Perfil
Tobías Rijnsdorp, el agrónomo holandés que regresó a Colombia para fabricar quesos artesanales y apoyar cooperativas campesinas
Nació en Gouda, la capital de los quesos en Holanda, desde donde se trajo el conocimiento y los equipos para capacitar a mujeres de la vereda de Monquentiva, cerca a Guatavita, y comercializar quesos con la marca HolaAndes. Gracias a los resultados hoy también trabaja con comunidades en La Ceja, Antioquia.
La primera vez que Tobías Rijnsdorp visitó Colombia viajó más de 9.000 kilómetros desde Gouda, su ciudad natal y la capital de los quesos en Holanda, hasta Palmira, en el Valle del Cauca. Llegó a trabajar en el Centro Internacional para la Agricultura Tropical (Ciat) y trajo el producto más emblemático de su país natal. “Mis amigos caleños quedaron felices al probarlo y me preguntaron: ¿por qué no hacemos este queso artesanal, tipo Gouda, acá en Colombia”.
La idea le sonó y lo entusiasmó tanto que empacó maletas de regreso a Europa para aprender a hacerlo en una quesería artesanal con una tradición de cinco generaciones. Después de capacitarse volvió a Colombia con las máquinas, la receta y todo el conocimiento adquirido. Se lo transfirió a las mujeres rurales de Monquentiva, una vereda pequeña cerca a Guatavita, Cundinamarca, y hoy comercializa el queso bajo la marca HolaAndes.
Como agrónomo conoció los retos y obstáculos que tienen los campesinos para llegar al mercado y recibir un buen precio por sus productos, por eso decidió aliarse con una cooperativa de lecheros para la producción de sus quesos. “Ellos tienen una participación del 50 por ciento. De esta manera transformamos la leche, damos un buen precio y los campesinos aprovechan la venta, entonces es una relación gana-gana”, cuenta Rijnsdorp.
De esta forma trabaja desde hace cuatro años. Los quesos que fabrica llegan a tiendas gourmet, restaurantes y clientes que hacen sus pedidos desde Bogotá, Cartagena, Santa Marta, Barranquilla, Cali, Villa de Leyva y Bucaramanga, entre otras ciudades. También empezó a producir queso en La Ceja, Antioquia, con cooperativas locales bajo la marca La Rueda.
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“Me quedé muy amañado con Colombia”, asegura y explica que la calidad humana de la gente, su amabilidad, sumado a la naturaleza, la cultura diversa y el campo, lo plantaron en estas tierras. “Colombia tiene un potencial enorme, ahí, en el campo”, agrega.
Vivió un año en Cali y lleva cuatro en Bogotá. Cada ciudad lo sedujo a su manera. “Son dos mundos muy distintos y eso es lo bonito de Colombia”. De la capital de la República resalta su vasta oferta cultural: museos, bares, restaurantes. “Es una mezcla de tantas cosas, gente de todo el país que viene a vivir acá. Es la capital y así se siente”.
De Cali se acuerda con cariño porque fue en donde tuvo su primera experiencia en Colombia que describe como espectacular. Casi no hablaba español y una de las primeras personas que conoció lo invitó a un asado. “Eso no pasa en Holanda, donde somos un poco más cerrados. Los caleños son supremamente abiertos”, concluye.