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“Atmósfera de terror”: el sangriento ascenso del principal cartel de México
La violencia del cartel de Jalisco ha cobrado un precio terrible en México y los expertos dicen que representa una amenaza para su gobierno.
El cartel Jalisco Nueva Generación se ha ganado la fama del grupo criminal más sanguinario y peligroso de México. El llamado CJNG, que ha sorprendido a las autoridades por su capacidad de expansión, trafica metanfetaminas, heroína y cocaína a Estados Unidos, Asia, Europa y Oceanía. Y en ese mapa de influencias, tienen intereses en varias regiones cocaleras colombianas.
El periódico The Guardian acaba de publicar un detallado artículo que su corresponsal en México, Tom Phillips, hizo sobre el impacto de este grupo delincuencial en la población mexicana.
Phillips y Analy Nuño, una periodista independiente radicada en México donde cubre derechos humanos, víctimas de violencia y pueblos indígenas, cuentan que fue más o menos en mayo, cuando los residentes del páramo detrás del aeropuerto internacional de Guadalajara notaron que un perro deambulaba por su comunidad con un objeto extraño en la boca: un antebrazo humano.
Los equipos de búsqueda entraron en una choza de ladrillos rojos sin techo en el barrio La Piedrera, y bajo varias capas de tierra hicieron un descubrimiento aún más grotesco.
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Guadalupe Aguilar, una activista local de derechos humanos, les contó a los periodistas que encontraron 26 personas envueltas en láminas de plástico, “les habían arrojado algo, ácido o algo así, porque no había pasado mucho tiempo desde sus asesinatos, y los cuerpos ya presentaban un estado real de descomposición”.
Aguilar, de 63 años, dijo que había docenas de estos cementerios clandestinos en el estado de Jalisco, al occidente de México, un lugar que está pagando un precio cada vez más alto debido a su rol fundamental en el multimillonario tráfico de drogas en Norteamérica.
“Todo esto se trata del crimen organizado”, dijo Aguilar, quien se dedica a localizar y excavar los llamados “campos de exterminio del siglo XXI en México” en busca de las víctimas. Ella, cuyo activismo la obliga a viajar con guardias armados, no especificó qué grupo de asesinos fue responsable del baño de sangre en La Piedrera.
Pero las autoridades dicen que este territorio está controlado por el cartel Jalisco Nueva Generación que, aunque es menos famoso internacionalmente que el de Sinaloa del ahora encarcelado Joaquín ‘el Chapo’ Guzmán, es conocido en México por sus actos de ultraviolencia y poder militar. Según los expertos, por eso representan una amenaza creciente para el presidente Andrés Manuel López Obrador.
En junio pasado, hombres armados de Jalisco protagonizaron uno de los ataques más cruentos en décadas: el intento para asesinar al jefe de seguridad de la Ciudad de México que dejó al descubierto cómo las promesas de López Obrador de “pacificar” a México no se han cumplido.
Además, el mes pasado les llegó otro recordatorio del cartel: el cuerpo de un desertor clave, el Cholo, fue abandonado en un parque de Tlaquepaque, ciudad turística cerca de Guadalajara famosa por su cerámica y los mariachis. Los asesinos usaron un cuchillo de cocina de mango blanco para dejar clavada una advertencia en la bolsa negra para cadáveres: “El Traicionero”, decía.
El especialista en seguridad, Eduardo Guerrero, dijo que las autoridades ubicadas al norte y al sur de la frontera con Estados Unidos ahora consideran a este grupo como una amenaza para la seguridad nacional: “Tienen enormes cantidades de dinero, armas de última generación, además de ejércitos y vehículos paramilitares, que representan un desafío severo para el gobierno mexicano. Sobre todo en ciudades pequeñas y medianas donde un destacamento de 50 militantes del cartel obviamente pueden derrotar a cualquier fuerza policial local”.
El artículo de The Guardian, dice que el relato oficial data el nacimiento del cartel de Jalisco en julio de 2010, cuando las tropas mataron a Ignacio ‘Nacho’ Coronel, el gánster al que se le atribuye la fundación del comercio de metanfetamina en México, en la capital del estado, Guadalajara. La eliminación de Coronel, que la Agencia Antidrogas (DEA) calificó como “un golpe paralizante” para el cartel de Sinaloa, provocó una ruptura local que allanó el camino para el surgimiento de un nuevo grupo que tomó el nombre del séptimo estado más grande de México.
Pero según la investigación de los periodistas, la historia del hampa tiene otra versión: la división en realidad comenzó tres años antes, en 2007, cuando un narco de Guadalajara derramó una taza de té de hibisco sobre un rival durante una reunión al oriente de la ciudad.
El incidente, aparentemente mundano, provocó una secuencia sangrienta de traiciones, tiroteos y masacres que finalmente le dieron prevalencia al grupo dirigido por Nemesio Oseguera Cervantes, alias el Mencho, un exoficial de la policía quien ahora es el principal objetivo mexicano de la DEA: ofrecen una recompensa récord de 10 millones de dólares por su captura.
A diferencia de El Chapo, quien buscó la ayuda de Sean Penn para convertir su vida criminal en un éxito de taquilla de Hollywood, el Mencho prefiere permanecer en el anonimato. Existen pocas fotografías de él, y de su vida solo se sabe que trabajó como ilegal en los Estados Unidos en la década de 1980.
Se cree que el Mencho se esconde en las montañas del sur de Jalisco, pero cuando las autoridades intentaron capturarlo allí en 2015, los miembros del cartel derribaron un helicóptero del ejército con un lanzacohetes.
Nadie lo reconocería en un restaurante, dijo un conocedor de los carteles que pidió no ser identificado: “El liderazgo de El Mencho es indiscutible, pero discreto. Tiene su bastión de control en el sur de Jalisco. Nadie lo toca. Nadie se mete con él. Él está feliz”.
La misma fuente le dijo a The Guardian que El Mencho, que se cree que ronda los 50 años, era conocido por ser simpático y tener un buen repertorio de chistes. “Pero también muy explosivo”, agregaron.
Pocos entienden mejor los poderes del cartel que los residentes de la Sierra de Ahuisculco, una cadena montañosa al occidente de Guadalajara. Allí están sus campos de entrenamiento de estilo paramilitar y los laboratorios secretos que producen grandes cantidades de drogas sintéticas que trafican hacia los Estados Unidos. La proximidad de la Sierra de Ahuisculco a dos puertos del Pacífico: Manzanillo y Lázaro Cárdenas, la ha convertido en una ubicación estratégica para contrabandear precursores químicos desde China.
Un habitante de un pequeño pueblo de la Sierra relató cómo hombres armados del cártel, -vestidos con ropa de combate negra con las iniciales del grupo estampadas en sus chalecos antibalas-, a menudo recorrían las calles en camionetas 4x4 de alta gama, algunas con ametralladoras montadas: “Tienes miedo de salir de noche, de salir con tus hijos”, se quejó.
Guadalajara ha sido durante mucho tiempo una de las locaciones más importantes del negocio de las drogas en México. Los barones de la cocaína y la marihuana vivieron allí durante la década de 1980. En 2008, los funcionarios estadounidenses consideraban a la capital de Jalisco como un centro de metanfetaminas al que llamaban: “Ciudad Química”.
La Sierra de Ahuisculco también ha sido durante mucho tiempo un refugio para los capos de la droga, cuyas conexiones políticas de alto nivel les permiten prosperar y evitar su captura. Pero en los últimos seis años, los residentes dijeron que la violencia se ha vuelto intolerable. “Nunca he vivido una guerra civil, pero creo que así es como debe ser. Vives con miedo, en la incertidumbre. Conozco a tres o cuatro personas que han desaparecido. Todos aquí han perdido a alguien”.
En 2019, hace tres años, 138 bolsas llenas de restos humanos fueron arrojadas a un bosque cercano: “Lo vemos y no hacemos nada, porque sabemos exactamente qué nos pasará”, dijo otro local.
La violencia y los enfrentamientos del cartel Jalisco Nueva Generación con sus rivales también han cobrado un precio terrible en Guadalajara. Celebrada como una de las ciudades más dinámicas y culturalmente más ricas de México, se ha convertido simultáneamente en un lugar de crueldad y dolor casi incomprensibles.
“Hemos vivido tiempos difíciles, porque los grupos criminales han estado tratando de desestabilizar nuestro estado y crear una atmósfera de terror”, dijo el mes pasado Enrique Alfaro, gobernador de Jalisco, cuando llegaron cientos de soldados, supuestamente para combatir la violencia.
Unas semanas antes, su antecesor Aristóteles Sandoval, había sido asesinado a tiros en el baño de un restaurante en un golpe meticulosamente planeado que muchos sospechaban que era obra de sicarios de Jalisco.
De otro lado, y no menos doloroso, el artículo cuenta cómo todos los miércoles, madres, esposas, hermanas e hijas se reúnen frente al instituto forense de la ciudad en busca de noticias de sus seres queridos: “Es la hermandad del dolor”, les dijo a los periodistas la líder del grupo, Martha Leticia García, de 50 años, mientras esperaban para examinar fotografías de partes del cuerpo desenterradas de, la red cada vez mayor, de fosas comunes.
García, cuyo hijo César Ulises desapareció en 2017 y no ha sido encontrado, describió la macabra rutina de esos familiares mientras revisaban los restos excavados. “Ves estas cosas en la pantalla y te dices a ti mismo: ‘Ese brazo parece familiar, esa cabeza’. Es tan terrible, la crueldad que estamos viendo en este estado”, dijo.
También recogieron el testimonio de Cecilia Flores, de 54 años, cuyo hijo de 28 años fue secuestrado en 2019. Cuatro meses después, las autoridades le dijeron que algunas partes del cuerpo habían sido recuperadas de una casa de tortura llamada El Mirador. Su descripción es tan escalofriante como conmovedora: “Encontraron una mano, su torso y su antebrazo. Todavía me falta la otra mano y sus piernas”, dijo.
A la tarde siguiente, madres afligidas se reunieron al pie de un monumento a los seis soldados adolescentes que murieron defendiendo la capital de México de las tropas estadounidenses a mediados del siglo XIX. El grupo marchó alrededor del monumento para llorar a las almas perdidas. Allí se encontraron con María Guadalupe Ayala, quien perdió a su hijo y se preguntaba ¿Por qué tanta maldad en el mundo?
Tom Phillips escribe que se han hecho grandes fortunas ilícitas con el conflicto de las drogas que desgarró a Jalisco y México. Pero después de conocer a los Ayala, sabe que para miles de familias como ellos, las consecuencias han sido catastróficas.
El reportaje termina con las palabras de María Guadalupe: “No puedo dormir pensando en lo que le hicieron. Me acuesto y me levanto haciéndome la misma pregunta: ‘¿Cuánto sufriste?’”.