Reino Unido
Así se vivió la despedida de la reina Isabel II en Londres. Una periodista colombiana lo cuenta
El centro de Londres se vio inundado por británicos y turistas que querían presenciar la última despedida de la monarca. Por Pía Wohlgemuth desde Londres.
En la mañana del 19 de septiembre, Londres parecía una ciudad fantasma. Nadie caminaba por sus calles en los barrios residenciales, y el clima frío, similar al de Bogotá a las 5 de la mañana o a las 10 de la noche, le daba el toque de domingo, un festivo en el que casi nadie tuvo que trabajar. El panorama era otro en el centro, hacia donde miles y miles de personas caminaron para acompañar el funeral y la procesión de la Reina Isabel II, su último adiós antes de descansar en paz.
El ánimo no era lúgubre, sí solemne, sí de admiración y respeto por quien fue una de las monarcas más longevas del mundo. También de discusión, luego de varios días en los que el fallecimiento de la Reina se convirtió en un motivo de reflexión sobre el rol de las monarquías en el siglo XXI.
El camino comenzaba en el Palacio de Westminster, desde donde salió el féretro de la Reina a las 10:44 am, por la Avenida Westminster para el funeral de Estado. Después, una misa se ofició a las 11:00 am, con dos minutos de silencio a las 11:55 am.
Antes, a eso de las 9:30 de la mañana, cientos de turistas y habitantes de distintas zonas del Reino Unido llegaron a las afueras del palacio, para encontrarse con el inicio de una ruta de unos 45 minutos a pie por la que tendrían que desplazarse para llegar hasta una zona donde podrían ver la transmisión del evento.
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Ingleses, irlandeses, escoceses, asiáticos, africanos y algunos latinos, algunos elegantes, otros no tanto, inundaron las calles demarcadas por las autoridades, pero solo quienes madrugaron lo suficiente -o trasnocharon, llegando desde la noche anterior- encontraron un espacio en el andén para toparse con la Reina, en la carroza, por algunos segundos.
“Me siento un poco diferente frente al tema, pero reconozco que es algo triste”, señaló Manuel Tukwasi, un hombre de Uganda que vive en el Reino Unido y quiso presenciar el evento, a pesar de no ser muy simpatizante de la monarquía. Portaba una camiseta anaranjada y un pantalón caqui.
“Estuve muy triste, pero sabíamos que iba a suceder (…) ella le sirvió al país con distinción durante todo su reino”, dijo Chrisptoher Duy, un hombre de más de 70 años, que llegó a las 9:30 de la mañana al Palacio de Westminster. Vestía una gorra del equipo acrobático de la Royal Air Force, Red Arrows, traje negro y corbata del mismo color. Elegante, como la mayoría de los británicos, fue a despedir a Su Majestad.
A través de las imágenes captadas por las cámaras de la BBC y otros canales que cubrieron el evento de manera oficial para el resto del mundo, aquellos que no consiguieron un puesto en la zona, como Duy y Tukwasi, tuvieron la oportunidad de verlo en pantallas gigantes. Estas fueron instaladas en lugares como Hyde Park, la Plaza de la Catedral de Sheffield, la Plaza del Centenario de Birmmingham, el Parque Bitts de Carlisle, el Parque Holyrood de Edimburgo y la Alcaldía de Coleraine en Irlanda del Norte. Como informó el Gobierno, los cines por todo el reino también abrieron sus puertas para transmitir los acontecimientos.
No eran las 10 de la mañana cuando Hyde Park, uno de los cuatro Parques Reales de Londres, ya estaba repleto de niños, adolescentes, adultos jóvenes y adultos mayores que se congregaron para ver la ceremonia. Es difícil estimar el número de personas reunidas allí, pero eran miles y miles. En silencio, los ciudadanos observaron y escucharon la misa, rezaron y compartieron un sentido de comunidad que une a los británicos como nada más.
A las 13:00 aproximadamente, cuando cientos de personas seguían llegando al parque, sonó el himno del Reino Unido, ya no dice Dios salve a la Reina, ahora es Dios salve al Rey (God save the King), y los británicos cantaron con respeto, reconociendo el fin de una era y el comienzo de una nueva.
La carroza de Su Majestad comenzó la segunda parte de su recorrido poco después del himno. El destino inicial era el Arco de Wellington y en ese momento, muchos salieron del parque de regreso a casa, como saliendo de la iglesia un domingo. Otros tantos permanecieron allí durante varias horas más, aprovechando un sol poco frecuente en la lluviosa ciudad de Londres.
De repente, y cuando muchos atravesaban las puertas de Hyde Park, el sonido de un estallido, un trueno, inundó el lugar y luego otro y luego otro: eran salvas de cañón lanzadas en honor a la Reina desde este parque icónico.
El sonido estruendoso acompañó el andar de la carroza durante cerca de una hora, que avanzaba hacia el Palacio de Windsor -a casi 45 minutos de Londres-, su destino final. Allí descansará la Reina Isabel II junto al Duque de Edimburgo, su esposo fallecido un año atrás.
Con el paso de los minutos, el parque se fue vaciando. De nuevo, miles de personas salieron de allí, esta vez camino a la estación de metro más cercana, sin tener en cuenta la del parque, que estaba cerrada por el acto. Los asistentes presenciales y aquellos que prefirieron quedarse en casa asimilaron con un sentimiento de unión nacional el cambio, que más adelante se verá reflejado hasta en sus billetes, en donde ya no estará la cara de Isabel II, sino la de Carlos III, hijo de la reina, que en paz descanse.