Opinión
¿De quién es la responsabilidad de formar a los líderes en su crecimiento interpersonal?
En un mundo donde los desafíos de la salud mental están en aumento, ¿cuánta prioridad se le da a las habilidades interpersonales en los resultados de las organizaciones? Un líder que aplaza la formación en esta materia puede condenarse al estancamiento.

Hablar de liderazgo es un viaje que comienza con la esencia del ser humano: su carácter y sus valores. A partir de ahí, se construyen las habilidades interpersonales necesarias para impulsarse a sí mismo y a los demás. El contexto actual exige mejores líderes que inviertan en el desarrollo personal, como una de las decisiones más valiosas para su crecimiento profesional.
Muchas organizaciones continúan priorizando capacidades técnicas, estrategias y conocimiento del negocio en sus procesos de selección y desarrollo. Sin embargo, ¿cuánto espacio se deja para reflexionar sobre el impacto de las competencias interpersonales en los resultados de una organización?
El desarrollo del liderazgo no debe depender únicamente de las empresas. Los líderes también tienen la responsabilidad de invertir en sí mismos, buscar oportunidades de aprendizaje y perfeccionar sus habilidades. Esperar que la organización lo haga por ellos es condenarse al estancamiento. La autonomía en el crecimiento profesional es una característica clave de los líderes que marcan la diferencia.
Un estudio de Catalyst revela que los empleados con un líder empático son más innovadores (47%) y más comprometidos (67%). En un mundo donde los desafíos de la salud mental están en aumento, comprender y conectar con las emociones y necesidades del equipo es crucial para influir en las personas y alcanzar los objetivos. Los líderes empáticos crean entornos de confianza y respeto, anticipan problemas y generan espacios de trabajo estimulantes que impulsan tanto su crecimiento como el de sus equipos.
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Enfrentamos una era de diversidad generacional, avances tecnológicos y cambios organizacionales constantes. Vivimos en un entorno que nos enfrenta constantemente a los cambios; el reto ya no es solo adaptarse a estos, sino anticiparse. La inteligencia emocional, la comunicación efectiva y la capacidad de inspirar diariamente son factores diferenciales. Quienes entienden la importancia del aprendizaje continuo, el desarrollo personal y la constancia en los procesos para mantenerse y mejorar cada día, tienen una ventaja en la construcción de equipos sólidos y resilientes.
Reflexionar sobre este tema lleva a una conclusión fundamental: el liderazgo no se trata solo de estrategias y decisiones, sino de acciones. Un líder no se define por sus palabras, sino por cómo influye y transforma a su equipo. Y en un mundo en constante cambio, quienes no evolucionan están destinados a quedarse atrás.
Silvia Aristizábal, vicepresidente de Recursos Humanos de Permoda