Violencia
Aumentan tiroteos y muertos por balas perdidas en Estados Unidos
El aumento de las cifras preocupa a una parte de la ciudadanía, que clama por una ley más estricta al uso de armas en el país.
Un bebé en el asiento del auto, un hombre en su cama, una chica que caminaba junto a su madre: cada uno de ellos murió por balas perdidas con apenas días de diferencia y en momentos en que la violencia armada arrecia en Estados Unidos.
Además de números récord de suicidios y homicidios en varias ciudades del país, una cantidad no precisada de personas muere por balas que no les estaban destinadas. Esas muertes desatan fugazmente la atención de los medios y la Policía, como ocurre con los tiroteos masivos, pero luego la atención disminuye hasta la próxima tragedia.
“Ocurre muy a menudo”, dijo Chris Herrmann un experto en violencia por armas del John Jay College of Criminal Justice de Nueva York. “Si eso ocurriera en otro país, sería noticia de portada”, añadió. El 16 de enero, Matthew Willson, un astrofísico británico de 31 años, dormía en casa de su novia en Atlanta cuando lo despertó el ruido de disparos y poco después resultó fatalmente herido.
“Es imposible entender cómo esto puede ser cierto”, dijo su hermana Kate al diario The Atlanta Journal-Constitution. Casi una semana después, Kerri Gray conducía con su hijo de seis meses cuando escuchó un ruido y dos autos pasaron a toda velocidad. “No hubo vidrios destrozados. No hubo gritos. Fue un instante”, dijo a periodistas tras la muerte de su pequeño.
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“Bala en su cabeza”
Las estadísticas oficiales diferencian entre las muertes accidentales e intencionales, pero no respecto a las circunstancias exactas de los hechos. Herrmann estima que las muertes por balas perdidas son entre el 1 y el 2 % del total de los fallecimientos por armas de fuego, y el número aumenta o disminuye en función del número de tiroteos masivos.
“Cuando los tiroteos aumentaron un 10 %, uno veía un 10 % de aumento en objetivos no deseados”, comentó, explicando que lamentaba el término oficial de “objetivos” como deshumanizante. El problema de la violencia armada en Estados Unidos aumentó desde el inicio de la pandemia y las protestas por la justicia racial en 2020 y a finales de 2021 se reportaron cifras récord de homicidios en grandes ciudades como Filadelfia, Austin, Columbus e Indianápolis.
A pesar de que la tasa nacional de homicidios se mantiene por debajo de los picos de las décadas de los ochenta y noventa, esta se incrementó en 2020 a un ritmo no visto desde que se llevan registros nacionales, en 1960. Al mismo tiempo, las ventas de armas de fuego marcaron un récord en 2020 con cerca de 23 millones de armas vendidas, seguido por cerca de 20 millones en 2021, según la consultora Small Arms Analytics & Forecasting. Esta avalancha de armas puede también desencadenar una lluvia de disparos al aire en fiestas o en fechas especiales.
“Pero las balas caen y le dan a personas a menudo a una milla de distancia de donde el arma fue disparada”, explicó Peter Squires, profesor de criminología en la universidad de Brighton en Reino Unido. Sin embargo, son las balas destinadas a otras personas las que causan un gran número de víctimas.
Tiffani Evans, de 34 años, estaba fuera de la casa de un pariente en el estado de Maryland, no muy lejos de Washington DC, disfrutando de una cena en una noche cálida de agosto, cuando su hijo Peyton resultó muerto por una bala perdida. El chico de 8 años estaba dentro de la casa comiendo y jugando videojuegos cuando comenzó el tiroteo en el marco de una violenta disputa en la que el niño no tenía nada que ver. Él estaba “sentado a la mesa con la cabeza baja, con una bala en su cabeza”, recuerda su madre.
Evans considera que este tipo de violencia tiene su origen en una serie de problemas como la falta de recursos gubernamentales para mantener a los jóvenes en el camino correcto, así como el fracaso de los padres en la enseñanza sobre el valor de la vida humana, sumado a la tenencia ilegal de armas de fuego en el país. “Hay demasiado acceso a armas ilegales”, agregó. “Tenemos que ponerle un alto. El Gobierno tiene que controlar esto”.
Con información de la AFP.