Las chagras son una proceso cíclico que, después de recolectar la siembra, reforesta el territorio.
Las chagras son una proceso cíclico que, después de recolectar la siembra, reforesta el territorio. | Foto: Getty Images

Sostenibilidad

SOS por el Amazonas: la batalla de los pueblos indígenas contra las economías ilegales y la pérdida de biodiversidad

Con prácticas milenarias de cultivo, los indígenas que habitan la Amazonia colombiana han logrado preservar la riqueza natural de este ecosistema. Hoy, sin embargo, economías ilegales amenazan su supervivencia.

Redacción Semana
21 de agosto de 2024

El 57 % del territorio amazónico colombiano, más de 27 millones de hectáreas de bosque tropical, es habitado por 249 resguardos indígenas que albergan a 64 pueblos originarios, entre ellos los nukak, awá, micuna, pijao y tikuna. Sus prácticas ancestrales y su estrecha relación con la naturaleza han sido claves para la conservación y el cuidado de este territorio.

Históricamente, los chagras (o conucos) son su principal fuente de subsistencia, una práctica que hoy se considera la más sostenible del bosque tropical. Estas áreas de cultivos agrobiodiversos funcionan con un sistema rotativo: después de la quema de pequeñas porciones de bosque se siembran diversas variedades de plantas y, una vez la cosecha acaba, el rastrojo se utiliza para resembrar más árboles.

“Se comienza con la tumba, tala y quema de porciones de bosque que no superan las dos hectáreas. Allí se cultivan más de 150 variedades de plantas. Después de que ocurren varias cosechas (cinco años aproximadamente), se abandonan los chagras y se le devuelven a la selva. Es esta la encargada de convertirlos en rastrojos y luego en bosque nuevamente”, explicó Felipe Guhl, coordinador de Dinámicas Socioambientales del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (Sinchi).

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La incursión de economías de mercado ilegales en estas comunidades indígenas ha llevado a la pérdida de costumbres y conocimientos ancestrales. | Foto: Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible

Las prácticas milenarias de cultivo son cíclicas. A lo largo del tiempo, las comunidades indígenas han producido tabaco o yuca dulce, logrando beneficiarse sin perjudicar los bosques. “Las chagras son fundamentales para las comunidades, ya que en estos espacios se basa su autonomía, sostenibilidad y trabajo. Las transformaciones de la selva son mínimas y enriquecen al bosque con árboles frutales”, agregó Guhl.

Así mismo, estos espacios son considerados lugares de intercambio de conocimiento y de conexión espiritual. Por ejemplo, durante las plantaciones, las mujeres ‘chagreras’ transmiten a sus hijos los saberes del uso de las plantas y fomentan el valor de proteger la biodiversidad.

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Las prácticas ancestrales indígenas y su estrecha relación con la naturaleza han sido claves para la conservación y el cuidado de este territorio. | Foto: Mauricio Florez Olarte

“Se asemejan a las escuelas. Allí se conjugan la medicina, la ritualidad y la alimentación”, señaló Guhl y agregó que para hacer las chagras “es necesario saber de los suelos del bosque, las prácticas de siembra y los peligros que acechan como las culebras. Es un intercambio entre hombre y selva”, indicó el coordinador.

Sin embargo, la incursión de economías de mercado ilegales en estas comunidades indígenas ha llevado a la pérdida de costumbres y conocimientos ancestrales, además de causar un impacto negativo en la relación milenaria de los pueblos con el bosque. “En el caso de Colombia, son artífices de la pérdida de biodiversidad y de las alteraciones en los ríos y las selvas”, advirtió Guhl. Un ejemplo de ello es el deterioro de los bosques a causa del mercurio o la deforestación y el acaparamiento de tierras.

Adicionalmente, debido a estos conflictos socioambientales, muchas comunidades indígenas han sido desplazadas, como ocurrió con el pueblo nukak. “Se encuentran en San José de Guaviare, sobreviviendo en condiciones de drogadicción o prostitución”, lamentó Guhl.