Estados Unidos
A un año de su posesión, Joe Biden tiene muy poco por celebrar
El presidente norteamericano no ha salido de una crisis para entrar en otra durante su primer año de mandato. Ahora sabe que tiene que cambiar de actitud si quiere ser reelecto en 2024.
El 20 de enero de 2021, Joe Biden se posesionó como presidente de Estados Unidos en medio de un clima caótico. Habían pasado apenas unos días desde la toma del Capitolio, Donald Trump, a regañadientes, debió aceptar su derrota y, además, la pandemia de la covid-19 parecía no dar tregua en el país. Ahora, sin haber superado algunos de sus primeros obstáculos y enfrentando unos nuevos, Biden inicia su segundo año de mandato en medio de la incertidumbre.
Prometió ser el presidente que iba a unificar a los estadounidenses después de la gran polarización que había dejado Trump por su paso en la Casa Blanca. Hoy, un año después, esa meta parece lejana, y el presidente sufre el riesgo de estancar su mandato por una baja popularidad y por, simplemente, no haber podido conectarse con la ciudadanía norteamericana.
Según el último sondeo de The Associated Press, el 43 por ciento de los estadounidenses aprueban la gestión de Biden, pero más preocupante es otra cifra: apenas el 28 por ciento desea que se presente a las elecciones de 2024. Igualmente, entre sus copartidarios demócratas solo 48 por ciento quiere que repita mandato.
La caída de la aprobación tiene más de una causa. Por ejemplo, en septiembre bajó seis puntos de favorabilidad después de la caótica evacuación en Afganistán luego de más de 20 años de guerra cortados de tajo, dejando al país asiático en manos de los extremistas talibanes. Además, se le cobró que, durante la salida de tropas norteamericanas de Oriente Medio, el Isis-K atentara en el aeropuerto de Kabul, dejando más de 180 muertos, entre ellos 13 soldados estadounidenses.
Lo más leído
Asimismo, un mejor manejo de la pandemia había sido la gran bandera de Biden durante la campaña contra Trump. A pesar de ser uno de los voceros a favor de las vacunas y de las medidas de bioseguridad, después de que el país fuera golpeado por las variantes delta y ómicron la confianza de la ciudadanía también fue decayendo. En efecto, solo el 45 por ciento aprueba la gestión ante la covid-19, respecto al 57 por ciento de diciembre y al 66 por ciento que registró en julio de 2021.
Paralelamente, su gestión económica no ha sido destacada por la población y solo el 37 por ciento de los estadounidenses la ven con buenos ojos. Y no es para menos, la inflación está en números históricos al registrar el año pasado 7 por ciento, una cifra que no se había visto desde hace 40 años. Esto se reflejó en el aumento de los precios que pagan los hogares, afectando especialmente a los más vulnerables.
Otro factor clave ha sido el hasta ahora fracaso de la figura de la vicepresidenta Kamala Harris, que prometía no solo una cara de renovación de los demócratas, sino ser alguien mucho más cercana a las minorías y a la población más descontenta con la política tradicional.
Sin embargo, Harris parece lejos de cumplir la misión para la que fue designada. Ejemplo de esto es que, según Gallup, la desaprobación de la vicepresidenta está a la par de la de Biden. Se destacan, ante todo, los pocos éxitos en las medidas migratorias, por las que han tenido que enfrentar polémicas a causa de la represión de ilegales en la frontera con México. Este panorama hace aún más difícil que Harris ocupe el puesto de Biden en 2024 si llegase a no buscar la presidencia en un caso extremo.
Bajo ese escenario, tanto Biden como Harris deben hacer esfuerzos unificados para dar un timonazo en el segundo año que les dé más gobernabilidad y popularidad a fin de no hundir a su partido junto con ellos, teniendo en cuenta que lo que viene no es precisamente fácil.
Biden 2.0
El Joe Biden de 2022 se muestra mucho más combativo y decidido a no dejar que nada ni nadie se interponga en su camino. Lo primero que ha hecho es darles mucha más visibilidad a los logros de su Gobierno, que, por supuesto, también ha tenido picos altos, a pesar de las múltiples polémicas. De hecho, la recuperación económica en Estados Unidos ha sido tremendamente efectiva.
En las peores épocas de la pandemia la tasa de desempleo llegó hasta 15 por ciento, pero hoy ya va por debajo de 4 por ciento y con tendencia a seguir cayendo, al tiempo que aumentaron el consumo y la demanda interna. Según analistas, este ascenso ha tenido mucho que ver con las ayudas y cheques de estímulo que recibió la ciudadanía durante los confinamientos.
El otro gran logro que puede sacar a relucir es la aprobación del plan de infraestructura, una idea que tuvo apoyo de ambos partidos, situación que ha sido inusual en las últimas épocas en ese país. Con esto, más de un billón de dólares serán destinados a la renovación urbana nacional, disminuida desde los años ochenta, que les dará mucha más visibilidad a los logros del Gobierno Biden.
Pero todos los planes vienen acompañados de un cambio radical de mensaje. “Estoy cansado de estar callado”, expresó la semana pasada en un discurso bastante eufórico, refiriéndose a las conversaciones que ha tenido con senadores después de su propuesta fallida de una legislación sobre los derechos de voto.
Y es necesario que Biden pase de la conciliación al combate, ya que, a medida que avanzan los días, se queda sin apoyo, sin aliados y sin tiempo para revertir la situación. Todo parte de que Biden, al ser alguien de centro, no ha podido llegar a muchos acuerdos con la derecha, y las voces de izquierda en su partido también se muestran muchas veces en contra.
Asimismo, con las intenciones expansionistas de Vladímir Putin de invadir Ucrania, Biden ha tomado la vocería y amenazó con unas duras medidas económicas contra Rusia si decide ir a la guerra. El anuncio ha tenido el apoyo de la comunidad internacional y puede que disuada a Putin, por lo menos por un tiempo, aunque no parece un escenario realista. Pero, de no serlo, irá con todo contra los rusos desde la distancia.
La labor más difícil parece ser con los contradictores de su mismo partido, pues el 8 de noviembre se enfrentará a las elecciones intermedias en las que puede perder el poco control que tiene del Congreso en Cámara y Senado. Eso sería un clavo para su mandato, dado que perdería cualquier tipo de gobernabilidad.
Todo esto llega de la mano con su anuncio oficial de presentarse en las elecciones presidenciales de 2024, en las que seguramente será el segundo round de su pelea contra Trump, quien, de no ocurrir nada extraordinario, también irá en búsqueda de la Casa Blanca, en una insólita elección entre presidente y expresidente. El problema para Biden es que, según varias encuestas, si los comicios fueran hoy, sería vencido por el magnate.
El fantasma de su antecesor es una constante que siempre acompaña a Biden, teniendo en cuenta que Trump es una figura totalmente opuesta a él y que siempre se guía por la polémica más que por la diplomacia. Eso puede ser un factor a favor del exmandatario si el Gobierno demócrata no puede darle un giro a su mandato, tras pasar cuatro años criticando a la administración Trump a la que calificaba como caótica.
Por ahora, a Biden y a su Gobierno les espera un año particularmente duro, con elecciones, la continuación de la pandemia y un descontento creciente. Y es ahí cuando el presidente deberá mostrar la madera política que ha tenido durante su larga trayectoria. De lo contrario, se hundirá seguramente con su barco en medio de aguas aciagas para los estadounidenses.