, pero con dos variantes: contagios masivos familiares como consecuencia de reuniones motivadas por las fiestas de fin de año, y la incidencia de pacientes de 40 y 50 años con ventilación mecánica, que no habíamos visto prácticamente en la primera ola. La mayoría tenía sobrepeso u obesidad.
El virus nos dio un respiro entre febrero y mayo de 2021, pero estuvo marcado por el regreso a las ucis de pacientes con secuelas pulmonares o compromiso pulmonar severo prolongado. Sin embargo, con el inicio de la vacunación, priorizada para la población más vulnerable, se tuvo la sensación colectiva de que la situación mejoraba. La gente comenzó a levantar sus restricciones, salieron a marchar y a restaurantes, y las ucis se empezaron a llenar de gente joven en estado de gravedad.
El pico entre mayo y julio, uno de los más largos, rompió los esquemas. Era una rareza recibir pacientes de más de 70 años, pero sí entre 30 y 60. En esta tercera ola, la enfermedad se ensañó con la población entre 40 y 50 años, obviamente no vacunada hasta entonces. De la pérdida de los abuelos pasamos al fallecimiento de padres de familia con hijos adolescentes. En ese momento, comenzamos a evidenciar que la vacuna, efectivamente, estaba dando resultados, aunque la disponibilidad de camas de ucis hasta se triplicó, como al inicio de la pandemia.
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A partir de julio se registró una disminución de casos que ameritan atención especial hasta diciembre de 2021, cuando hubo un cambio radical de la población afectada. A esta cuarta ola la define la apertura total de todos los sectores, con el uso del tapabocas como excepción. La ocupación en las ucis se redujo a un 70 por ciento. No hemos sufrido desabastecimiento de medicamentos ni de personal. La media de estos nuevos pacientes son no vacunados por decisión o por padecer alguna enfermedad que les limita la inmunización, además de personas con alguna comorbilidad, enfermedades graves de base.
La covid-19 nos cambió al igual que la vacunación. Hoy las ucis no se parecen a las de marzo de 2020 o diciembre de ese año, pero sigue llegando gente contagiada que muere. Por eso no podemos desviarnos del camino de la inmunización y la bioseguridad.
*Médica intensivista, condecorada como héroe de la patria en medio de la pandemia.