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Adiós eterno a la Reina Isabel: Así fue la entrada del féretro de la monarca en su funeral; Harry no pudo usar su uniforme militar por el desplante que hizo a la realeza
Ícono de toda una era, la reina Isabel II, fallecida tras 70 años de histórico reinado, recibe el último adiós el lunes en el “funeral del siglo”, en presencia de mandatarios de todo el mundo.
La entrada de la familia de la Reina Isabel era un momento muy esperado para los británicos y para el mundo. Detrás del féretro de la monarca caminaron sus seres queridos más cercanos. El paso tuvo mucha ceremonia y mucho significado.
Por ejemplo, al príncipe Harry no le fue permitido usar su uniforme militar por haber renunciado a sus obligaciones reales para irse a vivir a California con Meghan Markle.
“Adiós a nuestra gloriosa reina”, “una vida de servicio desinteresado”, titulan las portadas de los diarios británicos este lunes, que saludan su “entrega” a la Corona.
Tras 10 días de luto nacional, homenajes y rituales de gran pompa, unas 2.000 personas, entre ellas cientos de dignatarios y monarcas, empezaron a llegar a una ceremonia religiosa en la Abadía de Westminster. Del presidente estadounidense Joe Biden al brasileño Jair Bolsonaro, de los reyes de España -Felipe y Letizia, y los eméritos, Juan Carlos y Sofía- hasta el emperador Naruhito de Japón, unos 500 líderes y monarcas están invitados a una ceremonia convertida en el mayor “reto” de seguridad para el Reino Unido.
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El papa Francisco, que no asistirá, está representado por el secretario del Vaticano para las Relaciones con los Estados, Paul Gallagher. En los últimos cinco días, cientos de miles de personas pasaron por la capilla ardiente, instalada en la parte más antigua del Parlamento británico, tras esperar hasta 24 horas en una kilométrica cola que serpenteaba por el centro de Londres, a orillas del río Támesis.
La reina “no quería servicios largos y aburridos, no habrá aburrimiento, sino que serán transportados a la gloria al escuchar el oficio”, aseguró a la BBC el exarzobispo de York Lord Sentamu. “Pueden esperar el mejor de los oficios funerarios, el servicio del libro de oraciones, las palabras que inspiraron a Shakespeare”, explicó.
El deán de Westminster, David Hoyle, dirigirá el oficio religioso y el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, líder espiritual de la Iglesia Anglicana, pronunciará el sermón.
Londres se vuelca a las calles
La reina más longeva que jamás haya tenido el Reino Unido falleció el 8 de septiembre a los 96 años, cuando pasaba el verano en su residencia escocesa de Balmoral. Su salud no dejaba de empeorar desde hacía un año, pero la desaparición de una monarca cuya presencia parecía casi eterna conmocionó al país y al mundo.
El Reino Unido la homenajeó con 10 días de luto nacional, cortejos y procesiones, y una masiva emoción popular que volvió casi imperceptibles las protestas de una minoría de republicanos. Su hijo mayor, de 73 años, la sucedió como Carlos III. Hasta ahora uno de los miembros menos apreciados de la familia real británica, su popularidad subió en los últimos días.
Con capacidad para unas 2.200 personas, la imponente iglesia gótica situada en el centro de Londres no podrá dar cabida a las multitudes de británicos deseosos de acompañar a su reina hasta el final. A primera hora de la mañana, miles de personas de todas las edades esperaban ya en la conocida avenida Mall, frente al palacio de Buckingham, algunos con banderas británicas.
“Siempre dijimos que si la reina moría, vendríamos a su funeral de Estado. Ya vinimos a las bodas [reales], al Jubileo [de Platino en junio]. Esperamos poder ver el coche fúnebre”, dijo Liz, una mujer de 69 años, que llegó junto a su amiga Jane.
Muchos pasaron una o más noches al aire libre para reservar un lugar en primera fila, Linda Keeble, de 59 años, y su marido Ray que pernoctaron en una simple silla plegable, al no permitirse las tiendas de campaña, para asegurarse de ver pasar el cortejo. Tras salir de la Abadía de Westminster, un afuste trasladará el féretro en procesión por el centro de Londres hasta al Arco de Wellington, en Hyde Park Corner, y, desde allí, en coche fúnebre al Castillo de Windsor, que se convertirá en la última morada de la reina.
¿Dónde será enterrada?
Símbolo de una era de grandes cambios, Isabel II llegó al trono en 1952, en un Reino Unido aún sumido en la posguerra mundial, y se marchó en el 2022 de la pospandemia y el Brexit.
No solo conoció a 15 primer ministro británicos, de Winston Churchill a la actual Liz Truss, también a figuras históricas como el soviético Nikita Jruschev, la madre Teresa de Calcuta o el sudafricano Nelson Mandela. Asimismo, a artistas como Charlie Chaplin, Michael Jackson o Lady Gaga.
En Windsor, se dirigirá a la Capilla San Jorge por la gran avenida que atraviesa los terrenos del castillo. En esta iglesia del siglo XV, conocida por haber sido escenario de las últimas bodas reales, se celebrará otro oficio religioso con 800 invitados, incluidos empleados del castillo. Después, en una última ceremonia privada, reservada a los familiares más cercanos, la reina será enterrada en el conocido como “Memorial Jorge VI”, un anexo donde ya reposan sus padres y las cenizas de su hermana Margarita.
Los restos de su esposo, el príncipe Felipe, serán enterrados junto a ella, trasladándolos de la cripta real, donde reposan desde su muerte en abril de 2021, con casi 100 años.
La princesa que no nació para reinar
El príncipe Alberto, Bertie, y Elizabeth Bowes-Lyon, duques de York, eran una pareja muy sencilla. A pesar de pertenecer a la familia real, no vivían en un palacio, sino en una casa sin pretensiones, en el 17 de Bruton Street, en el glamuroso Mayfair, en Londres.
Allí nació su primogénita, la aplomada Isabel II, y le siguió la vivaz Margarita, su polo opuesto. Isabel II fue la nieta mayor del rey Jorge V, famoso porque era furioso con sus hijos. Con la princesita, empero, dio un vuelco total y veía por sus ojos. Los York eran una rareza en el alto mundo británico, los padres eran fríos y severos con sus hijos. Ellos, en cambio, eran todo cariño, diversión y mimos con las princesitas.
Jorge V vivía decepcionado del heredero, David, playboy, rebelde, popular. Vaticinó, asimismo, que abdicaría y quería que todo quedara en manos de Bertie y Lilibet. Así fue. En 1936, David subió al trono como Eduardo VIII, pero al año abdicó tras una infructuosa lucha para que lo dejaran casarse con su amante, Wallis Simpson, a pesar de que era dos veces divorciada, lo que era visto como una aberración.
La más desencajada con el escándalo fue la madre de Isabel II, pues ello significaba que su marido, inseguro y tartamudo, era el nuevo rey, un papel para el que no estaba preparado. Además, ello implicaba el fin de su idílica vida hogareña. Bertie subió como Jorge VI y, a la postre, su reinado fue un éxito. El pueblo amó a la familia real porque compartieron con él los horrores de la Segunda Guerra Mundial, durante la cual Isabel II y Margarita fueron ocultadas en el Castillo de Windsor.
Tras la contienda, se volvió más serio el romance de la nueva heredera con Felipe de Grecia y Dinamarca, quien desbancó al futuro duque de Grafton, un pretendiente que no le disgustaba a la princesa. A la fastuosa boda, el 20 de noviembre de 1947, siguieron los años más felices de Isabel II, inocente de la sorpresa que el destino le tenía preparada.