RECONSTRUCCION

Milagro en San Cayetano

La historia feliz de un pueblo al que se tragó la tierra pero fue reconstruido a satisfacción de sus habitantes.

3 de noviembre de 2002

Al municipio de San Cayetano se lo tragó la tierra. Pero como si se tratara de un cuento macondiano este pequeño pueblo de Cundinamarca, localizado a tres horas de Bogotá, fue el escenario de una increíble historia que tuvo un final feliz la semana pasada después de tres años de espera.

La epopeya de San Cayetano comenzó en 1999. Ese año los habitantes del pueblo empezaron a notar que las paredes de sus casas se estaban rajando, las calles se estaban hundiendo y hasta los pilares de la iglesia estaban agrietados. Los estudios técnicos que se adelantaron para explicar lo que estaba pasando arrojaron una terrible conclusión. La falla geológica que pasa por el municipio se había reactivado y amenazaba con tragarse literalmente a todo el pueblo. Como si lo anterior fuera poco, como consecuencia de los imperceptibles movimientos telúricos la masa lodosa que por 50 años había acompañado a la localidad también se reactivó y empezó a desplazarse velozmente, lo que aceleró el agrietamiento de las vías y estructuras físicas del casco urbano.

El asunto no tenía solución y la catástrofe era inminente. Los lugareños enfrentaban la posibilidad de vivir un nuevo Armero, guardadas las proporciones. El tiempo era oro y la única posibilidad de salvar la vida era abandonar lo antes posible el lugar. Frente a la gravedad de los hechos la Dirección Nacional de Prevención y Atención de Desastres de la Presidencia de la República expidió la declaratoria de desastre municipal y el 13 de mayo las 169 familias que vivían en el pueblo tuvieron que salir de él.

Lo pobladores empezaron a recoger sus cosas. Algunos decidieron trasladarse a viviendas de familiares ubicadas en municipios contiguos. Pero la mayoría no tenía a dónde ir. Comenzaron entonces a armar un campamento con carpas ubicadas a la entrada del municipio, en la parte alta del pueblo al lado del cementerio.

Poco a poco el campamento fue tomando forma. Con madera, plásticos y guadua levantaron casas, baños, cocina y comedores comunales. Se construyó, incluso, un improvisado colegio y un jardín infantil para que los niños tuvieran la oportunidad de continuar su año escolar. El comercio abrió sus puertas y en las carpas se improvisaron pequeños restaurantes y una panadería.

Mientras el pueblo provisional cobraba vida la soledad era la única habitante del abandonado San Cayetano. En el día se podía observar cómo las grietas acababan en cámara lenta con varias estructuras, como la del coliseo, que caían a pedazos. Quienes osaban visitar el municipio veían cómo en forma cada vez más rápida las grietas se hacían más grandes y profundas, las vías perdían su estabilidad, paredes y edificaciones estaban por el piso.

La Gobernación de Cundinamarca elaboró un plan de acción para mantener una constante asesoría y colaboración. Ingenieros, arquitectos, trabajadores sociales, médicos y sicólogos llegaron al pueblo con carpas. Geólogos de Ingeominas iniciaron un estudio para la Caracterización Geotécnica del municipio, que básicamente consistió en definir el mejor lugar para el nuevo asentamiento.

En un proceso que duró nueve meses el 30 de enero de 2000 ,y por votación popular, se escogió el terreno denominado 'La Unión', una de las dos opciones presentadas por el estudio de Ingeominas. En ese sitio se ubicaría el nuevo pueblo. El terreno está localizado en la parte alta de la cuenca del río Villamizar, al nororiente del antiguo casco urbano, con una altura de 2.775 metros sobre el nivel del mar y temperatura promedio de 12,5 grados centígrados.

Durante los siguientes dos años se llevó a cabo la construcción de la nueva población, que fue entregada oficialmente por el gobernador de Cundinamarca, Alvaro Cruz, el jueves de la semana pasada. Ese día, en medio de una fiesta, el mandatario entregó las escrituras de las 214 viviendas en las que vivirán 1.500 personas. Hasta ese día se habían invertido más de 15.000 millones de pesos en todo el proceso de reconstrucción integral de San Cayetano, recursos aportados por los gobiernos nacional y departamental y la empresa privada. En medio de la inauguración del nuevo San Cayetano algunos pobladores abandonaron la fiesta y comenzaron a mudarse a sus nuevos hogares. Había llegado el momento con el que tanto habían soñado. Después de que la tierra se había tragado sus casas y sus ilusiones el cielo y el Estado colombiano leshabía dado una segunda oportunidad.