Tropas argentinas avanzan hacia Port Stanley el 2 de abril de 1982, poco después de desembarcar. La Armada británica tardó varias semanas en llegar para comenzar las hostilidades.

CONFLICTO

Unas islas lejanas

Al cumplirse 30 años de la guerra de las Malvinas, los argentinos siguen soñando con recuperarlas y los británicos con mantener con ellas el esplendor de su imperio perdido.

31 de marzo de 2012

"Las Malvinas son un sentimiento" , dijo a SEMANA el exembajador argentino en Colombia Martín Balza, que combatió en la guerra de 1982, para explicar por qué hoy, 30 años después, esos islotes perdidos en las ventiscas del Atlántico Sur están en el corazón de todos los argentinos, tanto como las 237 tumbas en el Cementerio de Darwin y los 323 marinos que se hundieron con el crucero General Belgrano.
 
Justo cuando se cumple este aniversario de la guerra que enfrentó a Argentina con Gran Bretaña, el intercambio de misiles verbales y de acciones económicas entre Londres y Buenos Aires marca un recrudecimiento del conflicto como no se veía desde 1982.
 
Los países del Mercosur (Argentina, Uruguay, Paraguay y Brasil) acordaron impedir la entrada a sus puertos de barcos con bandera de las Malvinas y Perú canceló la visita de la fragata de la Armada británica HMS Montrose. El primer ministro, David Cameron, respondió a la decisión acusando a Argentina de “colonialista”, al tiempo que enviaba un destructor con misiles antiaéreos a las islas; mientras que el príncipe Guillermo, segundo heredero del trono, pasaba una temporada de entrenamiento en la base militar de Mount Pleasant.
 
Argentina acusó al Reino Unido ante la ONU de militarizar la disputa, denunció a las empresas inglesas que exploran pozos petroleros en Malvinas y anunció medidas administrativas y judiciales contra estas.
 
Gran Bretaña continúa rechazando cualquier negociación, a pesar de las resoluciones de las Naciones Unidas y de que las Malvinas son uno de los 16 territorios no autónomos en la lista del Comité de Descolonización de la ONU, diez de los cuales son ingleses.
 
Malvinas y la geopolítica
 
La de las Malvinas “fue una pequeña gran guerra, la primera de la era misilística”, como la definió Martín Balza. Los combates duraron 44 días, al cabo de los cuales los ingleses no pudieron lograr la rendición incondicional, sino solo condicional.
 
Gran Bretaña tuvo 256 muertos declarados –más que en Irak– y centenares de heridos; perdió dos destructores, dos fragatas, un gran portacontenedores, dos buques de desembarco, diez aviones y 24 helicópteros. Argentina perdió 649 hombres, de los cuales 323 perecieron en el hundimiento del crucero General Belgrano. A ellos hay que sumar los más de 500 suicidios de veteranos que quedaron en el olvido en estos 30 años.
 
El resultado cambió la política mundial en muchos aspectos. “Nuestro país salvó en 1982 a la Royal Navy del desguace y Margaret Thatcher se salvó de una contundente derrota legislativa generada por el alto desempleo y huelgas. Un gobierno destinado a durar poco más de tres años terminó siendo una revolución neoconservadora de más de diez”, dijo a SEMANA Fabián Calle, de la Fundación Taeda de Buenos Aires.
 
La guerra generó un sentimiento de solidaridad continental desde México hasta Tierra del Fuego, (con la dolorosa excepción del gobierno colombiano) y marcó el inicio de la decadencia de la Organización de Estados Americanos (OEA) porque Washongton apoyó a Gran Bretaña y no aplicó el Tratado Interamericano de Protección Recíproca
(Tiar), según el cual todos los miembros de la Organización se defenderían mutuamente de un ataque externo.
 
Del lado argentino, la guerra fue “una causa justa en manos bastardas”, según Balza. Como lo explica el extenso informe Rattenbach, que acaba de ser publicado, la Junta Militar condujo “a la nación a la guerra sin una adecuada preparación” y sus “errores” constituyeron “una causa decisiva de la derrota”.
 
Por eso, la capitulación llevó a la caída de la Junta Militar, que desde 1976 provocó la desaparición de 30.000 personas y que buscó en la guerra una huída hacia adelante para perpetuarse en el poder.
 
En los últimos 30 años se consolidó el dominio británico en el Atlántico Sur, con una base militar de la Otán, donde 2.000 soldados están para proteger a 2.500 habitantes. Francisco Corigliano, profesor de la Universidad Torcuato di Tella en Buenos Aires, dijo a SEMANA que dos factores han aumentado la intransigencia británica: “La sobreexplotación y la multiplicación de concesiones de licencias pesqueras, en aguas cercanas al archipiélago, a buques de diversas nacionalidades desde mediados de la década de 1980” y la posibilidad de explotación petrolera en dichas aguas.
 
En efecto, las recientes exploraciones de las petroleras inglesas demuestran la existencia de petróleo, aunque no está claro cuál puede ser el tamaño de esas reservas.
 
Perspectivas
 
Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la Paz, está realizando una campaña mundial con otros cinco premios Nobel para pedir a Gran Bretaña una negociación por las Malvinas. “Lo nuevo es la unidad continental, –dijo a SEMANA–. Hay momentos históricos en que las cosas cambian y este puede ser uno de ellos”, agrega, optimista.
 
Ciertamente, las cosas no están fáciles para Gran Bretaña. A pesar de que el ministro de Defensa inglés ironizó diciendo que “Argentina no ha comprado un nuevo avión de combate desde la guerra”, en Londres las cosas no están mejor. Según el periódico The Guardian, “el tamaño de la fuerza que viajó al Atlántico Sur hace 30 años no podría ser reunida hoy: ¿dónde encontraríamos 42 barcos de guerra, 22 auxiliares y 62 buques mercantes? La mayoría del poder naval británico ha muerto. Inspeccionar la lista de la flota con el lugar donde se construyó cada barco es recordar una civilización industrial que ahora está tan hundida bajo el mar como la Atlántida”.
 
Hoy la disputa no es tanto militar como política. “Desde la perspectiva argentina, y de la mayoría de los países latinoamericanos, Malvinas es el último resabio de política colonial británica, – dijo el profesor Corigliano–. Es una causa de alcance continental que en este último tiempo Brasil enarbola con particular énfasis, pues es funcional a su deseo de proyectarse como líder regional y una de las potencias emergentes en el contexto global, como uno de los Bric que ha desplazado a Gran Bretaña de su sexto lugar en la economía mundial”, agrega.
 
En este sentido, la decisión del Mercosur de prohibir el acceso a sus puertos de buques con bandera de la Autoridad Política de las Islas es, para el analista Jorge Castro, “un punto de inflexión en el conflicto Malvinas”.
 
El problema son los kelpers, que actúan con autonomía del gobierno británico y que disponen de grandes recursos, pues, gracias a la guerra, dejaron de ser un pueblo de criadores de ovejas y tienen un ingreso per cápita de 50.000 dólares anuales, superior al de Gran Bretaña y casi cuatro veces el de Argentina.
 
A partir de 1982, la política de los gobiernos argentinos ha pasado por distintas etapas: desde la seducción intentada por el presidente Carlos Menem, que enviaba ositos panda a los niños kelpers, hasta posiciones más afirmativas como la del actual gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, aunque en el marco de exigir negociaciones.
 
Si bien existen razones de coyuntura por las cuales Cristina de Kirchner se beneficia de este renacer del sentimiento nacional, lo cierto es que las Malvinas ya no son solo una cuestión de Estado de la Argentina, sino una cuestión de honor de América Latina.