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A este papá, Hamás le secuestró a su esposa y sus hijas de 2 y 4 años: “No trabajo, no duermo. Como lo mínimo para sobrevivir”
Las historias de los familiares de los rehenes tomados por el grupo terrorista son estremecedoras.
Para Yoni Asher el tiempo se detuvo el 7 de octubre, cuando su esposa y sus dos hijas fueron secuestradas por milicianos del movimiento islamista Hamás durante su ataque sorpresa en suelo israelí. “No trabajo, no duermo. Como lo mínimo para sobrevivir”, cuenta a un grupo de periodistas el exhausto hombre de 37 años, con la mirada perdida.
Aquel fatídico día, Asher había decidido quedarse en su casa, en Tel Aviv, mientras su esposa Doron, de 34 años, y sus hijas Raz y Aviv, de 4 y 2 años, visitaban a su suegra, Efrat, en el kibutz de Nir Oz.
Esta comunidad cercana a la frontera con Gaza, en la que vivían unos 400 personas, fue duramente golpeada por el ataque de Hamás. Más de 20 personas murieron y al menos 75 fueron tomadas como rehenes, según dijo esta semana un portavoz del kibutz.
Israel afirma que al menos 242 personas fueron secuestradas por milicianos de Hamás que irrumpieron en la Franja de Gaza hace casi un mes y mataron a 1.400 personas, en su mayoría civiles, en el ataque más mortífero jamás perpetrado en suelo israelí.
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El ejército israelí respondió con un fulminante ataque aéreo, terrestre y naval contra el territorio palestino que, según el ministerio de Salud de Gaza, dirigido por Hamás, ha matado a casi 9.500 personas, también civiles en su mayoría.
Tras conocerse la noticia del ataque, Asher vio un video en el que se veía cómo milicianos se llevaban a su familia en la parte trasera de una camioneta.
En el video se veía a Efrat con vida, pero el ejército israelí anunció poco después su muerte. Aún así, se aferra a estas imágenes como la última prueba de vida de su mujer y sus hijas, que tienen doble nacionalidad alemana e israelí.
Asher no ha vuelto a su trabajo en bienes raíces desde el 7 de octubre para dedicar todo su tiempo a intentar traer de vuelta a su familia. Durante una reunión organizada por el Foro de Rehenes y Familiares Desaparecidos en Tel Aviv dice que ha concedido “cerca de 300 entrevistas” a la prensa.
“Para mí la fecha de hoy sigue siendo el 7 de octubre”, afirma. “El tiempo se detuvo”. “Como padres, ya tenemos miedo cuando un niño salta sobre su cama, así que imagínense nuestro miedo ahora con los bombardeos por todas partes”, dice Asher.
“Queremos paz, no queremos que sufra ninguna población civil”, añade. La voz de Adva Adar, de 32 años, tiembla cuando habla de su abuela de 85 años, Yafa, que también estaría retenida en Gaza. “Cada minuto para ella es una pesadilla”, afirma Adar, preocupada de que su abuela no reciba la atención médica adecuada para sus problemas cardíacos y renales, su hipertensión arterial y sus dolores crónicos.
Yafa, también residente en Nir Oz, fue vista con vida en un video, a diferencia de Tamir, el primo de Adar, que desapareció sin dejar rastro desde el ataque de Hamás. Como el resto de su familia, Adar trata de mantenerse positiva. “Pero a veces la realidad nos alcanza”, dice. Después de “un mes sin medicación, podría significar que no sobrevivió, que murió allí”.
Ella Ben Amin, de 23 años, dice que toma “muchas pastillas” para poder dormir y que acude a terapia dos veces por semana desde que secuestraron a sus padres en el kibutz de Beeri.
Al igual que los demás familiares, la joven sigue “centrada en traer de vuelta” a los rehenes y continúa concediendo entrevistas a los medios de comunicación para concienciar sobre su causa. Su madre, de 57 años, “necesita varios tratamientos” debido a tumores cerebrales y vertebrales y tiene “problemas de movilidad”, dice.
Aunque se mantiene “fuerte durante el día”, Ella Ben Amin cede a veces a la “desesperación” por la noche, cuando piensa en “cómo duermen (sus padres), qué comen, qué beben”. Según la dirección del kibutz de Beeri, 85 personas -cuyos cadáveres han sido identificados- fueron asesinadas allí el 7 de octubre, y 32 están desaparecidas, entre ellas presuntos rehenes.
Los supervivientes de este bibutz fueron realojados en un hotel a orillas del Mar Muerto. Todos los días, las familias se reúnen para “cantar juntos”, pero también para intercambiar información. Es allí cuando les dicen “quién ha aparecido muerto, ya que muchos cadáveres aún no han sido identificados”, explica.
*Reportaje de AFP