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Aerolínea tuvo que reembolsar más de 1.000 dólares a pareja de pasajeros por culpa de un perro flatulento
La pareja de pasajeros manifestó la incomodidad ante las directivas de Singapore Airlines, luego de haber tenido que viajar por 13 horas al lado del can y sus malos olores.
Un perro con problemas gástricos se convirtió en una tortura para dos pasajeros que recientemente hicieron uso de un vuelo de 13 horas, en un viaje entre Francia y Nueva Zelanda, y que manifestaron posteriormente sentirse violentados por la empresa debido a los malos olores que debieron soportar por parte del perro, advirtiendo que las ‘flatulencias’ de este, sumaron en la habitual incomodidad que puede generar el compartir puesto con un can por tan largo rato.
Así, la pareja conformada por Gill y Warren Press, se convirtió en foco del despliegue noticioso después de que la aerolínea Singapore Airlines, les concedió una indemnización por más de 1.000 dólares, en respuesta los perjuicios ocasionados por la incómoda situación que tuvieron que atravesar en el vuelo internacional.
Según las declaraciones de la pareja a medios de comunicación en Nueva Zelanda, la crisis comenzó cuando se percataron que debían viajar en compañía de un perro por 13 horas, advirtiendo que la incomodidad inicial se refería a que el perro resoplaba su mal aliento, generando un ambiente un poco incómodo.
No obstante, la situación se agravaría con el paso de los minutos, pues, debido a los nervios que también atravesaba el canino en cabina, este comenzó a presentar aparentes problemas estomacales que derivaron en que este comenzara a presentar copiosamente escenarios de flatulencias, que incomodaron a la pareja y a otros pasajeros debido a los fuertes olores.
De acuerdo con medios internacionales que informaron sobre la luz verde de la justicia frente a su exigencia de indemnización, los hechos ocurrieron el pasado mes de abril en un avión que despegó desde la ciudad de París, y el perro implicado en el escándalo es un animal de compañía, autorizado a viajar en cabina debido a que es considerada la mascota de apoyo emocional de su dueño; otro de los pasajeros del avión.
Sobre la pareja Press, la denuncia aclara que estos se encontraban realmente molestos porque además habían optado por viajar en primera clase con el fin de contar con ciertas comodidades que se vieron dilapidadas por cuenta de la presencia del can que les aguó el viaje de placer.
La pareja advirtió que en medio del vuelo, y cuando la situación, para ellos se tornó desagradable, a tal punto de exceder sus límites, decidieron buscar ayuda de las auxiliares de vuelo, comentando que el perro, además de generarles incomodidades por resoplar y babear, también estaba haciendo desagradable su experiencia debido a que constantemente estaba dejando salir pedos.
En declaraciones entregadas a medios locales, la mujer explicó que inicialmente la incomodidad fue comentada internamente por la pareja, pero llegó el punto en que decidieron no aguantar más y exigir ciertas garantías de comodidad en el vuelo.
Así, tras hablar con la azafata, esta les comentó que no habría posibilidad de cambiar de puestos dentro de la misma sección del avión, advirtiendo que la alternativa propuesta era pasar a la clase económica ubicada atrás de la cabina del piloto; no obstante, la alternativa no resultaba del gusto de los viajeros por lo que la rechazaron.
Así permanecieron por algunos minutos más, hasta que llegó el momento de la cena; escenario en el que se hizo aún más desagradable la presencia del perro debido a sus malos olores, por lo que decidieron aceptar la propuesta de la auxiliar de vuelo, advirtiendo que ellos deseaban dejar el precedente de su queja.
Pese a que la aerolínea había advertido que se comunicaría con ellos, con el pasar de los días la llamada nunca llegó, por lo que la indignada pareja decidió entonces tomar la iniciativa del contacto.
Una excusa inicial
Tras presentar su caso a los directivos de la aerolínea en Nueva Zelanda, la mujer recibió una propuesta de una disculpa pública y el pago de 73 dólares por cada uno de los viajeros afectados.
Sin embargo, la mujer advirtió que la oferta de la compañía no le satisfacía, pues no creía que ese dinero pudiese llegar a enmendar los daños ocasionados en contra de ellos, advirtiendo además que el precio entre los asientos comprados y los que recibieron finalmente en medio de la contingencia representaba una mayor diferencia que la ofrecida.
Así, el pasado mes de julio, la aerolínea se volvió a poner en contacto con ellos, ofreciendo ahora una compensación de 118 dólares para cada uno de los miembros de la pareja, que recordó que el vuelo realmente les había costado mucho más de 1.000 dólares.
Conscientes de la situación, los directivos de la empresa finalmente optaron por ofrecer un reembolso del dinero invertido en los tiquetes, representado en la diferencia real del precio de los asientos comprados y los finalmente usados.
Así, la oferta final de Singapore Airlines se resolvió en 587 dólares para cada uno, cifra que finalmente tuvo que ascender a más de 1.400 dólares para la pareja.
Según citan medios locales en Nueva Zelanda, la mujer se manifestó satisfecha por el monto recibido en compensación, señalando que es lo mejor que pudieron hacer, y advirtiendo que si bien su objetivo no era económico con su queja, eran conscientes de que podrían haber exigido no solo una compensación sino una indemnización.
No ostenta, la pareja aclaró que su interés iba más allá de lo económico, por lo que decidieron que el dinero que les fue reembolsado, finalmente tuviera cómo destino una fundación llamada Blind Low Vision NZ, que se encarga de criar perros para persona invidentes en su país.
“Lo principal no era el dinero, en realidad se trataba de responsabilizar a la gente”, advirtió Gill en declaraciones citadas por medios internacionales.
Desde la empresa anunciaron que para casos futuros tomarán mejores medidas, advirtiendo a los pasajeros, desde antes de abordar, sobre la existencia ocasional de animales de soporte emocional.
Si bien la empresa reconoce que dentro de sus protocolos está el poder mover a los viajeros que así lo soliciten, en el caso de esta pareja, y en virtud de lo concurrido del vuelo, no pudieron realizarlo.
Si bien el hombre ha recibido críticas y ha sido calificado de intolerante, ha acusado que no estaban dispuestos a agachar la cabeza cuando había algo que realmente les estaba incomodando, advirtiendo que ellos pagaron por un buen servicio y querían hacerlo cumplir.