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A tres años de la llegada de los talibanes al poder, ¿cómo es la vida en Afganistán?

La represión a opositores y mujeres ha sido una constante en los últimos años con la llegada del grupo islámico.

Redacción Semana
12 de agosto de 2024
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Soldados talibanes celebran el segundo aniversario de la caída de Kabul en una calle cerca de la embajada de Estados Unidos en Kabul, Afganistán. | Foto: REUTERS

Tres años después del regreso de un gobierno talibán, Afganistán tiene una economía con un “crecimiento cero” y su población se hunde en la pobreza, con una crisis humanitaria que se agrava y sin esperanzas de un repunte cercano.

Pero el PIB se contrajo violentamente un 26% en 2021 y 2022, según el Banco Mundial, que estima que “el crecimiento será cero durante los tres próximos años y la renta per cápita caerá ante la presión demográfica”.

Dos años después de la toma del poder, ningún país ha reconocido todavía al gobierno talibán, con debates abiertos en la comunidad internacional sobre si debe establecer relaciones y cómo hacerlo con las nuevas autoridades.
Banderas del Emirato Islámico de Afganistán, el nombre dado oficialmente al país por sus nuevos dirigentes, ondeaban en los controles de seguridad de la capital Kabul. | Foto: AFP

La ayuda al desarrollo prácticamente cesó, ya que ningún país reconoce al gobierno, la ayuda humanitaria cayó y un tercio de los 45 millones de afganos sobrevive a base de pan y té, sufriendo un desempleo masivo. “El nervio de la guerra es encontrar socios estratégicos”, declaró a la AFP Sulaiman Bin Shah, viceministro de Comercio cuando los talibanes entraron en Kabul y ahora asesor de inversiones.

“Cooperamos mucho con Rusia, China, Pakistán, Irán”, afirmó Ahmad Zahid, viceministro de Comercio e Industria. Pero para salir del subdesarrollo “hay que reabrir los canales bancarios”, bloqueados por las sanciones occidentales y la congelación de los activos del Banco Central, afirmó Bin Shah. La AFP preguntó a varios afganos en la capital Kabul (este), Herat (oeste) y Gazni (centro) cómo viven actualmente.

Las mujeres afganas organizan una protesta por sus derechos en un salón de belleza en el área de Shahr-e-Naw de Kabul el 19 de julio de 2023.
Las mujeres afganas organizan una protesta por sus derechos en un salón de belleza en el área de Shahr-e-Naw de Kabul. | Foto: AFP

Empresario feliz

A sus 54 años, Azizullah Rehmati es un empresario feliz, que espera duplicar su producción de azafrán este año. “Antes queríamos invertir fuera del país, pero con el regreso de la seguridad y la mayor facilidad para exportar, preferimos invertir en Afganistán”, explica el empresario, que hasta 2021 transportaba el azafrán con escoltas al aeropuerto de Herat.

Sin embargo, “transferir dinero es un verdadero problema”, afirma Rehmati. “Tenemos que recurrir a agentes de cambio en Dubái para hacer llegar nuestro dinero a Afganistán”, explica. En su fábrica, mujeres separan con pinzas los pistilos rojos de la preciada especia. Solo 50% de los empresarios afganos siguen empleando a mujeres. Las restricciones de los talibanes sobre la actividad y la educación de las mujeres lastran la economía.

Músico silenciado

Wahid Nekzai Logari fue miembro de la Orquesta Nacional y daba conciertos con la “sarenda”, un instrumento de cuerda tradicional, y el armonio. “Mantenía a toda mi familia. Teníamos una buena vida”, dice este afgano de 46 años, en su modesta casa de un suburbio de Kabul.

Pero “con la instauración del Emirato Islámico, se prohibió la música”, cuenta el hombre, que conduce un taxi ocasionalmente para dar de comer a los siete miembros de su familia, ganando solo 5.000 afganis (70 dólares) al mes. “Nadie nos dijo ‘Ya no puede tocar música, pero encontraremos la manera de que alimente a su familia’”, lamenta.

En imágenes : la bandera talibán en Kabul
Un combatiente talibán es visto en la ceremonia de izamiento de la bandera talibán en Kabul, Afganistán. | Foto: REUTERS

La estilista clandestina

La orden de cerrar los salones de belleza el año pasado “rompió el corazón” de Sayeda (nombre ficticio), pero hace cuatro meses se instaló en otra parte de Kabul. Esta gerente de 21 años reactivó su negocio “a condición de que las clientas sean muy discretas y que algunas de nuestras empleadas duerman aquí para que los vecinos piensen que vive una familia”.

Insurgente convertido en funcionario

Durante cuatro años, Abdul Wali Shaheen quiso “morir como un mártir” en las filas talibanes. Tras la victoria, cambió su lanzacohetes por un ordenador en el Departamento de Información y Cultura de Gazni. “No estaba tan estresado como ahora”, admite este exmuyahidín de 31 años. “Lo único que hacíamos era librar la yihad, ahora es más difícil”.

Su salario de 10.000 afganis es suficiente para alimentar a su familia de cinco miembros. “Le doy un 10/10 al Emirato por estos tres años”, declara. “Todo va bien y tenemos esperanza en el futuro”, aunque admite que hay “deficiencias” que espera “se subsanen”.

Con información de AFP.