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¿Qué tan bien conocemos a las comunidades indígenas colombianas?
El Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas SINCHI presentó su primer informe estadístico sobre los modos de vida de las etnias del departamento del Amazonas. Junto a los indígenas identificaron necesidades, problemáticas y las principales características de sus modos de vida.
En el Amazonas existen 26 resguardos habitados por 39 pueblos indígenas según el Censo DANE (2018). Se conocen sus nombres, ubicaciones e incluso algunas de sus tradiciones. Sin embargo, hasta hace poco no sabíamos realmente cuáles eran sus necesidades particulares, ni cómo abordarlas respetando sus modos de vida. En 2015, el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas SINCHI inició un proceso de investigación participativa e incluyente, que permitió levantar la línea base de los indicadores de bienestar de esas etnias, que le tomó cinco años y dio como resultado un reporte que vio la luz el año 2020.
“Los Indicadores de Bienestar Humano Indígena (IBHI) son el primer reporte sobre el estado de los modos de vida y los territorios de los pueblos indígenas del departamento de Amazonas – Colombia”; es un documento que contribuye conceptual, técnica y metodológicamente a robustecer las estadísticas nacionales, con un enfoque diferencial, sobre la población indígena de la Amazonia colombiana. Es no solo un resultado de la misión del Instituto SINCHI en la Amazonia colombiana, sino que las etnias indígenas mostraron su interés en saber su estado y sus problemáticas de manera cuantitativa y cualitativa para la toma de decisiones en sus territorios y Planes de Vida.
Según explica Luis Eduardo Acosta, investigador principal y coordinador de la sede SINCHI en Inírida, Guainía, se trata de una herramienta “muy importante para la planeación de los recursos públicos en el departamento”, teniendo en cuenta que es la primera que contempla información detallada sobre los aspectos socioculturales de las étnicas del Amazonas.
Son 21 indicadores fundamentales que hacen referencia a temas como la existencia de Autoridades Tradicionales e interculturales, diversidad étnica, los niveles de conservación de los idiomas propios fundamental en la transmisión de los conocimientos tradicionales, especies alimenticias disponibles e importancia cultural de algunos alimentos, la disponibilidad de semillas, las especies tradicionales, las problemáticas sociales internas, los partos, la prevención y curación de enfermedades tratadas con medicina tradicional y las prácticas deportivas, entre otros. También incluye problemáticas relacionadas con los índices de desnutrición de la población o de cobertura de los servicios públicos.
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Reunir toda esta información representó un reto para el Instituto SINCHI y las comunidades. De acuerdo con Acosta, “se trató de fortalecer a las organizaciones indígenas y a las autoridades tradicionales para que cuenten con una información que surja desde los territorios indígenas, por parte de sus propios habitantes”. En otras palabras, se puso a disposición de los miembros de las propias etnias los recursos necesarios para que trabajaran en la obtención y sistematización de la información; lo que el investigador enfatiza, es en realidad la reivindicación de un derecho reconocido desde 2007 por las Naciones Unidas: producir sus propios datos, desde sus territorios.
El primer paso fue darles a conocer la iniciativa a todas las comunidades para que estas, a su vez, seleccionaran a los encargados de recoger la información. Estos dinamizadores indígenas, como los llamaron, tenían que hablar en su lengua nativa y en español, así como manejar computador y saber leer y escribir perfectamente.
“Entonces el mayor desafío fue generar unas capacidades técnicas en este equipo de dinamizadores para que tuvieran la mayor solvencia para levantar los datos con el mayor rigor, para que la información sea considerada fidedigna, válida y les permita a las autoridades tradicionales conocer la situación de sus modos de vida, además de los grandes problemas que tienen en sus territorios”, comenta Acosta.
El reto fue abordado por medio de dos talleres: uno de fundamentos y aspectos operativos para levantar la información y sistematizarla en formatos específicos, que se puedan ajustar en cierta medida a la realidad de cada territorio y cultura; y otro, para lograr una correcta interpretación de esos datos obtenidos. El propósito es que los dinamizadores puedan ofrecer un análisis de acuerdo con la realidad de sus comunidades.
Se trató de un gran desafío teniendo en cuenta los esfuerzos adicionales que exigió el hecho de que esta es una región donde predominan las áreas no municipalizadas y son pocas las poblaciones con buena señal de celular o algún grado de conexión a Internet; además de los recursos que demandó la movilidad y la manutención de los investigadores del Instituto SINCHI y dinamizadores indígenas, en el territorio.
Tras varias depuraciones y correcciones, los datos finales se presentaron en un documento detallado sobre el valor encontrado en cada indicador. Este se les entregó a las autoridades comunitarias para que decidieran si efectivamente era una lectura correcta de los modos de vida indígena, les dieran el aval correspondiente y aprobaran su publicación final.
Según Acosta, los resultados evidencian que hay factores económicos, sociales e institucionales que están generando procesos de cambio “en los territorios y en la cultura de estas sociedades y en general en sus modos de vida, lo que los deja vulnerables frente a diferentes situaciones en sus territorialidades”. Algunos tienen que ver con la transición de la autoridad tradicional a la intercultural, como instancia que hace control social en los territorios y que lleva a la pérdida de los relevos tradicionales; o la pérdida del idioma propio a causa del acceso a una educación primaria y secundaria típicamente occidental.
Otro caso similar es el de la medicina tradicional, que no sólo está perdiendo relevancia en los resguardos que tienen más contacto con centros urbanos, sino que no goza de reconocimiento y remuneración por parte de las autoridades departamentales.
“Uno de los objetivos a largo plazo es que esta información logre ser reconocida por los gobiernos locales y sea fundamental en la conformación de los planes de desarrollo departamentales, municipales y las futuras Entidades Territoriales Indígenas que surgirán por la implementación del Decreto Ley 632 de 2018″. Esto, concluye Acosta, se traduciría en presupuesto, etnodesarrollo y preservación de los conocimientos tradicionales.