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A 56 años de la Guerra de los Seis Días: la batalla que ha marcado la actualidad de Oriente Medio
La situación de Jerusalén, las fronteras entre varios Estados y la incapacidad de firmar un acuerdo de paz han sido consecuencias del resultado de esta guerra.
El Estado de Israel se fundó el 14 de mayo de 1948 en medio de una situación convulsionante en la región.
Con la retirada de Reino Unido, se dejó al Mandato Británico de Palestina dividido en dos, una parte israelí y otra árabe, la primera ha conseguido componer su nación, la segunda aún no.
Después de la primera guerra árabe-israelí que se dio de 1948 a 1949, el ejército hebreo alcanzó a delimitar su nación con base en las batallas ganadas, por su parte los árabes, derrotados, anexaron Cisjordania a Jordania y Gaza a Egipto. No obstante, esto duraría poco.
En 1967, Israel realizó un ataque preventivo a Egipto, ya que se temía que cuatro naciones árabes (Siria, Irak, Jordania y Egipto) cometieran acciones militares ofensivas en territorio israelí. El primer ministro de ese entonces, Levi Eshkol, no tuvo opción al aceptar dar el primer paso en ese ataque.
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Del 5 al 10 de junio de 1967 se libró la Guerra de los Seis Días, en donde, Israel resultó victorioso, no solo protegiendo a su nación, sino anexando territorios que les pertenecían a las naciones perdedoras.
Se hizo con la Península del Sinaí y la Franja de Gaza, que eran egipcias, con los Altos del Golán de Siria y con Cisjordania (Incluida la parte oriental de Jerusalén) que era de Jordania.
En nombre de la paz, y de dejar de llamar ‘enemigos’ a los Estados vecinos, a finales de los años 70, con los acuerdos de Camp David, Israel regresó el Sinaí a Egipto y el país árabe, a cambio, reconoció la legitimidad de Israel, lo que lo convirtió en el primer Estado árabe en reconocer al Estado hebreo. Con este acto hubo consecuencias como el asesinato del presidente egipcio Anwar el-Sadat y la negativa de la región árabe de entablar conversaciones con el gobierno egipcio durante un buen tiempo.
Después de que Israel decidiera reunificar a toda Jerusalén en la década de los 80, buena parte del mundo vio en esta maniobra una manera de perpetuar el conflicto, por lo que, Estados Unidos se comprometió a ser un mediador entre israelíes y árabes.
Llegada la década de los noventa, los acuerdos de Oslo firmados en 1993 le dieron a la región la oportunidad de contar con los Estados israelí y árabe, tal como se había prometido desde 1947.
Aun así, la disparidad política y social pudo más con esta intención, por lo que la llegada del milenio se vio oscurecida por las poderosas protestas entre los israelíes y los árabes, protestas que continúan en la actualidad.
La Guerra de los Seis Días, abrió un capítulo que no ha podido tener fin. Las consecuencias de esa batalla se ven hoy en día en las ciudades de Jerusalén, Belén, Ramala, Hebrón, entre otras, debido a los constantes choques entre ambas sociedades.
Sin importar los esfuerzos que realice la comunidad internacional para mediar en este conflicto que ya cumple 75 años, la voluntad política de parte de los gobernantes de ambas partes es necesaria para lograr un acuerdo en donde ambos territorios puedan existir en paz.
A pesar de considerarse una hazaña militar, en donde una nación fue victoriosa ante cuatro, las generaciones de todos los países que se vieron afectadas por este conflicto no han podido coexistir en armonía, a pesar de los tratados, acuerdos y normas que se han firmado, lo que demuestra que los gobernantes no han escuchado lo suficiente a sus ciudadanos quienes tal vez tengan una mejor voluntad para aceptar cambios paulatinamente y que al final se convierta en una realidad el derecho a la paz, que no solo necesita la región de Oriente Medio, sino todas las naciones.