Entrevista
Providencia: una isla para visitar en cualquier época del año. Así se vive en Semana Santa
Álex Ramírez Nuza, alcalde de Providencia y Santa Catalina, cuenta que durante estos días solemnes el silencio se apodera de la isla. Hoy, la mitad de sus visitantes son extranjeros.
Ya la pandemia había sido devastadora en Providencia cuando llegó el huracán Iota y su paso convirtió la isla en un territorio de desolación. A todos los raizales se les transforma el rostro cuando recuerdan que, entre rezos y en familia, les tocó implorar por su vida. Hoy son el testimonio de un milagro en medio de un ecosistema bendecido por la belleza.
“Yo oré mil veces o más. A mis tres hijas les tocó resguardarse debajo de la cama y a mi esposa y a mí debajo de un marco, resistiendo la lluvia y la brisa tan fuerte. Una nieta y un tío estaban con nosotros. Terminamos todos, reunidos, orando en el baño”, relató Álex Ramírez Nuza, alcalde de Providencia y Santa Catalina, a quien se le empañan los ojos mientras habla del episodio que hace que hoy sea un desafío mayor hablar de proyectos de desarrollo en la isla.
“Cuando uno recuerda esas cosas se siente un dolor tan fuerte y también un agradecimiento porque se perdieron cosas materiales, pero seguimos vivos, gracias a Dios”.
¿Cómo está Providencia hoy?
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ÁLEX RAMÍREZ NUZA: Para Providencia ha sido muy difícil, muy complejos estos últimos años. Primero la pandemia y el mismo año el huracán, imagínense. El 98,5 % de las viviendas quedaron destruidas. Solo por la crisis sanitaria perdimos alrededor de 20 mil millones de pesos del presupuesto del municipio, debido a que nadie nos visitaba. Probablemente, para otras regiones esto no representa mucho dinero, pero para Providencia, con escasos 5.500 habitantes, significa mucho, porque la isla no tiene viabilidad financiera; sus ingresos tributarios son muy pequeños, suman entre 2.000 y 3.000 millones de pesos.
¿Qué tanto se ha avanzado en la reconstrucción?
A.R.N.: En el municipio se reconstruyeron 1.813 viviendas aproximadamente y se entregaron, en promedio, unas 350 viviendas nuevas de acero, que tuvieron un costo de 730 millones de pesos, y otras de madera triplex marino. Las personas aceptaron que se les construyera con esos materiales porque necesitaban dónde vivir, pero la verdad es que si llegara un nuevo huracán de la magnitud de Iota, muchas de esas edificaciones desaparecerían, incluyendo la mía. Esa es la realidad, mi techo no lo resistiría. Ojalá que nadie tenga que vivir esto.
¿La reconstrucción no fue lo que imaginaron?
A.R.N.: La verdad, en Providencia hay un sinsabor por la forma como se le impusieron a la comunidad ciertas cosas. Por ejemplo, se les dijo que tenían que tomar las viviendas en las condiciones que se les entregaban, inclusive a disgusto, o si no se quedaban sin dónde vivir. Es de entender que una familia que llevaba un año viviendo en una carpa, expuesta al sol y la lluvia, con un niño pequeño, y otra niña también pequeña, aceptara lo que fuera ¿qué podía hacer? Fue como apuntarles con un fusil. Sin embargo, lógicamente mejoraron algunas cosas. Nada es perfecto, pero pudo ser mejor.
¿Cuál es el plan para recuperar los ingresos de la isla?
A.R.N.: Además de las viviendas, el huracán destruyó la vegetación y afectó la fauna. Eso fue algo muy duro para la población, que vive principalmente del turismo, de la pesca artesanal y de la agricultura. Por eso, este año queremos concentrarnos en recuperar esas fuentes de ingreso, las actividades económicas por excelencia del municipio, que, históricamente, han sido el sustento de nuestras familias; porque necesitamos un ingreso, vivir de algo, producir, vender un bien o un servicio.
¿Qué llamado le hace al Gobierno nacional?
A.R.N.: Fundamentalmente, que nos apoye para lograr recuperar estas tres economías, porque necesitamos un ingreso. Para que tengan una idea, aquí muchas familias han pagado los estudios de sus hijos con el trabajo de la pesca y la agricultura. Gracias a ambas actividades, hoy, muchos jóvenes de la isla son profesionales. Por eso necesitamos fortalecer a los pescadores, capacitarlos y equiparlos con buenas embarcaciones, para que mejoren su técnica y su producción, y con eso sus ingresos.
En cuanto a la agricultura, está en cero y con muchas dificultades, entre ellas, el acceso al agua, prioritaria para poder tener una buena producción.
¿Qué es lo que más producen?
A.R.N.: En el territorio pescamos mucha langosta, caracol, pargo rojo, entre otros, y el pargo pluma, que a mí es el que más me gusta; además, sembramos mucha yuca, auyama, batata, plátano y guineo, que es un ingrediente muy importante para el rondón, una sopa a base de leche de coco, con productos del mar como pescado, cangrejos, langostas pequeñas y otros mariscos, que lleva plátano, ñame, tomate y cebolla. Aquí es fundamental que se produzca lo que necesitamos en la mesa, especialmente para preparar otras comidas tradicionales como el stew boil, pescado frito con patacón, arroz de coco, entre otros.
Por ejemplo, en el continente, un kilo de yuca puede valer tres mil pesos, pero para traerlo a Providencia hay que pagar dos fletes. Bien sea por vía marítima o aérea, llega primero a San Andrés antes de ser trasladado a la isla, y ese kilo de yuca termina costando ocho mil pesos. Y el salario mínimo es el mismo en todos lados.
¿Cuántos turistas llegaron en 2023 a Providencia?
A.R.N.: Alrededor de 22 mil. Entre 2016 y 2019 recibíamos unos 30 mil en promedio al año. Lógicamente, en 2020 y 2021 la cifra cayó a cero. Comenzamos a recuperarnos lentamente en 2022.
¿Cuál es el perfil de esos turistas que visitan la isla?
A.R.N.: Se podría decir que son 50 por ciento residentes raizales y 50 internacionales. Uno lo puede constatar cuando va en un vuelo de Satena de San Andrés a Providencia. Recientemente, estuvo en la isla una persona de Canadá haciendo una especie de supervisión, para dar el visto bueno para que sus connacionales nos visiten.
¿Qué es lo que más atrae a los turistas extranjeros de Providencia?
A.R.N.: La isla se vende mucho porque es bonita naturalmente y eso le gusta mucho al turismo internacional. Las playas, la naturaleza y su gente. Desde que usted llega al aeropuerto de Providencia, a diferencia de San Andrés, escucha a todos hablando en creole. Se mantiene todavía su cultura, en la danza, la música, y eso hace más encantadora la experiencia.
Además, es un destino seguro. El año pasado hubo cero homicidios y el último reportado fue hace ya cinco años. En cuanto a los hurtos, no se registraron más de 11 en el último año. Durante mi campaña me encantó ver que las familias aún viven a puertas abiertas. Esto es reflejo de la calidad humana de los raizales.
¿Cuántos vuelos están llegando actualmente?
A.R.N.: Tenemos cuatro vuelos de Satena. Es la única aerolínea que nos está prestando ese servicio. Nosotros queremos que sean más, que se abran rutas directas desde Centroamérica o desde ciudades como Medellín. Como hay vuelos en la mañana y en la tarde, es posible conocer la isla en un día, pero si el plan es descansar, lo recomendable son mínimo tres días.
¿Cuál es la mejor época del año para conocer Providencia?
A.R.N.: Todo el año, porque este es un turismo más sostenible, cultural y natural, de descanso, aprovechamiento, meditación, de conexión con el mar y con la vegetación. Aquí la gente encuentra tradición, pero no la fiesta o la rumba que buscan en otros destinos. Para que tenga una idea, en Semana Santa, por ejemplo, se prohíbe el ruido en la isla, en la playa y en las casas; respetamos mucho este período. Sin embargo, hay épocas del año, como junio, cuando toda Providencia está verdecita, verdecita. Es una belleza.
Precisamente en junio, el año pasado celebraron el regreso del Festival Folclórico, Cultural y Deportivo de Providencia y Santa Catalina, luego de tres años de ausencia. ¿Para cuándo está previsto este año?
A.R.N.: Este año se realizará entre el 19 y el 23 de junio. En este periodo hacemos un alto para rescatar nuestras tradiciones, es una cita cultural y gastronómica. Durante esos días se realizan las populares carreras de caballos y de veleros, dos juegos tradicionales que sobreviven al paso del tiempo.
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