Especial Región Caribe
¿Qué tiene el Caribe colombiano que hace brillar a artistas como Shakira y Carlos Vives?
Si Colombia es hoy la cuna de grandes figuras del entretenimiento en el mundo como Shakira o Sofía Vergara, es en buena medida gracias a su vena caribe, fruto de una mezcla única y de vuelo universal. Estas son algunas claves de ese poder seductor.
Hace unos días, cuando las candidatas a Miss Universo se presentaban en la noche de elección y coronación, en Ciudad de México, las acompañaba de fondo una cumbia, moderna, pero a fin de cuentas con el sabor original de la costa Atlántica. Días atrás, el samario Carlos Vives prendía los Grammy Latinos, que lo consagraron Persona del Año. De pronto, se le unió un cartel de lujo de conocidos compatriotas, entre ellos otro costeño famoso, Silvestre Dangond. En fin, sería interminable relacionar los momentos de emoción protagonizados en los grandes escenarios del planeta por la inspiración y el talento caribeño, encabezados por la barranquillera Shakira y palmarés nunca visto en un artista colombiano: unos 95 millones de discos vendidos, más de 250 millones de seguidores en las redes sociales, tres premios Grammy, 12 Grammy Latinos y muchos reconocimientos más.
Ella abrió el camino, pero no es la única. Con Manuel Turizo, Manuel Medrano, Jorge Celedón y Totó la Momposina, solo por citar algunos casos, la presencia arrolladora de los artistas costeños es obligada en las discotecas, las fiestas o las listas de éxitos. La costa es, así mismo, cuna de la primera gran súper estrella colombiana en Hollywood, Sofía Vergara, quien durante su participación en la serie Modern Family llegó a ser la actriz mejor pagada de la televisión estadounidense. En el ámbito del estilo, la diseñadora Silvia Tcherassi es la favorita de las mujeres del jet-set, en tanto que Leonor Espinosa está ranqueada entre lo mejor de la gastronomía internacional. Así las cosas, valdría la pena preguntarse: ¿qué tienen los costeños que cautivan?
Primero, habría que recordar que antes de conquistar al planeta, los caribeños tuvieron que ganarse a Colombia. Con su área norte, la nación ha tenido una relación paradójica. Si bien es la ‘Reina del Caribe’, por su ancho territorio sobre este mar, lo cierto es que se alejó de él lograda la Independencia, en el siglo XIX. Cartagena, la ciudad más importante del imperio español durante la Colonia, ambicionaba la capitalidad, pero las élites de Bogotá impusieron a su ciudad como centro del poder, de acuerdo con historiadores como Hernán Rodríguez Vargas.
Surgió así, entre los del interior y los costeños, una rivalidad que desembocó en la difusión de estereotipos para dañar la imagen del contrario. En Bogotá se acuñó el estereotipo del costeño poco dado al trabajo y licencioso, en tanto que en la costa se decía: “Cachaco, palomo y gato: tres animales ingratos”. Ello empezó a cambiar hacia mediados del siglo XX, en parte gracias a un grupo de audaces artistas salidos de recónditos puntos del litoral que empezaron a llegar a la capital. Eso era tan raro, que la prensa lo empezó a notar y con ella los rolos y miembros de las colonias regionales residentes allí, que se interesaron cada vez más por sus ritmos guapachosos, que jamás habían escuchado, muy diferentes a sus pasillos y bambucos, de una alegría contagiosa. Tanto las fiestas de alta sociedad como las verbenas populares o la programación de la radio empezaron a llenarse de esta música. Para 1954, sin ir muy lejos, el estreno de la televisión nacional fue con la orquesta de Lucho Bermúdez, de El Carmen de Bolívar. Las nuevas melodías ayudaron al contenido corazón de los cachacos a darle salida a emociones hasta entonces inexpresas.
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Encanto caribe
Pero no fue fácil romper las fronteras mentales. En los años ochenta, el popular programa de televisión Dejémonos de vainas impuso una frase un poco odiosa, pero que retrataba lo complicado de esas relaciones: “Costeño tenía que ser”. Lo que el país quizá no esperaba era que, en 1982, tendría en Gabriel García Márquez, nacido en el Magdalena y criado en varios departamentos costeros, a su primer premio Nobel de Literatura, un reconocimiento, a fin de cuentas, a la peculiar identidad cultural que inspiró su grandiosa obra.
La premiación en Estocolmo fue como la apoteosis de lo caribe. Desde ahí, su arte y cultura empezarían a ser admirados y apropiados cada vez más a lo largo y ancho de la nación. Hoy, se dice que los mayores amantes del vallenato están en los departamentos del interior, los cachacos han incorporado a su habla cotidiana palabras de la más pura raigambre costeña, incluidas las que reflejan su picardía sexual. También abundan los grupos de tambores afro conformados por jóvenes andinos.
Con la globalización aplicada al espectáculo, el mundo se vio inmerso en esa especie de “ola de encanto caribe”. Y no es una visión romántica. Una autoridad como Natalia Bayona, directora ejecutiva de la ONU Turismo, aseguró que Colombia es “una potencia musical global” en todo el sentido de la palabra, y que no hay país que tenga tanto reconocimiento en tal sentido.
García Márquez, justamente, es uno de los que más ha reflexionado sobre la idiosincrasia de la región en palabras que bien pueden explicar lo que hay detrás del fenómeno actual. Decía, por ejemplo, que se trata de “una región en que se da una perfecta simbiosis entre el ser humano, el medio natural y la vida cotidiana”. Tanto era así para él, que apenas volvía, sentía que el cuerpo y la mente se le reajustaban porque “uno es su medio ecológico y es gravísimo salir de él”.
Carlos Vives le dijo a Spotify que la magia de sus raíces radica en la diversidad y Gabo le habría mostrado su acuerdo. “Allí se encuentra todo: los indígenas, los negros, los chinos que han traído su cocina, los árabes, los europeos, los obreros del Canal de Panamá”, señalaba el literato. También afirmaba que no conocía a nadie en el Caribe que no fuera supersticioso, por “la fuerte influencia de las mitologías traídas por los esclavos, mezcladas a la mitología de los indios del continente y a la imaginación andaluza”. De ahí la atracción por lo sobrenatural, concluía.
El autor de Cien años de soledad, sumaba un elemento más: en una tierra azotada por el infortunio, su gente contrapone el buen humor, el mamagallismo, para hacer más llevadera la dura realidad. Y, ¿no es justamente toda esa mezcla la que siguen expresando Shakira, Vives, la Toti, Turizo y tantos otros, cuando cautivan con su gracia a sus multitudinarias audiencias?
*Periodista especializado en realeza, celebridades, historia y cultura.