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Algunas cepas de la gripe común podrían haberse extinguido gracias a las cuarentenas por coronavirus
Los investigadores aseguran que algunas secuencias virales fueron registradas hasta marzo del año pasado.
Expertos en salud no descartan que algunas cepas de la gripe común hayan desaparecido, gracias a las cuarentenas que se han llevado a cabo en varios países para hacerle frente al coronavirus, que deja hasta el momento en el mundo 3.719.003 de fallecidos y 155.712.602 contagiados.
Los investigadores sospechan que uno de los clados del H3N2 (subtipo de virus de la gripe A) puede haberse extinguido. Lo mismo, consideran, pudo haber ocurrido con uno de los dos linajes de los virus de la gripe B, conocido como B/Yamagata.
En una entrevista para el portal médico Stat, Trevor Bedford, biólogo computacional del Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson de Seattle (EE.UU.), dijo que ninguna de las dos cepas han sido detectadas en más de un año. Afirmó que la última vez que las secuencias virales de B/Yamagata o del clado de H3N2 -conocido como 3c3.A- fueron registradas, fue en marzo de 2020.
“Creo que hay una posibilidad decente de que haya desaparecido. Pero el mundo es un lugar muy grande”, agregó Bedford sobre el 3c3.A.
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Para el investigador Trevor Bedford, dicha posible reducción en la diversidad de tipos de la enfermedad podría facilitar la selección de los virus que se incluyen normalmente en las vacunas contra la influenza.
Entre tanto, Florian Krammer, quien es experto en gripe de la Escuela de Medicina en Monte Sinaí (Nueva York), afirmó haber rastreado las bases de datos genéticos en busca de virus B/Yamagata y también espera que este haya desaparecido.
Sin embargo, Krammer advirtió que “el hecho de que nadie lo haya visto no significa que haya desaparecido por completo”.
Por otra parte, a propósito del coronavirus, un estudio publicado en la revista Nature indicó que los anticuerpos del sistema inmune de las personas que ya tuvieron la covid-19 durarán en la persona la mayor parte de su vida. Dicho estudio que hace mención a lo anterior fue liderado por el científico Ali Ellebedy, profesor e investigador del Centro de Vacunas e Inmunidad para Patógenos Microbianos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en Saint Louis, Estados Unidos.
Los científicos establecieron que existen células productoras de anticuerpos de larga duración en la médula ósea de las personas que se han recuperado del coronavirus. A su vez, dijeron tener indicios de que las vacunas de emergencia contra el virus, a las cuales les han evaluado su eficacia y seguridad, producirían el mismo efecto duradero en las personas.
Los investigadores explicaron que los anticuerpos son proteínas que pueden reconocer y ayudar a inactivar a los virus y, cuando se presenta una infección, unas células de corta duración son una fuente temprana de anticuerpos. Sin embargo, estas células desaparecen poco después de que se elimine el virus del cuerpo, y otras células más duraderas fabrican anticuerpos.
A su vez, indicaron que también existen las células plasmáticas de la médula ósea que se esconden en los huesos y producen anticuerpos durante décadas.
“Una célula plasmática es nuestro historial de vida, en términos de los patógenos a los que hemos estado expuestos”, dijo el doctor Ellebedy, quien lleva muchos años investigando el sistema inmune y diferentes infecciones.
No obstante, los expertos consideran que se necesitan más estudios respecto a las nuevas variantes del coronavirus, teniendo en cuenta que estas cepas podrían ser un limitante para una inmunidad duradera en las personas que ya se contagiaron de la covid-19.
“El estudio llevado a cabo en Estados Unidos es una buena noticia, pero se necesita ahora más investigación respecto a las nuevas variantes. Porque la aparición de las variantes puede ser un factor limitante para la eficacia de esta inmunidad duradera”, dijo a Infobae Mariano Pérez Filgueira, vicedirector del Instituto de Virología del INTA en Castelar y miembro de la Sociedad Argentina de Virología.
“Lo que se está observando es que la infección genera células de memoria que van a alojarse en la médula ósea y que subsisten en estado de reposo durante mucho tiempo. La función de ese tipo de células de memoria es justamente reactivarse rápidamente cuando el individuo se encuentra nuevamente con un antígeno (en este caso, los del coronavirus con los que se infectó)”, agregó Pérez.
El investigador también le dijo al medio mencionado anteriormente que, como todo en la inmunología, “los procesos no son todo o nada”, recalcando que la producción de células de memoria no es igual en todos los individuos.