ENTREVISTA
“A la muerte la vi de frente”: el asombroso testimonio de un soldado colombiano que sobrevivió a la guerra en Ucrania en el frente de batalla
El militar le dijo a SEMANA que sirvió a la Legión Internacional y aseguró que Rusia sí ha cometido crímenes de lesa humanidad.
Javier Alfonso Quintero nació en Piedecuesta, Santander, en 1985. Es el menor de cinco hijos y perteneció a una típica familia colombiana. Además, perteneció a la Policía Nacional de Colombia y, después de esa experiencia, trabajaba como coordinador en una empresa de seguridad privada en Bucaramanga.
Al otro lado del mundo, en ese momento, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, firmaba un importante decreto que daría apertura a la Legión Internacional, llamada también Legión de Defensa Territorial de Ucrania, que había empezado poco tiempo después de los primeros días de invasión del Ejército ruso a territorio ucraniano.
Esta unidad militar buscaba recibir a combatientes extranjeros que estuvieran dispuestos a dar su vida por Ucrania y defender a muerte el territorio. Una formación anunciada en una declaración del ministro de Relaciones Exteriores de Ucrania, Dmytro Kuleba, conformando así varios batallones, como el Batallón Vovkodav, Legión Libertad de Rusia, Brigada Normanda o el Batallón de Crimea de mayoría musulmana.
A Javier siempre le llamó la atención defender a las personas vulnerables, por lo que enlistarse en esta división se convirtió en su única prioridad, mucho más al enterarse que por medio de este grupo era más fácil el proceso para llegar a Ucrania, con el objetivo de combatir a favor de los ucranianos, a pesar de que este no fuera su país.
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“En vista de ver lo que se estaba cometiendo en Ucrania, las atrocidades que se estaban viendo en su momento, cómo el Ejército ruso estaba acabando con los ucranianos, yo siempre he tenido ese instinto militar y por eso quise poner mi grano de arena para apoyar esa causa”, dijo a SEMANA Javier Alfonso Quintero, asegurando que no quería seguir viendo desde la distancia cómo un país arrasaba con civiles por las ansias de tener el poder absoluto.
A la familia no le cayó nada bien la noticia, sobre todo a sus padres, porque no querían ser testigos de la muerte de su hijo en una batalla que no le correspondía. Su esposa y sus hijas, por su parte, respetaron la decisión, mas no estaban de acuerdo con ella, por lo que le pidieron al colombiano que les informara cada paso que daba para intentar calmar la incertidumbre de lo que podría pasar con él.
“El procedimiento lo hice en secreto (...) cuando ellos se enteran yo ya estoy listo para viajar a Bogotá para coger mi vuelo a Ucrania, lo hice con el fin de no preocuparlos”, dijo Quintero, asegurando que no es fácil para una familia entenderlo y más cuando las probabilidades de regresar vivo, de mil, solo hay una.
“La guerra de Ucrania no solo es de Ucrania, es de todo el mundo”, aseguró.
Javier Alfonso Quintero voló desde Bogotá a Cancún, donde un agente migratorio le preguntó bajo sospecha por qué no tenía vuelo de regreso. “Voy para la guerra”, respondió el colombiano, quien recibió elogios de los agentes migratorios que se encontraban cerca. Tras la escala en Cancún, voló hacia Bruselas y después a Polonia, donde lo estaba esperando un largo camino hacia la frontera con Ucrania.
El 4 de agosto de 2022, Javier Alfonso llegó a Cracovia y, tras un largo camino, llegó a Przemyśl, la zona fronteriza entre Ucrania y Polonia, un lugar donde se encuentran ubicados los agentes migratorios de ambos países con un amplio esquema de seguridad, donde Javier pasó algunos filtros y luego le retuvieron su pasaporte por 40 minutos, confirmando información.
“Me llamó un sargento del Ejército ucraniano, me preguntó que si yo hablaba inglés, yo le dije que muy poco. Entonces me tocó con el traductor del celular y empezó a preguntarme cuál era el motivo de mi visita a Ucrania”, narró el colombiano, quien le explicó al agente los deseos de enlistarse en las filas del Ejército, algo que llenó de alegría al militar de alto rango.
En una carpa blanca al finalizar el pasillo fronterizo estaba el emblema de la Legión Internacional de Ucrania, donde los militares reciben a los soldados con comida y energizantes para que recuperen fuerzas por cuenta del viaje; después, los trasladan a un colegio abandonado para que los extranjeros puedan conocer a qué zona les iban a llevar, un proceso común en el que filtran a soldados para viajar a Ternópil o a Járkov.
Vía tren, Javier fue enviado a Ternópil. “Eran más o menos 4 horas donde uno hace todo el proceso de incorporación; ahí duré 20 días, firmando toda la documentación”. Tras este procedimiento, el colombiano logró ser enlistado a uno de los batallones más antiguos de Ucrania, el batallón de Karpatska Sich, y después enviado a una de las zonas más complicadas: el Donbás.
Colombianos había bastantes, según cuenta Javier. “Había en ese momento unos 20 colombianos, había brasileños, un peruano, y en las otras brigadas había estadounidenses, franceses, británicos y un mexicano que era enfermero de combate”.
“Allí recibí mi armamento: armadura, casco, uniforme, un fusil AK74 de fabricación soviética con munición, granadas de mano, el casco blindado, armadura nivel 4 blindada con el fin de protegernos parte del cuerpo y la cabeza”, dijo Quintero a SEMANA asegurando que poco tiempo después fueron trasladados a una zona rural donde había cultivos de girasoles y todo totalmente abandonado con un “90 % destruido por los bombardeos rusos”.
Los soldados ucranianos vivían bajo tierra porque los asedios y bombardeos eran constantes las 24 horas, y según la orden del comandante se formaban hombres para ir al frente, la primera línea de batalla donde estaban a menos de 200 metros del Ejército ruso defendiendo la posición. “Teníamos que defender la posición”.
El día más difícil
Fueron muchas las jornadas complicadas que le tocó vivir a Javier, pero recuerda con un enorme pesar el día en que uno de sus compañeros, Jaime Muñoz, fue asesinado en combate, una noticia que no solo lamentó Javier, sino muchos colombianos que conocieron el detalle del fallecimiento de este soldado que también había viajado a Ucrania para defender al país.
“Ese día yo estaba en ese operativo, yo lo ayudé a evacuar; él iba herido, no murió en el campo de batalla, murió en el hospital y fue muy difícil porque fue una de las personas que viajó conmigo y que desde Colombia veníamos hablando de nuestro deseo de enlistarnos en el Ejército ucraniano”, dijo a SEMANA el soldado santandereano.
Esta experiencia fue muy complicada para Javier, pues le tenía un gran aprecio. “Son personas a quienes uno aprecia, fue el 23 de agosto del año pasado cuando se inició esa contraofensiva y desafortunadamente pasó eso”, dijo mientras describe los momentos de angustia que vivía el colombiano en medio de los ataques rusos. “El bombardeo ruso es impresionante, uno piensa que a ellos no se les van a acabar las municiones, el ataque es de noche y de día”.
Fue indispensable en medio de este asedio que Javier afinara su oído, lo que le sirvió para salvar su vida en varias ocasiones. “Uno necesitaba saber si el proyectil salía del lado de ellos o de nosotros (...) tiene un silbido en el que uno aprende a entender qué tan cerca o qué tan lejos puede caer”.
Los días se hicieron más difíciles con los drones, un método que usa mucho el Ejército ruso para conocer en detalle las coordenadas que ayudan a ubicar con exactitud la posición de los soldados ucranianos. Esas coordenadas son enviadas a los tanques rusos e inmediatamente inician el bombardeo contra la tropa, indiscriminadamente.
Frente a frente con la muerte
Javier recuerda con nostalgia los momentos que tuvo que verse frente a frente con la muerte. En una de sus anécdotas, el colombiano recuerda un día frío en su unidad. Ese día se hizo una evacuación, pues las condiciones climáticas no ayudaron al Ejército de ucrania. “Uno mantenía enterrado, tenía más peso de lo normal, traía unas cajas de munición más grande de lo normal y físicamente estaba mal, no podía avanzar más”.
Sus compañeros le habían cogido ventaja, los drones seguían en la mira a Javier y los tanques rusos seguían disparando desde la distancia, mientras que el colombiano no podía más, por lo que optó por agacharse de manera constante para evitar que las esquirlas le impactaran el cuerpo. “Fue algo bastante duro”, dijo a SEMANA.
“En ese momento pensé que hasta ahí había llegado”, narró el santandereano, quien por fortuna fue rescatado momentos después por un soldado ucraniano que regresó a prestarle ayuda. “Con él fue que pudimos salir y llegar al punto de evacuación donde llegaban los equipos militares ucranianos”, agregó.
Últimos días de lucha
En el último campamento en el que estuvo Javier, la salud le pesaba más de lo normal pese a su buen estado físico; sin embargo, el colombiano decidió seguir en el frente y continuar con la Legión Internacional donde había más colombianos. “Entré a una ciudad fronteriza con Rusia y firmé un contrato con un nuevo uniforme y armamento, y me llevan a una zona bastante asediada con el Ejército ruso”; sin embargo, las condiciones de vida mejoraron en esa zona.
Después de un tiempo, Quintero decide regresar a Colombia porque la salud empieza a pasarle factura. La espalda, sobre todo por el mismo peso de la armadura y lo que cargaba a diario, estaba perjudicándole. “Tenía que estar a punta de calmantes para desplazarme a las trincheras”, dijo. El terreno no ayudaba, el barro es muy alto y eso afectó mucho la salud del soldado porque no quería convertirse en una carga para la tropa.
Según el colombiano, la guerra no está próxima a terminar, ni por la vía del diálogo ni por la vía militar. Ambos bandos siguen entregándolo todo para tomar más territorio de parte y parte, pero lo que sí es seguro es que Rusia sigue cometiendo crímenes de lesa humanidad atacando a la población con armas prohibidas.
Según Quintero, Rusia también ha perdido soldados, tanques y armamentos, que han caído en la guerra; igualmente el Ejército ucraniano, pese a la ayuda que ha recibido de Estados Unidos, Polonia y Alemania para lograr resistir a la invasión. ”Admiro mucho al presidente Zelenski, quien sin importar la zona de combate allá llegaba a darles moral a sus tropas; llega a cualquier parte con su escolta, que él mismo sabe no le va a servir”.
Finalmente, Javier Alfonso Quintero volvió a Santander el sábado 8 de abril, en plena Semana Santa, para reunirse de nuevo con su familia y sus allegados, quienes no dejaron de escribirle ni un solo momento en medio de las preocupaciones. Eso sí, uno fue el que se fue y otro el que volvió.