Sostenibilidad
¿Qué nos dicen los sonidos de la naturaleza sobre el medioambiente en Colombia?
El paisaje sonoro de nuestro país, un universo aún desconocido para muchos, puede brindar información clave sobre el comportamiento de las especies y, sobre todo, detalles insospechados de la salud de los ecosistemas.
A 3.400 metros sobre el nivel del mar, en el páramo del Almorzadero, entre Santander y Norte de Santander, los cantos del gorrión son protagonistas del amanecer campesino. Para el biólogo pajarero Alberto Peña, en lo alto del páramo, la música de las emisoras y el canto de las aves se mezclan como una carranga llena de historia, cultura y biodiversidad. “Son territorios que ellos marcan bajo sus cantos”, aseguró.
Más al occidente, en Ibagué, los periquitos de alta montaña entonan una serenata en el imponente cañón del Combeima, en el Parque Natural de Los Nevados. Mientras tanto, al norte, en La Guajira, el cardenal, con apenas 19 centímetros y un plumaje rojizo, emite un sonido agudo que, aunque es difícil de percibir, rompe los vientos del bosque seco tropical.
“En una mañana de pajareo, de 100 especies que se identificaron, entre el 60 y 70 por ciento las escuchaste, pero puede que no las hayas visto”, aseguró el biólogo Diego Calderón-Franco, quien explicó que el canto de un ave puede brindar información detallada sobre sus características como especie y el estado de su hábitat.
El fenotipo, el sexo o, incluso, la salud del ecosistema que habitan son aspectos identificables con su canto. “Puede decir si una especie es madura o no. También brinda información sobre la cantidad de machos o hembras que hay en una población, y puede hablar sobre sus alrededores. Hay llamados o vocalizaciones que son de alarma, por lo que algunas aves vuelan en bandadas mixtas anunciando que viene un depredador”, agregó Calderón-Franco.
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Para la fotógrafa y creadora de Birds Colombia, Niky Carrera, las aves también son identificadoras de ecosistemas. Por ejemplo, advirtió, “si en Bogotá el gorrión común (Zonotrichia capensis) deja de hacer su canto en las mañanas, los seres humanos tenemos que preocuparnos porque empezará nuestra extinción”.
A las orillas del Lago de Tota, en Boyacá, otra de las especies endémicas en riesgo es el cucarachero de pantano (Cistothorus apolinari), que, según Carrera, está en amenaza por el aumento de la actividad agrícola y de pastoreo que impacta los juncales, su hábitat natural. “Te puedo asegurar que el canto de ese cucarachero es otro canto”, dijo la fotógrafa.
Sin embargo, más allá del canto de un pájaro, la complejidad de un paisaje sonoro es capaz de revelar qué tan conservado o no está un ecosistema. “Los ecosistemas degradados por la intervención humana van a ser acústicamente menos complejos o más simples. Tienen menos variedad de vocalizaciones que aquellos paisajes que todavía están más conservados”, precisó Calderón-Franco.
Los paisajes sonoros en Colombia son un reflejo vivo de las diferencias ecosistémicas de sus regiones. Esto hace difícil preguntarse a qué suena el país. Para el uruguayo Juan Pablo Culasso, quien es ciego de nacimiento y fue reconocido por Explorers Club como uno de los 50 exploradores de 2024, “Colombia suena a muchos contrastes y, sin duda, es el país de los contrastes sonoros”.
Desde 2013, Culasso ha visitado los rincones del país para grabar los sonidos de las aves y sus ecosistemas. Para él, un ejemplo de las diferencias acústicas en Colombia es que “el Amazonas y el páramo son como el agua y el aceite sonoramente hablando. Cada ecosistema tiene su huella sonora. Así como los paisajes de los ecosistemas tienen su huella visual, el Amazonas, una masa verde imponente e inconmensurable, es como escuchar un concierto de Rock al Parque. Por otro lado, nos vamos al páramo y todo allí es más simple, delicado, impenetrable y silencioso”.
Patrimonio sonoro
El biólogo bogotano Mauricio Álvarez fue el pionero en captar los sonidos de la naturaleza en Colombia. Su labor, que inició con la grabación de los cantos de los pájaros, lo llevó a compilar el archivo sonoro más grande del país para el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt.
La colección, que hoy lleva su nombre, cuenta con más de 24.000 cortes de audio de 20 especies de mamíferos, 1.064 de aves, 131 de anfibios, 17 insectos y ambientes de ecosistemas colombianos.
Esta labor, según Culasso, ha sido fundamental en la construcción del patrimonio sonoro en Colombia. “Tengo varias de las obras de Mauricio. Él fue un gran precursor. El patrimonio sonoro está desapareciendo y no nos damos cuenta porque no sabemos ni siquiera que existe. Cada vez es más difícil grabar un paisaje auténtico y genuino, sin embargo, es como pintar una hoja en blanco. Es poner los micrófonos y escuchar lo que la naturaleza nos quiera regalar. Lo que grabamos es un patrimonio sonoro natural”, contó el investigador.
Culasso advirtió que, a pesar de que son muchas las oportunidades del paisaje sonoro como herramienta de estudio y monitoreo de la biodiversidad, hace falta cuidar y comunicar lo que ya existe. “Se debería divulgar más a la ciudadanía. Hay una falta de comunicación asertiva, y al ocurrir esto, no se preserva. No se conserva lo que no se conoce y la población en general no conoce lo que es el patrimonio sonoro. Es un trabajo contracorriente, pero gratificante”, concluyó el uruguayo.