Opinión
“Yo les creo a las mujeres porque también he sido víctima, conocí los monstruos y solo el silencio me creyó”: Presidenta Junta Directiva Hacienda Santa Bárbara
Amparo Castilla reflexiona en esta columna sobre la violencia de género y la propuesta de despenalizar el incesto en Colombia.
El año pasado en Colombia se presentaron 622 feminicidios. El mes en el que hubo más víctimas fue abril, con más del 10 por ciento de los casos registrados a lo largo del año, de acuerdo con datos del Observatorio de Feminicidios de Colombia. Honduras, que tenía el récord de mayor número de víctimas por violencia de género, registró en ese mismo año 249 feminicidios, de acuerdo con el Observatorio de Feminicidios de Honduras.
Estas cifras, indudablemente, deben alertar al país, que tiene que entender que las mujeres están en una posición de subordinación, marginalidad y riesgo. Las cifras son solo una muestra de esa desigualdad de género, especialmente en asuntos legales. Es inaudito que en un estado de derecho, cuyo pilar fundamental es la familia, hoy se presente la posible despenalización del incesto (así sea solo para el debate).
Creo que siquiera mencionarlo es indignante. Por un lado, la niña es custodiada por toda la familia para que no salga de su casa para protegerla de una sociedad machista, pero por el otro, en muchos casos es entregada en su propia casa al hermano, tío, amigo cercano e, incluso, hasta sus propios padres, que ahora podrían sentirse protegidos por la legalización de la violación, so pretexto de un consentimiento.
¡Por Dios! La edad permitida para el consentimiento sexual, conforme al artículo 209 del Código Penal Colombiano es de 14 años, lo cual demuestra claramente una posición de desventaja en la capacidad de expresar la voluntad de la menor, que en algunos casos es acusada de provocar los hechos.
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El silencio sería la única opción, porque si no hay pruebas, ni soportes, ni rastros, y los procedimientos son largos, absurdos e inciertos, las menores estarían desprotegidas.
Yo les creo a las mujeres. Les creo porque los monstruos existen y no solo en el sentido sexual. También para lo físico, lo psicológico, lo cultural, lo laboral, lo social y hasta lo religioso.
Cuando una mujer denuncia, en la mayoría de los casos se devuelve el reclamo y de víctima se convierte en victimaria. Yo les creo a las mujeres porque también he sido víctima, conocí los monstruos y solo el silencio me creyó.
Dios me ha dado el regalo de conocer a la Asociación Pro-obras Sociales de la Justicia, la fundación de las esposas de los Magistrados de la Corte Suprema de Justicia y trabajadoras de la rama, quienes me honraron al nombrarme como la imagen para el capítulo ‘La Justicia, un Camino a la Equidad’, cuyo objetivo es la creación de Consultorios Jurídicos para asesorías y apoyos psicológicos.
Para asumir este compromiso he revisado mi propia historia, que es similar a la de muchas mujeres, y fue el mejor manual para emprender el camino del servicio que quiero recorrer.
Lejos de plantear divisiones entre los géneros, es necesario ayudar a que se conozcan las reglas de juego desde el punto de vista legal e intentar prevenir delitos contra la mujer y desde ese lugar fortalecer las familias. Tal vez no resolveremos el dolor que existe, pero es quizás un punto de partida para buscar un camino a la equidad.
*Presidenta de la Junta Directiva del Centro Comercial Hacienda Santa Bárbara.